Pintoras en la historia, una historia con muchos silencios
El diario digital de la UAH vuelve a publicar este reportaje realizado en 2018 con las aportaciones de la profesora Rosa López Torrijos, catedrática de Historia del Arte. Su contenido está de plena actualidad coincidiendo con la exposición que exhibe el Museo del Prado: 'Historia de dos pintoras: Sofonisba Anguissola y Lavinia Fontana'. Con esta exposición en activo El Prado cumplirá los 2 siglos de apertura.
Cuando a Linda Nochlin, la famosa historiadora y feminista norteamericana le preguntaron por qué no había habido grandes mujeres artistas ella contestó que la respuesta está en la formulación de la pregunta ‘¿No nos preguntamos por qué no ha habido presidentes de Estados Unidos negros hasta Obama? No, no lo hacemos porque conocemos la causa. El arte no surge de una emoción personal que se plasme sin más en un lienzo, sino que en la pintura antigua se necesita el dominio de un lenguaje que requiere un largo aprendizaje en el manejo de materiales y técnicas y una práctica continuada y esto está relacionado con la educación y la condición de las mujeres en la sociedad’, matiza la profesora de la UAH.
Al hablar de los grandes artistas de la pintura a lo largo de los tiempos se vienen a la cabeza decenas de nombres de hombres que se enmarcan en el Renacimiento, en el Barroco, en el Realismo, en el Romanticismo… y, ya más cerca de nuestro tiempo, en el Impresionismo del XIX, en las Vanguardias del XX… pero en escasas ocasiones pensamos que durante esos movimientos hubo mujeres también artistas que destacaron por sus cualidades pictóricas. Y sí, las hubo, aunque en su tiempo la mayoría de ellas estuvieran silenciadas y a día de hoy sigan siendo, en la mayoría de los casos, unas grandes desconocidas para el gran público. Para muestra el botón: en sus casi dos siglos de historia, el Museo del Prado solo ha dedicado una exposición monográfica a una artista, Clara Peeters, del siglo XVII.
Rosa López Torrijos ha abierto una pequeña ventana para mostrarnos esas grandes artistas, que las hubo. ‘Si miramos las que citan los historiadores Plinio, en el mundo clásico, y Vasari, en el Renacimiento, observamos que la mayoría tienen una característica común: fueron hijas de pintores (por tanto pudieron aprender y practicar en casa) y muchas fueron solteras, monjas o pertenecieron a una clase social alta, lo que les permitió dedicarse a otras cosas que no fueran los trabajos domésticos y la familia. Y luego hay algunos casos extraordinarios en que son ellas las que pintaban y ganaban el dinero y los maridos se ocupaban de los hijos y la casa, cosa extrañísima en los siglos pasados. También ocurre, en algunas ocasiones, que obras atribuidas a hombres son en realidad de mujeres que tenían cerca…’
En el siglo XVI destaca Sofonisba Anguissola (Italia, 1532). De las obras expuestas ahora en el Museo del Prado solo hay tres de mujeres y las tres son de esta artista. Era de familia noble y tenía una educación esmerada. En su tiempo ya fue muy valorada. Tenía dibujos suyos el duque de Medici y los intercambiaba con Miguel Ángel. El historiador de arte, Vasari, dice que es la mejor de su tiempo. Anguissola estuvo en la Corte de Felipe II, porque la recomendó el duque de Alba. De hecho, uno de los retratos de Felipe II más famosos de El Prado es suyo.
Conocimiento de monjas pintoras hay mucho y se extienden desde la Edad Media. En esa época Hildegard von Bingen, santa, es una famosísima mística, poeta, música y también pintora. Más próxima en el tiempo está el caso de Orsola Maddalena Caccia, hija del pintor Guglielmo Caccia, conocido también como ‘Il Moncalvo’. Ella y sus hermanas tomaron los votos religiosos en el convento que su padre fundó en Moncalvo y allí se creó un estudio y se pintaban obras que se vendían en la región.
En los siglos XVI-XVII lo que más hacen las pintoras son retratos, porque es lo que tienen más cerca. ‘Hacen los retratos mejor que los hombres, dice Vasari, porque no tenían acceso a las academias. N o aprendían dibujo, ni accedían al modelo vivo. Además, los encargos más importantes eran las pinturas religiosas, grandes composiciones que encargaba la Iglesia y que no hacían las mujeres. Hacían muchos autorretratos y muchos retratos de familiares’, matiza López Torrijos.
Otra de las más destacadas es Lavinia Fontana, hija del pintor Prospero Fontana, pintor de la escuela de Bolonia, que le enseñó el oficio. El estilo de Lavinia fue, efectivamente, muy cercano al manierismo tardío que practicaba su padre. Es muy curiosa, porque se casa con un pintor, que se dedica a ser el auxiliar de sus pinturas, a atender a la familia, y ella es la que gana dinero y tiene el éxito. También compró obras suyas Felipe II. La hija de Tintoretto, Marietta Robusti, (1554 – 1590), también fue invitada a la Corte por Felipe II, pero su padre no permitió ese viaje.
La más famosa de todas, icono de los movimientos feministas, es Artemisia Gentileschi (1593-1654). Pintora barroca, es hija de Orazio Gentileschi. ‘Aprendió también con su padre y, como no podía salir de casa sola, su padre le proporcionó un maestro de paisajes, que daba las clases en su casa. Este pintor, de mala fama moral, aprovechó la ausencia del padre para violarla. Artemisia y su padre le denunciaron y el proceso es muy famoso, porque fue una denuncia de violación en un tiempo casi impensable para este tipo de procesos. En su caso fue muy duro, porque la sometieron a tortura, incluso, para comprobar que no mentía, y tuvo que relatar los hechos de forma pormenorizada en el juicio y sufrir una exploración ginecológica. Muchas de sus obras están impregnadas de esa dura y dolorosísima experiencia y como artista es excelente; de hecho, fue la primera mujer que entró en la Academia de Florencia y, al final de su vida, hizo obras religiosas importantes. Sobre todo, hay una obra muy conocida, ‘Judit decapitando a Holofernes’, que se interpreta como un reflejo de las circunstancias de y sentimientos de su violación’.
En el siglo XVIII son muy conocidas Angelica Kauffmann o Rosalba Carriera, y ya en el siglo XIX estalla el Impresionismo y hay pintoras que destacan, como Berthe Morisot, María Blanchard, Mary Casatt o Eva González, ‘aunque se evidencia que las mujer siguen teniendo menos libertad, tienen más dificultad para salir solas, tienen que tener un nivel de vida que les permita el acceso a la formación para ser artistas, igual que en siglos anteriores…’, agrega López Torrijos.
El siglo XX llega cargado de violencias. Las dos grandes guerras y la revolución rusa aceleran el papel de la mujer en la sociedad y las pintoras cobran más protagonismo. En este sentido, la profesora de la UAH señala que ‘la sociedad ahora es más igualitaria, pero podemos decir que lo mismo que ocurre en otros ámbitos, como el cine, la literatura, etc, ocurre con las pintoras, que tienen más dificultades para exponer o para acceder a premios. En el panorama nacional el problema es la promoción, hay una tendencia menor a promocionar a las mujeres’.
Publicado en: Reportaje