Un profesor emérito de la UAH, discípulo del mayor experto mundial en brujería
El especialista en tradiciones populares, supersticiones y epidemias de brujas en la sociedad del Antiguo Régimen, Gustav Henningsen, ha entregado a la Universidad Pública de Navarra (UPNA) su fondo documental y bibliográfico. Por cuestiones de salud, Henningsen no pudo acudir al acto de donación, pero en su nombre asistió Jaime Contreras, profesor emérito de la UAH, investigador de la Inquisición española y discípulo de Henningsen, quien nos detalla el legado de este experto danés.
Jaime Contreras, estudió y fue profesor Titular de la Universidad Autónoma de Madrid y fuera de la institución colaboró con el profesor Henningsen durante más de diez años en el estudio sobre procesos y relaciones del Santo Oficio y los fondos procesales del Tribunal de la Inquisición, lo que dio como resultado un banco de datos que hoy es considerado una de las piezas fundamentales para estudiar cualquier proceso delictivo que tuviera lugar bajo la jurisdicción del Santo Oficio: judaizantes, moriscos, protestantes, proposiciones heréticas, bigamia, supersticiones, confesiones solicitantes, etc. desde un punto de vista cultural y religioso de la sociedad preindustrial. El profesor Contreras centró su tesis doctoral en la Inquisición de Galicia y trabajó en investigaciones sobre judaizantes y moriscos, de ahí que gestionara el Instituto de Estudios Sefardíes y Andalusíes en la Universidad de Alcalá, donde fue Catedrático hasta su jubilación.
Como explica el profesor Contreras, ‘Henningsen comenzó estudiando tradiciones populares en Dinamarca con un sesgo supersticioso o hechicería, lo que le condujo a estudiar la brujería en el contexto europeo. En ese momento aparecieron algunos estudios anglosajones, fundamentalmente, que llegaron a demostrar la existencia de grandes cazas de brujas en el norte de Europa durante los siglos XIV y XV, la baja Edad Media durante el período de la peste negra, lo cual le llevó directamente a descubrir que una de las fuentes importantes para estudiar la brujería en Europa eran los procesos de la Inquisición española, y eso le hizo venir a España. Empezó a trabajar en algunas zonas, fundamentalmente Galicia, buscando, procesos de brujas, no solamente en el pasado, sino también en una cierta proyección hacia el presente y entró en contacto con uno de los mejores antropólogos que hemos tenido en España, Julio Caro Baroja, el cual había publicado un libro titulado Las Brujas y su mundo. Este autor le dio la pista a Henningsen para que focalizara su estudio en una zona específica del norte de Navarra, en el límite también con Francia, cuyo epicentro era Zugarramurdi’.
Y es que el a principios de 1600, en esta pequeña aldea de la montaña navarra, se produjo una auténtica epidemia de “creencias y manifestaciones brujeriles” influenciados por los hechos que por entonces se daban igualmente en el lado francés del Pirineo. Este hecho llegó a oídos del tribunal de la Inquisición de Logroño, que por aquel entonces se encargaba de la jurisdicción de Navarra y envió en los primeros días de enero de 1609 a un comisario de la Inquisición para que informara. Así, el 12 de enero llegó a Logroño el escrito del comisario y los dos inquisidores del tribunal, que creían en la realidad de la brujería, quienes ordenaron la detención de cuatro de las brujas que habían confesado. ‘En esa zona se desató una auténtica y caótica epidemia en la que se acusaban unos a otros de ser brujos. Ante estos hechos, intervino la Inquisición y se iniciaron una serie de procesos con análisis de testificación que finalizaron con una serie de personas acusadas. Uno de estos fue el auto de fe de Logroño de 1610 donde fueron quemadas diversas brujas, que se unen a las que sufrieron la pena de la hoguera en los procesos incoados por el inquisidor francés Pierre de Lancre’.
Entre los miembros del Tribunal de la Inquisición que procesaron y realizaron estos procesos en España, destacó Alonso de Salazar y Frías, un inquisidor que manifestó su discordancia en relación con sus otros dos compañeros, tanto con el procedimiento que se había seguido en las certificaciones, como con las sentencias que se incubaron y pidió al órgano superior de Gobierno de la Inquisición de España, la Suprema de Madrid, la Santa y General Inquisición, que estudiase detenidamente el contenido de los procesos’, explica el profesor Contreras, quien finaliza el relato, ‘Salazar Frías estudió estos procesos y planteó una pregunta importante a la Suprema: él no tenía evidencias objetivas y empíricas que demostrase que allí había habido procesos de brujería. La Suprema, sorprendida, en un primer momento no hizo demasiado caso a las advertencias de Salazar Frías, pero ante la insistencia de éste, decretó que este inquisidor disidente hiciese una visita de inspección empírica al norte de Navarra, al lugar donde habían tenido los hechos. El resultado de ese trabajo, que dura aproximadamente tres años, llegó a demostrar mediante un trabajo antropológicamente muy moderno, que tales acusaciones eran falsas y habían sido producto de recelos personales incluso ensoñaciones’. Gracias a la investigación de Alonso de Salazar y Frías, en 1814, la Suprema decretó que, a partir de entonces, en todos los tribunales de la Inquisición en España, cuando alguien acusaba a otro de brujería, debía ser silenciado o reprendido.
Aquí finaliza la historia de la brujería en España, demostrando que tal fenómeno no existía y finalizando los años de persecuciones masivas en Europa. Gustav dio a conocer este hecho en toda Europa en su libro El abogado de las brujas. Gracias a su donación a la UPNA, entre los que se encuentran copias de los documentos de Salazar, así como filmaciones y grabaciones, investigadores de todo el mundo podrán ampliar su investigación en este campo y la Universidad Pública de Navarra se convertirá en un centro de investigación sobre estos fenómenos tan importantes en las sociedades del Antiguo Régimen como son la superstición, la magia, la hechicería y la brujería. Y ¿cómo llega este mito a la actualidad? ‘en el fondo es exactamente el mismo fenómeno: la necesidad que tiene el ser humano de no someter su discurso a la razón, sino a discursos más elevados, más supersticiosos e intuitivos. A veces, necesitamos creer en el sentimiento más que en la razón. Eso es una de las causas fundamentales que nos lleva a derivar creencias hacia el esoterismo. Yo soy un historiador que cree en el fenómeno humano, en el análisis del fenómeno desde criterios racionales’ puntualiza.
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