América Latina, ¿el fin de la desigualdad o una protesta más? Investigadores del IELAT responden a la pregunta

En los últimos meses algunos países de América Latina se han visto afectados por diferentes movimientos sociales. Los investigadores del IELAT Mirka Verónica Torres Acosta, Aitor Díaz-Maroto Isidro y Gonzalo Andrés García Fernández analizan la situación.

americalatinadenPara empezar, señalan que hay una importante diferencia entre los hechos que se desarrollan o se han desarrollado en Chile, Ecuador, Bolivia y Colombia, ya que lo que sucede en Bolivia, claramente, no ocurre en los otros países. ‘En Bolivia nos encontramos con una sucesión de hitos que distan mucho de poder ser comparados con lo que está sucediendo en los países vecinos: desconocimiento de los resultados del referéndum para validar su candidatura por parte de Evo Morales, unas elecciones sobre las que recae la sospecha de alteración de los resultados, una oposición que inicia las protestas, una auditoría de la Organización de Estados Americanos (OEA) que solamente muestra los datos preliminares de la misma, una repetición electoral, un motín policial, una llamada del Jefe del Ejército al presidente Morales para que dimita (lo que viene a ser una injerencia del Ejército en la política nacional, es decir, un golpe de Estado), su efectiva dimisión, su huida del país, una autoproclamación presidencial en la figura de Jeanine Yáñez y un estallido social contra el golpe seguido de unos niveles de represión extremadamente altos. En definitiva, nos encontramos ante un escenario que dista mucho de lo que sucede en Colombia y Chile, por ejemplo. Por lo tanto, como primera conclusión, consideramos necesario señalar que hay que analizar a Bolivia de una forma diferente, separada, siempre que sea posible, de los otros casos que convulsionan la región’.

Realizada esta matización, los investigadores sí ven rasgos comunes y transversales e las protestas de Ecuador (punto inicial de lo que algunos expertos ya comienzan a llamar ‘Primavera Latinoamericana’) y que se están produciendo también en Chile y en Colombia. ‘La principal de ellas es la desigualdad. América Latina es una de las regiones mundiales más desiguales, donde el reparto equitativo de la riqueza no se realiza o se realiza de forma desastrosa, consiguiendo constituir sociedades que se convierten en ollas a presión a punto de estallar en cualquier momento. Con situaciones como la chilena, resumida en el recrudecimiento de las condiciones de vida en un sistema político apoyado en Tratados de Libre Comercio, la inversión extranjera, el desarrollo de una economía basada en la venta de materias primas (cobre, litio) o en la política de bonos y subvenciones sociales (discriminación positiva). Todo ello ante una precarización continua y desmedida de unas clases medias más sociológicas que económicas, el ajuste de las pensiones (AFP) en mensualidades miserables, la afluencia de los últimos años de la temporalidad laboral, la dificultad de las clases más pobres para acceder a un sistema educativo secuestrado por la deuda estatal (CAE o Crédito con Aval del Estado), es extraño que no terminase por provocar una desafección masiva en un sistema que no funcionaba para conquistar proyectos de vida dignos e ilusionantes’.

El caso colombiano
El caso colombiano es simbólico. Los jóvenes no pueden acceder a la universidad debido a los altos préstamos que tienen que contraer, o bien con la institución o bien directamente con bancos, el mal funcionamiento del sistema público de salud, una falta flagrante de infraestructuras a lo largo y ancho del país... ‘A ello se suma un sistema de pensiones que no termina de asentarse, variando entre la privatización o la participación estatal, y una serie de medidas como bajada de impuestos a sociedades o a rentas más altas que se puede resumir en ‘El Paquetazo’, nombre coloquial con el que se conoce a la reforma fiscal que el presidente Iván Duque intentó aprobar y que ha motivado estas protestas actuales’, añaden los investigadores del IELAT.
 
Se ha roto el pacto social y la sociedad civil es protagonista
 En su opinión, otra de las características de la región es que se ha producido la ruptura de los pactos sociales en estos países. ‘A lo largo de décadas, los diferentes gobiernos se han preocupado por construir cierta paz social a través de diferentes mecanismos que les han permitido mantener el control de unas sociedades tremendamente polarizadas en lo económico. Con la llegada de los diferentes gobiernos de izquierda más o menos radicales a Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Chile o Argentina, esta paz social a la que nos referimos se fue moldeando hacia un escenario en el que esa desigualdad casi congénita (pudiendo justificarse su existencia desde las independencias de las repúblicas latinoamericanas en el siglo XIX) se iba paliando. Uno de los problemas por los que la población ecuatoriana se lanza a la calle es, efectivamente, el intento del gobierno de Lenín Moreno de subvertir ciertos subsidios a los combustibles (principalmente) que permitían a enormes bolsas de la población poder acceder a un bien tan necesario en nuestros días como es la gasolina. De igual forma, estos pactos sociales que han saltado por los aires en los últimos meses se apoyaban también en el no cuestionamiento del status quo por ninguna de las partes y por la construcción de unas élites que se han visto incapaces de poner entre las cuerdas aquella desigualdad heredada e hipertrofiada. Si tenemos que hablar de nuevas fuerzas políticas emergentes en dichos países y que, efectivamente, han protagonizado estos estallidos sociales, no nos podemos referir a otra que no sea la sociedad civil organizada. Partidos políticos, sindicatos y asociaciones tradicionales se han mostrado incapaces de canalizar el descontento, si bien algunos sindicatos se encuentran en los convocantes iniciales de estas marchas’.

Con el paso del tiempo, ha sido esta sociedad civil organizada al margen de las herramientas tradicionales de actuación política la que se ha constituido como la verdadera fuerza emergente. ‘De igual forma, los estudiantes universitarios y las poblaciones indígenas (sobre todo en Ecuador y Bolivia) han sumado fuerza y presencia pública, al estar muy involucradas en dichas movilizaciones y al hacer suyos los reclamos de toda la sociedad. Por lo tanto, no podemos dejar de considerar que, si bien partidos y sindicatos tradicionales han intentado capitalizar estas protestas, no lo han conseguido en gran medida, siendo estudiantes, indígenas y sociedad civil en general quienes han llevado la pauta de las movilizaciones’.

Al centrar el análisis en los casos concretos, es obvio que cada país tiene unas dinámicas y unas características que diferencian unas protestas de otras. Mientras que en Chile y en Ecuador las protestas escalan su intensidad y masificación a raíz de una represión desmedida y descontrolada por parte del Estado, causando un buen número de muertos, en Colombia es necesario sumar a la larga lista de agravios casi históricos a buena parte de la ciudadanía el problema de la violencia, las bacrim, las disidencias de las FARC, la nula intención del gobierno de Duque de negociar con el ELN, los asesinatos masivos de líderes sociales o la no implementación de los Acuerdos de La Habana y el enquistamiento del proceso de paz, entre otros. ‘Si acudimos a Bolivia, como hemos dicho al principio de este breve análisis, las características son muy diferentes. Todas las protestas, principalmente, se basan en un enfrentamiento directo entre partidarios y detractores del golpe de Estado contra Evo Morales. Por otro lado, el gobierno Yáñez y la también brutal represión de este contra los manifestantes y las comunidades indígenas ha consolidado una respuesta por parte de la autoproclamada presidenta del país que ahonda en un clasismo y un racismo subyacentes que se han vuelto patentes en pocos días’, explican los expertos.

¿Posible contagio?
La respuesta es sí: ‘lo vimos con la Primavera Árabe y su contagio de Túnez a Egipto, Libia, Argelia, Siria, Jordania, Líbano y Omán, con diferentes resultados, y también se pudo observar con el caso del movimiento social del 15M en España, que acabó por extenderse a países como Grecia, Italia, Francia o Estados Unidos, con el conocido ‘Occupy Wall Street’. En este caso podríamos estar ante un escenario de similares características. Si observamos los países del entorno, Argentina se enfrenta ahora a un relevo en el poder que supone la vuelta del peronismo a la presidencia y dependerá de las acciones económicas que Alberto Fernández emprenda para atajar una crisis financiera de gran calado. En el caso de Brasil vemos que se podría considerar también una bomba de relojería, con la cuenta atrás en marcha: Lula da Silva, expresidente del país por el Partido de los Trabajadores, ha sido condenado de nuevo por corrupción y continúa en la calle tras pasar por prisión, gracias a un dictamen del Tribunal Supremo que le permite estar fuera de la cárcel hasta que se le condene en firme. Dependiendo de cómo se inserte su figura en la vida política brasileña, el país marchará hacia un choque interno o no. De igual forma, no podemos perder de vista la posibilidad de que Jair Bolsonaro, actual presidente, sea juzgado por el asesinato de la concejala de Río de Janeiro Marielle Franco, ya que ha sido señalado directamente por los acusados del crimen. En Perú, por otra parte, también existen tensiones internas propias debido a la salida de prisión de Keiko Fujimori, decretada por el Tribunal Constitucional, y la celebración de las elecciones legislativas en enero de 2020, tras la disolución del Parlamento. Tampoco podemos dejar de mencionar la convulsión constante que sufre Venezuela, otro foco que, en cualquier momento, puede sufrir la influencia de estas corrientes de protesta. Se propagan explicaciones poco claras sobre la injerencia del ‘castro-chavismo’ en estas manifestaciones, específicamente en el caso chileno, por ejemplo. Aunque sí se podría establecer su relación con parte de lo que pasa en Bolivia por la adhesión de la acción política de Evo Morales con el Socialismo del siglo XXI, pero tampoco explica finamente los hechos en Ecuador o en Colombia’.
 
En definitiva, estamos ante una ola de protestas en América Latina que hace reflexionar profundamente sobre las sociedades que se han construido desde sus independencias en el siglo XIX. El futuro resulta incierto. ‘Todo resulta difícil de pronosticar aunque, a pesar de ello, nos queda clara una cuestión, y replicando el lema popular de las protestas en Chile, ‘No son treinta pesos, son treinta años’’
 
Como conclusión, ‘no estamos ante una problemática coyuntural, sino ante una problemática de corte estructural en la región que nos lleva a cuestionarnos si, efectivamente, el modelo político, social y económico en su conjunto que impera en Latinoamérica está en crisis. Solo tenemos la certeza de que la ciudadanía ha dicho basta y que, por lo tanto, ya no valen medidas ni recetas cortoplacistas, pero tampoco los populismos clásicos que se han propagado en la región históricamente para abordar problemas que son de hondo calado. La calle en movimiento está reclamando nuevas ideas y proyectos para viejas exigencias, pero también nuevas demandas que los partidos políticos no logran escuchar. Estamos ante una oportunidad histórica para que estas crisis no se queden en papel mojado y puedan traducirse en cambios efectivos para transformar la vida de las personas’, concluyen los investigadores.

Publicado en: Reportaje