La arquitectura industrial alcalaína y su memoria social

Alcalá de Henares es bien conocida por ser la ciudad natal de Cervantes y por todo su patrimonio artístico, pero también dispone de un patrimonio escondido, el industrial. Aunque fábricas ya en desuso se han destruido, aún estamos a tiempo de salvar edificios importantes como la fábrica de Fiesta o la de Roca, ya que forman parte de la memoria social de nuestra ciudad, como analiza la investigadora del Grupo ARHCIPAI, Júlia Faria.

Júlia ha formado parte del programa de Formación para el Profesorado Universitario en el Departamento de Arquitectura de la Universidad de Alcalá. Su tesis titulada Cultura Industrial, Imagen y Memoria en los procesos de transformación y recuperación de la arquitectura, de la ciudad y del paisaje industriales en el noroeste portugués. 1985-2020aborda las problemáticas de la intervención contemporánea de la arquitectura y paisaje industriales a través de una reflexión sobre el proceso patrimonial y su materialización en los criterios y planes de intervención desde la escala del paisaje a la escala arquitectónica, así como en los procesos de memoria y la percepción del noroeste portugués como paisaje industrial histórico. El trabajo fue dirigido por la profesora Titular de Composición Arquitectónica, Ángeles Layuno, quien también coordina el grupo ARHCIPAI con el que Júlia colabora, ahora como investigadora posdoctoral. Júlia desarrolla su investigación a partir de dos líneas fundamentales: por un lado, teoría del patrimonio y por otro, el estudio fenomenológico y de intervención patrimonial de la arquitectura y paisaje industriales contemporáneos. En este ámbito, ha tenido la oportunidad de dedicarse al estudio del legado industrial de las áreas periféricas de Madrid, con incidencia sobre el legado industrial de la ciudad de Alcalá de Henares. De éste, destaca el estudio de la fábrica Gal, que a partir de la labor de catalogación en el que ha participado, a través del trabajo que desarrolló en el Fondo Histórico Puig (que integra el fondo histórico mueble de la antigua Fábrica Gal), ha podido conocer en más profundidad este icónico lugar, absolutamente relevante en la memoria social de la ciudad. 

GAL
Fotografía antigua de la fábrica Gal

Como la investigadora explica, a partir de la Revolución Industrial, con la mecanización de los procesos productivos, se empieza a repensar el espacio productivo de acuerdo con las nuevas exigencias de esos mismos procesos. En esta nueva huella sobre los paisajes, la expresión de la actividad industrial engloba no solo la arquitectura donde se materializan esos procesos productivos sino toda la cadena productiva que va desde la extracción de materias-primas (minería, por ejemplo), pasando por su proceso de transporte (estaciones y vías de tren). Toda esta cadena hay que considerarla como legado industrial. 

Alcalá, durante los años 50, 60 y 70, tuvo una importancia muy significativa como ciudad industrial, debido a varios factores, en los que se cuenta su posición geográfica, o sea, su cercanía al aeropuerto y al eje industrial de la carretera Nacional II. ‘Esa imagen está muy olvidada porque han desaparecido la mayoría de las fábricas, éstas como expresión física de ese pasado. Como referencias industriales de la arquitectura moderna en Alcalá tenemos la compañía Roca de radiadores, que se encuentra en proceso de cierre, la fábrica de caramelos Fiesta y la fábrica Gal. Las tres son referentes internacionales en el ámbito arquitectónico, por su singularidad lingüística y espacial, y están incluidas en un catálogo importante de la arquitectura moderna de Portugal y España, el Docomomo Ibérico. Otras fábricas como los ya desaparecidos Laboratorios Liade, Poliseda o Forjas, también son ejemplos muy representativos de lo que fue la época industrial alcalaína’ explica la experta, quien añade que esta arquitectura de la época franquista fue obra de arquitectos de referencia en un periodo de desarrollo de la industria moderna al que se han sumado en el intento de crear un corpus de conocimiento y nuevas soluciones espaciales y lingüísticas, con vista también a la mejora de la propria actividad industrial, no solo ambientalmente sino también a nivel social, exactamente en las condiciones laborales, primando aspectos como la luminosidad o la estética de los lugares de trabajo, así como espacios de uso colectivo para actividades de ocio. En la fábrica Gal, por ejemplo, se hacían diversas actividades de cariz colectivo complementarias a la labor productiva, como ciertamente existe en la memoria de muchos alcalaínos, las fiestas de Navidad, los premios al desempeño laboral, espacios de ocio como una piscina…

En cuanto a la autoría de las fábricas mencionadas, el proyecto de la fábrica Roca (1957-1966) es obra del arquitecto José de Aspiroz aunque más tarde fue ampliada por Rafael Llopis Aracil. La fábrica de caramelos Fiesta (1964-1971) fue pensada por los arquitectos Alfonso Fernández Castro y Manuel Guzmán Folgueras mientras que la fábrica de la Perfumería Gal (1957-1960) es del arquitecto Manuel Sainz de Vicuña.

‘La sociedad alcalaína conserva un interesante patrimonio social respecto a la industria. He trabajado en el Fondo Histórico Puig, que integra el Fondo Histórico Gal,lo cual me ha permitido poder tener contacto con diversos extrabajadores de la empresa Gal, yes realmente interesante saber que hay mucha gente que aún conserva recuerdos de la infancia con respecto a los antecedentes familiares que han trabajado igualmente en estas fábricas, o que ha trabajado allí toda su vida: un imaginario inestimable en fín de línea, que desaparecerá dentro de unas décadas.Existe un legadode expresión inmaterial, de conexión afectiva, positiva o negativa, con estas fábricas sobre el cual se debería reflexionar: pensar su importancia para las siguientes generaciones, si así se justifica,’ dice Júlia.

Las fábricas, una vez que quedan obsoletas,fenómeno producido por diversas razones, entre estas la obsolescencia tecnológica o el desplazamiento de la producción hacia nuevos lugares, son un legado físico muy frágil, donde la amenaza de su destrucción es constante, a no ser que una determinada sociedad los reclame como bienes a conservar, fuera de las políticas institucionales, o sea, mediante acciones informales de conservación, o en una voluntad colectiva entre varios agentes integrantes de un lugar, cuando sus valores convergen hacia una pertinencia en la conservación de estos bienes. Existe el interesante caso de Barcelona, donde se han proliferado las acciones de conservación sobre su legado industrial, las cuales presentan una demanda social:  definitivamente una identidad que se quiere conservar. Como explica la arquitecta, ‘el solar industrial es muy frágil en el contexto de las dinámicas propias de la transformación del tejido urbano, porque estos solares son muchas veces privados, sujetos a procesos de cambio de uso: es una situación común que, por ejemplo, la empresa dueña venda sus solares para usos residenciales y comerciales. Además, en algunos casos, son industrias contaminantes cuyos solares son sometidos a una mejora ambiental, y consecuente cambio de uso, proceso en cual, se termina muchas veces destruyendo los restos físicos de las fábricas allí instaladas'. 

Aunque sea aún difícil plantearlo en la práctica, cuando una fábrica cierra, y antes que se proceda su destrucción, íntegra o parcialmente, y si esta es un potencial espacio de convergencia de valores entre los agentes directamente ligados a ese espacio, sería fundamental evaluar y mediar, desde la esfera experta del proceso patrimonial, la pertinencia de esa misma conservación, a través de una mirada multidisciplinar, teniendo en cuenta la clásica pero aún esencial pregunta: ¿para qué y para quién se conserva? 'Nuestro papel como expertos debe ser exactamente el de mediador de las dinámicas del paisaje. No deberíamos, en la medida de lo posible,volvernos agentes políticos en esas mismas dinámicasSi pensamos el patrimonio como un proceso de construcción de un determinado paisaje, del cual resulta una cultura, que tiene por base una o varias identidades, tenemos que entender que hay que implicar a todos los actores que participan en él, aunque sean antagónicos. Muchas veces, nosotros, arquitectos,reconocemospor ejemplo valor lingüístico de una arquitectura singular, como es el caso de la fábrica Roca,de la fábrica Gal o de la fábrica Fiesta, otros agentes, como los que trabajan en estos espacios, reconocen otro tipo de valores, por ejemplo, sociales, de igual importancia' afirma Júlia. Y es que muchas veces la vida profesionalde los que han trabajado en estos espacios industriales se confunde con la propia vida personal, por lo cual el espacio arquitectónico tiene una multiplicidad de connotaciones inmateriales a las cuales hay que atender en su enfoque patrimonial, que sobrepasan, en gran medida, los criterios formales de intervención. 

En el caso de Gal, afortunadamente, el Ayuntamiento intervino en el proceso final del cierre del espacio y venta de sus solares, en el que ha sido posible conservar una de las naves productivas, la que presenta, con orientación a sur, la fachada icónica presente en el imaginario colectivo. Dadas sus características espaciales, era predecible que fuera utilizado para fines culturales, que sigue siendo, además, uno de los usos más demandados y aceptados en las establecidas buenas prácticas con respecto a la recuperación de los espacios industriales productivos. En el caso de Roca, por su proximidad al casco histórico declarado como Patrimonio de la Humanidad, los terrenos en cuestión adquieren mayor valor y podrán, en un futuro próximo, ser susceptibles de una fuerte presión inmobiliaria. ‘La arquitectura industrial tiene el problema de la especificidad del espacio ya que son grandes naves en las que hay que adaptar a una función compatible, aunque este concepto no sea de fácil definición. Muchas veces se reúsa el espacio amplio y diáfano para uso cultural como museos, espacios multifuncionales, industrias creativas, tal como comentado con relación a la Fábrica Gal, una vez que la compartimentación del espacio reconfigura la lectura histórica y espacial inicial que tenía el espacio productivo, por lo que se opta muchas veces por una mínima intervención de manera a que esas especificidades puedan convivir sincrónicamente con el nuevo uso’ explica Júlia. 

Júlia, más allá de los aspectos formales de intervención patrimonial de la Arquitectura, tiene particular interés por una cierta dimensión antropológica del espacio y también del paisaje, como ella explica: ‘me interesa mucho pensar el patrimonio como proceso, sobre todo en aquellos procesos contemporáneos donde no ha acabado la memoria directa sobre los eventos vividos, o por lo menos dónde se conserva aún y donde es posible reflexionar sobre futuros caminos a seguir desde las necesidades 'internas' de los lugares, y de la participación de sus agentes. La imagen que tiene un lugar de sí mismo, o su sociedad integrante, sobre su legado industrial es una cuestión fascinante, y permite además que sea posible aproximarnos al estudio del fenómeno patrimonial en cuanto tiempo de memoria, que, en muchos casos, como el caso de Alcalá, son memorias aún recientes. Es posible aún observar, de forma generalizada, una idea de que el legado industrial, sobre todo en lo referente a sus espacios productivos, a su expresión arquitectónica, por su contemporaneidad o por la tipología de materiales que la componen, un desprecio en su valoración con respecto a arquitecturas históricas con más antigüedad. Yo defiendo naturalmente que no es una cuestión de materia porque no hay valor intrínseco en las cosas. Todo es una cuestión de interpretación y valorización. Algo es importante no por su materia sino porque esa materia es base de la expresión de unos determinados valores que la sociedad quiere conservar. Hay una identidad constituida por determinados valores que se quieren conservar y esos valores, en muchos casos, se expresan física y semánticamente en la realidad palpable que tenemos. Hay efectivamente una dimensión inmaterial inseparable del lugar que la evoca'. 

Publicado en: Reportaje