Estornudar, bostezar, la tos… ¿qué tipos de movimientos involuntarios produce el ser humano?
El cuerpo humano es una máquina perfecta que nos permite estar vivos gracias al trabajo en conjunto de numerosos sistemas. Gracias al desarrollo de esta perfecta labor en equipo funciona nuestro corazón, nuestros pulmones, etc que se mueven involuntariamente. De estos movimientos nos habla Carolina Roza, profesora de Fisiología en el Departamento de Biología de Sistemas de la Universidad de Alcalá.
Como explica la profesora, los movimientos son respuestas de los organismos ante algún tipo de estímulo. De modo general podemos distinguir entre movimientos voluntarios y reflejos o involuntarios. En los primeros se incluyen todos aquellos movimientos que podemos controlar, incluidos los movimientos rítmicos como masticar o caminar o cualquier movimiento de tipo cíclico, como explica la profesora: ‘si lo puedes terminar, es un movimiento voluntario’. La pregunta difícil de contestar aquí es: ¿cuál es ese estímulo que provoca el movimiento? ‘Seguro que a todos nos ha pasado sentir hambre, acercarse al frutero, coger una pieza de fruta y empezar a masticar. Todo esto que parece que hacemos de modo automático sigue siendo una sucesión de movimientos voluntarios, porque podemos terminarlos cuando queramos. Todos los animales, por muy sencillos que sean, producen estos movimientos. Los seres humanos, somos organismos muy complejos y por lo tanto podemos generar movimientos muy complejos y precisos: tocar un instrumento’ expone Carolina Roza.
Todos los demás movimientos, que son la mayoría, son movimientos reflejos y son fundamentales para la supervivencia. La profesora de Fisiología explica que ‘estos movimientos no los podemos terminar ni evitar a voluntad. En este tipo de movimientos incluimos los que ocurren en nuestros órganos internos, como el corazón. Podemos sentir que en ocasiones nuestro corazón late muy fuerte y rápido simplemente con ponernos la mano en el pecho, sin embargo, no podemos cambiarlo. Lo cierto es que otros órganos internos o vísceras, también se están moviendo, pero ni siquiera podemos comprobar cómo se mueve nuestro estómago a medida que va expulsando hacia el intestino el bolo alimenticio. Tampoco sabemos que un uréter se está moviendo para que las gotas de orina que se forman en el riñón lleguen hasta la vejiga. Y así un largo etcétera de funciones vitales para la supervivencia de cualquier organismo que se mantienen gracias a estos movimientos involuntarios. En este caso se conoce mejor los circuitos que controlan estos movimientos’.
Todo ello se debe al engranaje de distintos sistemas, como asevera Carolina ‘sabemos que todo comienza en un sensor específico que capta, por ejemplo, que hay poco oxígeno en nuestra sangre. A estos sensores los llamamos neuronas sensoriales, y envían señales a un centro de control que está siempre en algún en el Sistema Nervioso Central (en este caso está en el tronco del encéfalo, a la altura del cuello) que es donde se decide la ‘respuesta’. Desde ahí una neurona motora va a llegar al corazón y va a conseguir que éste se contraiga más rápido y más fuerte (para que pueda mover el oxígeno en la sangre más rápido). Tenemos muchísimos sensores que están trabajando de manera ininterrumpida y muchos centros de control que están decidiendo respuestas y provocando movimientos. Y todo esto sin que seamos conscientes de ello ¡menos mal!’
Por ejemplo, el estornudo o la tos forman parte de estos movimientos involuntarios reflejos, aunque en este caso, podemos ver claramente la respuesta motora. ‘Todo empieza en unos sensores que se encuentran en la vía respiratoria y que son muy sensibles al movimiento y a sustancias irritantes. Cuando se activan, envían información al centro de control respiratorio (también situado en el tronco del encéfalo) y a partir de ahí se genera una respuesta motora en dos fases: primero se inhala aire y se cierra la vía respiratoria de modo que la presión dentro del pulmón está muy alta; a continuación, se abre la vía respiratoria de modo que el aire a presión ‘explota’ hacia fuera llevándose consigo los irritantes que provocaron este reflejo, llamado tusígeno. Estos reflejos evitan que puedan entrar cuerpos extraños en nuestros pulmones, por lo tanto, nos protegen’ cuenta la profesora de la UAH.
Además, el cuerpo humano produce otros movimientos involuntarios que nos protegen, son los llamados reflejos de retirada. Como relata la profesora Roza, ‘son fundamentales para la supervivencia, porque evitan lesiones. Gracias a estos reflejos retiramos de manera casi instantánea la mano si tocamos algo muy caliente para evitar así una quemadura. Del mismo modo, si entra una pestaña en el ojo, empezará un parpadeo involuntario o un lagrimeo para tratar de eliminar ese cuerpo extraño. Este tipo de movimientos comienzan cuando se activan unos sensores que se le llaman nociceptores que envían una señal al centro de integración en el Sistema Nervioso Central donde se va a generar una respuesta motora de retirada. Además, y a diferencia de otros movimientos involuntarios, los reflejos de retirada suelen ir acompañados de una sensación consciente desagradable o dolor que se produce cuando la señal del nociceptor llega a otros centros de integración en la corteza cerebral. Gracias a estos sensores podemos comer una sopa o darnos una ducha de agua caliente sin miedo a quemarnos. Cuando la temperatura supera un umbral crítico, que puede provocar un daño, entonces, se activarán esos nociceptores: la sensación agradable de la ducha de agua caliente se convierte en una sensación desagradable y molesta. Todos los organismos tienen estos circuitos que son fundamentales para la supervivencia’.
Figura I: esquema de los circuitos nerviosos responsables de los movimientos reflejos |
También existen otros muchos tipos de movimientos reflejos, por ejemplo, los que permiten mantener nuestra postura, mover los ojos para seguir una lectura, y un largo etc… En definitiva, la mayoría de los movimientos que generan los organismos vivos son reflejos involuntarios de los que ni si quiera somos conscientes. ‘Los circuitos nerviosos responsables de estos movimientos son muy sencillos y quedan resumidos en la Figura I. Para generar un reflejo nos basta con un sensor, un centro de integración y un músculo efector. Todos los animales, por muy sencillos que sean, generan este tipo de movimientos porque son necesarios para la supervivencia o para poder llevar a cabo de modo adecuando nuestras funciones’ puntualiza Carolina Roza.
Publicado en: Reportaje