Los enfermos del exilio francés. Una mirada desde la UAH

Este primer semestre ha estado marcado por varios acontecimientos históricos y, tal vez, uno de los más emotivos ha sido el 80 aniversario de lo que muchos denominan ‘La Retirada’, término histórico que define la partida hacia el exilio francés de cerca de 500.000 republicanos, civiles y militares, entre enero y febrero de 1939, tras la caída del frente en Cataluña.

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Rubén Mirón.

Un profesor del Departamento de Enfermería y Fisioterapia de la UAH, Rubén Mirón, ha puesto la mirada en los más débiles entre los débiles: los enfermos y los heridos que atravesaron la frontera buscando una vida mejor para encontrarse, en el peor de los casos, con la muerte lejos de casa. Mirón lleva cerca de 10 años investigando sobre los enfermos del exilio con el grupo de investigación Surclío de la Universidad de Almería. Este año ha sido un no parar de ponencias y seminarios sobre este asunto, a raíz de su colaboración con el proyecto MINECO de Acciones de Socorro y Tecnologías Médicas en Emergencias Humanitarias (1850-1950) dirigido por la Institución Milà y Fontanals - CSIC de Barcelona y haber sido seleccionado como miembro del Comité Científico por la Comisión Interministerial para la conmemoración del 80 Aniversario del Exilio Republicano Español.

Son los niños, los ancianos y las mujeres, miles de ellos, que sobrepasaron la línea y fueron distribuidos a través del 80% del territorio francés en ese momento. Son los trenes hospital que llevaron hasta la frontera a más de 13.000 heridos y enfermos de la retaguardia, que permanecieron durante días hacinados, a la espera de que nuevos trenes franceses les pudieran conducir por el nuevo ancho de vía.
Son los miles de refugiados que acabaron en los campos de concentración donde, como señala Mirón, ‘es imposible calcular el número de muertos, pero es claro que cada día morían personas, a las que se lanzaba al mar o eran enterradas bajo la arena, según han relatado los testigos’.

Y dice que la respuesta, también con los enfermos, fue lenta y a destiempo. ‘Tal vez el Gobierno de la III República era consciente de que se avecinaba la avalancha, pero no supo o pudo medir las consecuencias, así que este macro movimiento migratorio, concentrado en apenas 3 semanas, superó las previsiones: mujeres, niños y ancianos fueron repartidos por el 80% del territorio francés y fueron atendidos de forma desigual, según el lugar y las políticas de atención establecidas en el lugar de llegada. En muchas ocasiones eran las propias enfermeras españolas que viajaban con los exiliados las que se ocupaban de los enfermos y otras veces eran atendidos por los sanitarios de las inspecciones departamentales de higiene, dependiendo de los recursos disponibles’.

Las circunstancias fueron distintas según si el lugar de destino fue rural o urbano. En el primer caso, los exiliados se alojaban en casas de particulares; en el segundo caso, en grandes instalaciones públicas, como polideportivos o salas locales de fiesta. ‘Los centros de alojamiento se asemejaban a campos de concentración del sur de Francia, más que a centros de atención a refugiados. Por otra parte, en el contexto rural la respuesta fue dispar, porque para un sector de la población francesa la llegada de los republicanos españoles era una amenaza’, dice Mirón.

Una amenaza para las ideas y también para la salud: ‘inicialmente, se procedió a realizar una atención sistemática de prevención en la frontera, se establecieron cuarentenas y se mantuvieron medidas preventivas de infección; pero pronto las vacunas se agotaron y las cuarentenas fracasaron por falta de medios y los distintos colectivos fueron atendidos en los lugares de destino, con los recursos propios de las localidades. Se generaron epidemias e infecciones’.

Hay otro colectivo importante que requiere asistencia: los más de 13.000 heridos del frente de Cataluña. La mayoría fueron evacuados en trenes hospitales desde la retaguardia catalana y, cuando llegaron a la frontera, con el cambio de vía, hubo que evacuarlos del tren español y esperar a que llegaran los trenes franceses. ‘Al final, esta situación provocó un hacinamiento de heridos en las fronteras, a la espera de la evacuación francesa. Se evacuaron por toda la geografía francesa en hospitales civiles y viejas iglesias y orfanatos se habilitaron como hospitales. Aunque lo que logró aliviar la crisis sanitaria, desde un punto de vista cuantitativo, fueron 4 barcos hospitales anclados en los puertos de Marsella y Port-Vendres’.

La respuesta existió, pero fue tardía. ‘Llama la atención que los primeros que se establecen en la frontera son enfermeras de la Cruz Roja francesa, por iniciativa propia, un día antes de que el Ministerio del Interior de la III República emitiera las primeras indicaciones de cómo actuar, pero se trata de medidas muy escuetas; hay que esperar a mediados de febrero, ya con los militares controlando la situación, para la adopción de otras medidas. Los hospitales provisionales no se regulan hasta marzo, cuando ya están en pleno funcionamiento. Es decir, la población y los voluntarios de las organizaciones respondieron, pero el gobierno francés llegó tarde, por detrás de la iniciativa civil’, dice el profesor de la UAH.

La pregunta es ¿aprendimos algo de todo aquello? ‘Las respuestas a este tipo de movimientos siguen siendo las mismas hoy día: la población civil se adelanta a los Estados a la hora de prestar asistencia, los refugiados son ‘devueltos’ a sus países de origen o viven en los campamentos en condiciones ínfimas’. La investigación de Mirón continúa, ahora ya más centrada en el camino recorrido por más de 500 enfermeras, en su mayoría, exiliadas, que también atravesaron la línea, buscando un nuevo horizonte. Bien por depuración, bien huyendo de la represión. Pero casi todas con una formación laica, con origen en la II República española.

 

Publicado en: Reportaje