Un investigador de la UAH descubre cómo el parásito Dicrocoelium dendriticum paraliza a su hospedador intermediario, las hormigas

La revista Scientific Reports acaba de publicar un estudio, liderado por Daniel Martín Vega, investigador postdoctoral en la Unidad de Zoología del Departamento de Ciencias de la Vida de la UAH, dedicado a analizar la forma de actuar del Dicrocoelium dendriticum, un gusano parásito capaz de manipular el comportamiento de uno de los hospedadores intermediarios, las hormigas, a las que logra paralizar durante horas.

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Daniel Martín Vega.

Cuando el gusano parásito Dicrocoelium dendriticum es adulto, se haya en los conductos biliares de su hospedador, principalmente mamíferos rumiantes, aunque también puede localizarse en otros mamíferos, incluido el hombre. Causa diarrea y dolores intestinales. Los hospedadores expulsan con las heces los huevos del parásito adulto y estos son digeridos por los caracoles. En el interior de los caracoles, el parásito se multiplica por centenares y sale al exterior a través de la baba del caracol. Las hormigas, ‘golosas’, digieren esa baba ‘envenenada’ y con ella introducen al parásito en su organismo. Todos ellos, menos uno, se enquistan en el abdomen de las hormigas. El que falta se hospeda en el cerebro y allí cumple con su función: dejarla paralizada, ‘zombi’, al caer la tarde, cuando la hormiga sale del hormiguero hambrienta y cierra sus mandíbulas atrapando la hierba. El objetivo no es otro que facilitar que el rumiante, a primera hora de la mañana, se la coma con la hierba y el ciclo vuelva a empezar. Las que tienen la suerte de no acabar en el estómago de una vaca o una cabra, en un momento del día, tal vez cuando las temperaturas suben, se pueden mover y marcharse al hormiguero, hasta que, de nuevo, al caer la tarde, salen a la hierba a comer y la historia se repite.

La investigación liderada por Daniel Martín, fruto de su estancia posdoctoral en el Museo de Ciencias Naturales de Londres, ha avanzado para conocer los entresijos de esta lección de supervivencia y astucia que, evidentemente, no es única en la naturaleza, pero es, como casi todo lo que ocurre en ella, extraordinaria. La aportación de su trabajo, en el que también han colaborado investigadores del Natural History Museum de Londres (donde Daniel Martín Vega es investigador asociado), el University College de Londres, la Universidad de Lethbridge (Canadá) y el Departamento de Agricultura y Agroalimentación del gobierno de Canadá, ha consistido en averiguar por qué la hormiga se queda paralizada en la hierba.

Esta investigación es un ejemplo de cómo las innovaciones tecnológicas son fundamentales para el avance de la ciencia. Y es que Daniel Martín y sus colaboradores han utilizado un escáner de micro-tomografía computerizada, similar al TAC usado en medicina clínica, pero con resolución de nanómetros, lo que ha permitido, sin producir ningún daño, visualizar áreas del cerebro de una hormiga donde unas neuronas se comunican con otras y también hacer representaciones virtuales.

Con estas técnicas, el investigador de la UAH ha descubierto que puede haber más de un parásito en el cerebro de la hormiga, pero siempre es uno solo el que actúa y la inmoviliza ¿Y cómo lo hace? Succionando con su ventosa oral la zona del cerebro de la hormiga que controla los músculos de las mandíbulas. ‘Eso es lo que provoca que las hormigas se queden presas de la brizna de hierba y no se puedan mover, lo que las pone a disposición de los rumiantes con total facilidad. Hasta ahora, se sabía que el parásito estaba en el cerebro, pero se desconocía qué estaba haciendo. Ahora sabemos que hay un contacto físico por medio de la ventosa oral del parásito en una región muy concreta del cerebro, produciendo probablemente un estímulo mecánico, y sospechamos que podría también liberar algún tipo de sustancia neuroquímica’, explica.

Todas estas curiosidades no son ciencia por ciencia, que ya sería bastante. Lo cierto es que en Canadá el problema parasitario se ha convertido en una enfermedad emergente que genera pérdidas económicas a los ganaderos, dado que la diarrea en las vacas provoca una producción cárnica más baja y también costes veterinarios añadidos.

Hay varios parásitos, el Dicrocoelium dendriticum no es el único, que modifican el comportamiento de su hospedador. Ocurre con el virus de la rabia, con la toxoplasmosis…’Se dice que la gente que padece este tipo de virus tiene comportamientos violentos o imprudentes, debido al parásito. En el caso del gusano en cuestión, lo que genera es una parálisis que facilita que su propio ciclo vital se desarrolle’.

La investigación sigue abierta. El próximo objetivo de Daniel y su equipo es averiguar por qué, de pronto, la hormiga infectada vuelve a moverse. ‘Creemos que está relacionado con las temperaturas ambientales, así que nuestro próximo paso será escanear hormigas infectadas para comprobar su reacción según las temperaturas’, añade.

 

Publicado en: Reportaje