Las obras en el nuevo campus de la Universidad de Alcalá en Guadalajara ponen al descubierto un cementerio tardomedieval y restos de la antigua muralla andalusí de la ciudad
Los restos encontrados permitirán profundizar en el conocimiento de la Guadalajara medieval.
Desde mediados del mes de mayo se vienen desarrollando, en el futuro Campus de la Universidad de Alcalá en Guadalajara, dos actuaciones arqueológicas de gran relevancia para la ciudad. Por una parte, la excavación de un notable cementerio tardomedieval en el extremo oeste del campus, junto a la calle Dos de Mayo, bajo la dirección técnica de los arqueólogos Ernesto Agustí y Carlos Caballero, y por otra, el descubrimiento de restos de la antigua muralla andalusí, en la calle Madrid, con el arqueólogo Ildefonso Ramírez como director.
La excavación del cementerio se desarrolla en los terrenos que, una vez finalizado el nuevo campus, ocuparán un edificio dedicado a investigación y un aparcamiento subterráneo que dará servicio a todas las instalaciones universitarias. La presencia de los enterramientos que ahora se están descubriendo fue detectada en unos estudios arqueológicos, previos a la redacción del proyecto del campus, acometidos por la UAH en 2020, con la finalidad de conocer mejor la zona de intervención. A resultas de los hallazgos de tales estudios, la Viceconsejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha requirió la realización de una excavación arqueológica en área que descubriera todos los enterramientos afectados por las futuras edificaciones.
Los trabajos realizados hasta el momento han permitido identificar, en dichos terrenos, más de 200 tumbas que se distribuyen con regularidad por la parcela. Se trata de una necrópolis de época bajomedieval, con cronologías en torno a los siglos XIV-XV. Los enterramientos, a los que acompaña un ajuar muy escaso o, en la mayoría de los casos, inexistente, ofrecen una variedad de tipologías. Destaca la presencia de algunas inhumaciones cubiertas con bóvedas de ladrillo, un tipo de enterramiento, conocido como lucillo, que es característico de este momento.
El cementerio que se está estudiando, del que se han excavado ya en torno a ciento cincuenta tumbas, tiene muchas características en común con otra necrópolis bajomedieval que ya había sido estudiada, hace ahora un lustro, en los terrenos del actual cementerio municipal. Los datos obtenidos en aquella excavación, sumados a los que hasta ahora se han podido recuperar en los terrenos del campus, permiten suponer que nos encontramos ante una gran necrópolis perteneciente, probablemente, a una comunidad multicultural de Guadalajara, ciudad que había sido conquistada por los ejércitos cristianos en 1085. No obstante, estas conclusiones, provisionales, podrán concretarse a medida que avancen los trabajos de campo, que se prolongarán durante el resto del mes de octubre, y con el estudio posterior de los restos recuperados en la excavación, que se enviarán para su custodia al Museo de Guadalajara.
El hallazgo de la muralla, por su parte, se produjo durante la supervisión arqueológica de la cimentación del nuevo vallado del Campus a lo largo de la calle Madrid. Los restos corresponden al encuentro de la muralla con el torreón sur de la Puerta de la Alcallería.
Si bien existe constancia documental de la apertura de una puerta en esta zona en 1550, todo indica un claro origen andalusí de los restos aparecidos. Se trata de un muro de mampostería de cal y canto con mampuesto con tizones verticales que conserva un grosor de cuatro codos, es decir, cerca de dos metros.
La antigua medina de Guadalajara discurría desde este punto hasta el río Henares, quedando constreñida por los cursos fluviales del Alamín y el San Antonio. Su fundación durante la primera mitad del siglo IX resolvía, con un nuevo emplazamiento, un cambio de estrategia en el control de la cora o distrito de Wadi-l-Hiyara, controlando en esta época una amplia área desde el actual Madrid hasta Atienza.
La excavación arqueológica ha documentado cómo el arrabal que se desarrolló al sureste -teniendo como referencia la actual calle Miguel Fluiters / calle Mayor- se encontraba ya a finales del siglo XI muy saturado, produciéndose adosamientos de viviendas a la muralla durante los últimos tiempos de la taifa. De igual forma, se ha reconocido una ampliación del grosor de la muralla mediante un forro en su trasdós.
Para conservar y valorar las estructuras históricas, se ha modificado el diseño original del cerramiento del campus. Por una parte, los hallazgos se han protegido adecuadamente y la base del vallado vuela sobre la muralla en vez de apoyarse en ella, lo que permitirá acondicionar la zona en el futuro para exponer los restos. Por otra, se ha modificado el diseño de la reja en el tramo de interés, aumentando su transparencia y flanqueándolo con dos vitrinas que albergarán paneles divulgativos.
Estos hallazgos permiten avanzar en el conocimiento de la Guadalajara medieval, habitada por una vibrante comunidad multicultural y con claras trazas de la existencia de un alcázar andalusí anterior al Alcázar Real cristiano.
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