La tolerancia al calor ha evolucionado más despacio que al frío en especies animales y vegetales

Un grupo de investigación internacional formado por ecólogos, fisiólogos y biólogos evolutivos en el que se encuentra el profesor Ignacio Morales-Castilla, investigador del Departamento de Ciencias de la Vida de la UAH, muestra que muchas especies tienen mayores dificultades en adaptarse al calor que al frío.

En concreto, la capacidad de adaptarse a las bajas temperaturas ha evolucionado hasta el doble de rápido en muy poco tiempo evolutivo y es especialmente destacado en endotermos (mamíferos y aves) que mantienen la temperatura corporal más o menos constante utilizando el metabolismo, mientras que ectotermos y plantas muestran de un modo general más dificultades para ampliar su tolerancia al frío, aunque también determinadas especies de algas son capaces de soportar temperaturas extremadamente frías.

Según las especies, existen limitaciones fisiológicas que hacen que sea más difícil sobrevivir a partir de ciertos límites de calor, ya que hay partes de las fisiologías de los organismos que empiezan a no funcionar tan bien y a no ser capaces de cumplir las funciones biológicas, lo que hace que, una vez alcanzados esos techos máximos de temperatura, a muchas especies les resulte más difícil adaptarse al calor que al frío.

Como explica el profesor, ‘además, existe una correlación muy alta entre qué temperatura es capaz de tolerar la especie y qué niveles de frío o de calor se experimentan en el lugar donde viven. Así, aquellas especies que han sido capaces de instalarse en lugares del planeta donde se alcanzan temperaturas muy frías, son capaces de tolerarlas mejor, y lo mismo sucede con el calor. Pero además de esto, hay efectos de herencia en función del parentesco con especies que vivieron en la tierra en un momento donde hacía más frío o calor, lo que explica su tolerancia a las temperaturas extremas’.

Por ejemplo, en los desiertos australianos, las hormigas rojas de la miel (Melophorus bagoti) son capaces de mantenerse activas durante los días más cálidos del verano tolerando temperaturas por encima de los 50 °C. Lo mismo les sucede a los lagartos corredores del género Aspidoscelis que habitan en zonas secas y expuestas al sol en desiertos del suroeste de Estados Unidos.

Por el contrario, invertebrados como el colémbolo Cryptopygus antarcticus sobreviven al frío extremo y alcanzan puntos de sobreenfriamiento cercanos a los 30 °C bajo cero para soportar las duras condiciones que impone el invierno antártico. En este sentido, la tolerancia fisiológica de los seres vivos al calor y al frío determina en qué lugares del planeta pueden vivir o qué estaciones les son más propicias para desempeñar sus actividades.

Los datos que revela el estudio son de gran relevancia para comprender las consecuencias del cambio climático ya que, a raíz de este problema están aumentando las temperaturas a nivel global. A pesar de que el clima en la tierra ha sido predominante cálido y cuando ha cambiado a más frío, multitud de especies empezaron a cambiar a esos nuevos climas, el cambio climático está aumentando la temperatura en poco tiempo y las especies que no puedan emigrar hacia climas más favorables, acabarán extinguiéndose.

En cuanto a cómo los seres humanos soportamos las temperaturas extremas, nosotros tenemos la suerte de contar con ropa, calefacción, aire acondicionado… Por su parte, el profesor Morales, junto a la Dra. Mercedes Uscola y a la doctoranda Lara Río, también de la Universidad de Alcalá, estudian la tolerancia a temperaturas extremas de ejemplares de la misma especie se adaptan o no a las temperaturas de donde viven.

Publicado en: Reportaje