Álvaro de Ayala: el rector audaz en la transmisión del humanismo

Este viernes, 24 de mayo, se cumplen 400 años desde que un rector de la Universidad de Alcalá dictara la pionera sentencia que concedió a Francisca de Pedraza tanto el divorcio de su maltratador como la devolución de la dote y una orden de alejamiento. De la víctima se ha escrito y divulgado mucho, ¿pero quién era Álvaro de Ayala, el rector que decidió ponerse de su lado? El profesor e investigador honorífico de la UAH Gonzalo Gómez desvela en este artículo algunas de las claves de su biografía

Durante la primera etapa de la Universidad de Alcalá (1508-1836) el rector era elegido entre los colegiales del Mayor de San Ildefonso de forma anual, cada 18 de octubre. Este colegio Mayor era la institución que gobernaba la universidad y, según la intención de Cisneros, sus miembros debían ser el espejo en el que se mirasen el resto de los estudiantes. Todos los colegiales del Mayor obtenían la beca por 8 años en los cuáles estudiaban Teología. Antes habían estudiado los cursos de Filosofía -base del Humanismo- y probablemente también Derecho Canónico.

En un año de mandato del rector puede parecer que poco o nada se podría hacer: administrar cuentas anuales, mantener el orden, fiscalizar las visitas de las aulas, ayudar en las auditorías que se hacían desde la Magistral e impartir justicia. Este último solamente a los miembros de la comunidad universitaria. Es decir, que los estudiantes y profesores, por el mero hecho de estar matriculados o adscritos a una facultad, estaban bajo la jurisdicción del rector y no del concejo de Alcalá.

LA HISTORIA DEL RECTOR ÁLVARO DE AYALA

En este orden establecido llega a nuestra historia Álvaro de Ayala. Nació a finales del siglo XVI en una familia acomodada. Al no ser el primogénito no pudo heredar el título de su padre, Conde de Fuensalida, así que su determinación fue estudiar en Alcalá de Henares. Desde Toledo llegó a principios del siglo XVII para hacer los cursos de Derecho Canónico, de los que sale bachiller y licenciado en 1617. Ese mismo año obtuvo la beca para estudiar Teología en el Mayor de San Ildefonso. Era habitual que un colegial también fuera profesor de un grado que ya hubiera superado mientras estudiaba otro grado. En este caso, Álvaro de Ayala impartió docencia siendo colegial al obtener la cátedra de Sexto de Decretales en 1623 y la Menor de Cánones en 1624.

En su vida personal, sabemos que tanto él como su hermana Catalina renunciaron en 1621 a sus legítimas herencias en favor del hermano mayor, que ya era el nuevo Conde de Fuensalida. Sin embargo, la relación entre los hermanos fue altamente generosa pues el mayor les proveyó de todas las comodidades.

Hay dos hechos fundamentales para poder acercarnos a la humanidad de Álvaro de Ayala, a su personalidad y carácter. Primero, la sentencia de divorcio en el caso de malos tratos hacia Francisca de Pedraza. Segundo, su inesperada enfermedad y muerte, a primeros de noviembre del mismo año de la sentencia: 1624.

Por la parte jurídica, vemos a un Álvaro de Ayala elegido rector para el curso 1623-1624 en medio de un fuerte control por parte de Roma y el Nuncio hacia la Universidad de Alcalá, incluso suspendiendo actos académicos. El nuevo rey Felipe IV llevaba dos años en el trono y se había nombrado en 1622 al nuevo valido del monarca: el Conde Duque de Olivares. El rector tenía la potestad apostólica, es decir otorgada por el Papa, de ejercer como juez de la comunidad académica.

EL DIVORCIO EN EL SIGLO XVII: UNA OPCIÓN PREVISTA EN EL DERECHO CANÓNICO

En estos años entre 1619 y 1622 aparece un proceso en el que una mujer, Francisca de Pedraza, persigue divorciarse de su marido Jerónimo de Jaras. El divorcio no era habitual pero tampoco estaba prohibido. Es decir, no existía el divorcio como lo entendemos en términos actuales de disolución del matrimonio, pero sí existía el divorcio como cese de la convivencia. Y de ello se encargaba el Derecho Canónico, puesto que el matrimonio entonces sólo existía en esta vía jurídica. Ya existen sentencias de divorcio en el siglo XVI, incluso divorcio por malos tratos como el que se produjo en Arévalo (Ávila) en 1516. La violencia hacia la mujer exigía en los procesos actuar con rapidez y cautela, ya que incluso se describía la posibilidad de la muerte de la mujer.

Por tanto, el divorcio y los malos tratos existían antes de Álvaro de Ayala y de hecho podemos entender que nuestro protagonista se enmarca en una corriente favorable al divorcio en España y en particular en Castilla desde el siglo XVI, en los términos ya indicados de no disolución -no podían volver a casarse- pero sí de separación de convivencia. En este sentido, la obra de Cervantes El Juez de los divorcios (Madrid, 1615) amplía el sentido social de este término de divorcio con el sentido cómico de nuestro inmortal escritor.

Lo que no era habitual era que un rector aceptara un proceso fuera de la comunidad universitaria y ahí entra una parte de la personalidad de Álvaro de Ayala: la profesional. Una persona recta, que no se dejó disuadir por consideraciones ajenas a su conciencia, sensible a un caso de violencia y vejaciones hacia una mujer -Francisca de Pedraza- y firme en su sentencia al resolver el caso que llevaba años en espera. Así como ejecutar, no sólo el fin de la convivencia, sino la multa hacia Jerónimo de Jaras para hacer efectiva la devolución de la dote matrimonial. Todo ello entre mayo y septiembre de 1624, es decir, dentro de su mandato.

Por otro lado, tenemos al Álvaro de Ayala que se muestra como es en la cercanía de la muerte. Una muerte que le sorprende en plena juventud y con una proyección religiosa. En su testamento realizó varias peticiones en las que se muestra del todo generoso, con magnanimidad y grandeza de ánimo. Así, en el documento se dirige al Colegio Mayor de San Ildefonso “a quién yo estimo y amo y debo tanto que en demostración de esta voluntad se le den los paños franceses que yo tengo que son cuatro en que están los cuatro tiempos los cuáles sean para las salas y cámara rectoral”.

A su criado Pedro Peco le dejó 400 ducados -cuatro veces el sueldo de un año- “porque me ha servido más de veinte años con mucha satisfacción y fidelidad y amor”. Así en una sucesiva atención hacia varios personajes, incluyendo los doctores médicos Heredia y Barreda que le atendieron estando enfermo, dos jarras de alto valor en plata y “mi buena voluntad que quisiera darles mucho más por su cuidado y puntualidad”.  Con todos se muestra enteramente agradecido por lo que estos personajes supusieron en la corta vida de Álvaro de Ayala. Se ve, además, un carácter firme y pragmático al aceptar un destino que a todos nos hubiera parecido injusto e incomprensible. Y, además, llega a disculparse por la inmediatez en que parece se resolvió su enfermedad. Así, a su amiga Ana de Ocampo le dice que “me perdone que no puedo alargarme más como quisiera”.

La importancia del humanismo: "Devolver la dignidad a quien la hubiera perdido"

Por último, un rasgo no menos importante. Su intención de entrar en la orden religiosa que era la punta de lanza de la iglesia católica y que potenciaba la ciencia y la espiritualidad por igual: los jesuitas. Al ser colegial de San Ildefonso no podía acceder a una orden religiosa, por lo que es probable que quisiera hacerlo cuando finalizase la Teología en Alcalá. La repentina enfermedad le llevó a solicitar ser aceptado como hermano y así lo hizo el mismo día en que falleció.

En Historia de la Compañía de Jesús de Alcalá 1600-1634, segunda parte, se indicó en los que entraron en la Compañía de Jesús el año de 1624 al “hermano Álvaro de Ayala hijo del conde de Fuensalida y sucesor si viviera en el siglo en sus estados fue recibido en 6 de noviembre último día de su vida siendo colegial mayor y rector de esta universidad y licenciado en cánones, prisiones que le habían impedido el cumplir antes el fervoroso deseo de su vocación a esta religión. Murió con extraordinario consuelo viéndolo cumplido, aunque tan tarde. Se alzó el colegio mayor con el cuerpo por ser de su jurisdicción y haber muerto en su casa, pero se enterró con el hábito de la Compañía. Dio el hermano Álvaro en vida doscientos ducados para ayuda a hacer la verja de la capilla de las santas formas”.

Hay unos rasgos innatos a su naturaleza que se desarrollaron en los estudios humanísticos en la Universidad de Alcalá. Un humanismo que propugnaba por devolver la dignidad a quién la hubiera perdido. Como le pasó a Francisca de Pedraza. Desde luego fue un colegial y rector prototipo de humanismo y determinación. Aquel ideal que quiso Cisneros para ejemplo del resto de la comunidad universitaria.

Falleció la noche del 5 al 6 de noviembre de 1624 en el Colegio Mayor de San Ildefonso de la Universidad de Alcalá. Su cuerpo fue sepultado en el convento de franciscanos de Fuensalida.

 

GONZALO GÓMEZ ES PROFESOR E INVESTIGADOR
HONORÍFICO DE LA UNIVERSIDAD DE ALCALÁ

 

 

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