Un estudio confirma la gran capacidad de adaptación de los ecosistemas del pasado incluso tras grandes perturbaciones

Un equipo internacional de investigadores, del que forma parte la UAH, ha analizado más de 3.000 fósiles de especies extintas que habitaron nuestro planeta en los últimos 60 millones de años. Sus conclusiones, que acaban de publicarse en Nature communications, demuestran que los ecosistemas son capaces de reorganizarse incluso tras graves perturbaciones. Sin embargo, ahora la preocupación es otra: el ritmo al que se extinguen las especies puede ser demasiado elevado para que los ecosistemas resistan sin llegar a colapsar

La historia de nuestro planeta está marcada por numerosos cambios ambientales como glaciaciones o movimientos tectónicos que han modificado de forma radical los ecosistemas. Un equipo internacional, del que forma parte el profesor e investigador de la Universidad de Alcalá Óscar Sanisidro, ha comprobado cómo, a lo largo de los últimos 60 millones de años, muchos de los grandes herbívoros que modelaron aquellos paisajes fueron desapareciendo sí, pero eran sustituidas por otros que cumplían los roles ecológicos perdidos, de manera que el sistema se mantenía cohesionado.

Desde los mastodontes hasta los antiguos rinocerontes y ciervos gigantes, los grandes herbívoros han intervenido en los paisajes terrestres durante millones de años. Con su manera de actuar y alimentarse moldean la vegetación, dispersan semillas e influyen en todo, desde la salud del suelo hasta los patrones de incendios forestales. Son auténticos ingenieros de los ecosistemas y la desaparición de las especies los debilita.

El equipo que ha desarrollado la investigación ha analizado los registros fósiles de más de 3.000 especies de grandes herbívoros que habitaron el planeta en los últimos 60 millones de años y ha descubierto que estos ecosistemas se mantuvieron sorprendentemente estables durante largos periodos de tiempo, incluso cuando las especies iban y venían. Pero en dos ocasiones la presión ambiental fue tan intensa que todo el sistema sufrió una reorganización global que alteró permanentemente la estructura ecológica de las comunidades de grandes herbívoros.

Búfalo africano

Estos procesos se mantuvieron durante largas etapas de estabilidad, pero también cuando se produjeron cambios abruptos que provocaron la reorganización completa del ecosistema, lo que demuestra su gran resiliencia. “Este estudio nos recuerda que, cuando analizamos los ecosistemas a lo largo del tiempo, estos muestran una capacidad extraordinaria para reorganizarse gradualmente y recuperar su funcionalidad, incluso tras grandes crisis”, señala Óscar Sanisidro y destaca que “la clave de estas recuperaciones no reside tanto en la permanencia de especies concretas, sino en que sus funciones ecológicas sean asumidas por otras especies recién llegadas”.

En este contexto, la situación actual es muy preocupante. “Nunca antes en la historia geológica reciente el ritmo de extinción había sido tan acelerado. Procesos de extinción que antaño requerían millones de años ahora ocurren en cuestión de décadas, lo que compromete gravemente la capacidad de los ecosistemas para recuperar sus funciones. Esta investigación nos lanza una advertencia clara: la resiliencia del planeta tiene límites, y estamos peligrosamente cerca de alcanzarlos”, añade Sanisidro.

DOS PERTURBACIONES GLOBALES

El primer gran cambio ocurrió hace aproximadamente 21 millones de años, cuando los movimientos tectónicos de Eurasia y África cerraron el antiguo mar de Tetis y formaron el conocido como puente terrestre de Gomphotherium que unió ambos continentes durante cuatro millones de años. Este nuevo corredor permitió una oleada de migraciones que remodelaron los ecosistemas en todo el planeta.

Entre los migrantes estaban los antepasados de los elefantes modernos, que habían evolucionado en África y comenzaron entonces a expandirse por Europa y Asia. Aquel cambio fue mucho más allá de los elefantes: ciervos, cerdos, rinocerontes y muchos otros grandes herbívoros también se trasladaron a nuevos territorios, alterando el equilibrio ecológico.

Red mundial de funciones ecológicas entre grandes herbívorosEl segundo gran cambio global llegó hace unos 10 millones de años, cuando el clima de la Tierra se volvió más frío y seco. La expansión de las praderas y la disminución de los bosques dieron lugar al auge de especies pastadoras con dientes más resistentes, y a la desaparición gradual de muchos herbívoros forestales. Esto marcó el inicio de un largo y sostenido declive en la diversidad funcional de estos animales, es decir, de cambios en los roles ecológicos que desempeñaban.

MENOS ESPECIES, MISMA ESTRUCTURA. UNA LECCIÓN A LARGO PLAZO

A pesar de estas pérdidas, los investigadores descubrieron que la estructura ecológica general de las comunidades de grandes herbívoros se mantuvo sorprendentemente estable. Incluso cuando muchas de las especies más grandes, como los mamuts y los rinocerontes lanudos, se extinguieron en los últimos 129.000 años, el marco básico de funciones dentro de los ecosistemas perduró. Distintas especies entraron en juego y las comunidades cambiaron, pero cumplían roles ecológicos similares, por lo que la estructura general se mantuvo.

Esta resiliencia ha perdurado durante los últimos 4,5 millones de años, superando glaciaciones y otras crisis ambientales hasta el presente. Sin embargo, la actual pérdida de biodiversidad, acelerada por la actividad humana, podría terminar por desbordar el sistema. Estos resultados muestran que los ecosistemas tienen una asombrosa capacidad de adaptación, aunque hay un límite. Si seguimos perdiendo especies y funciones ecológicas, podríamos estar acercándonos a un tercer punto de inflexión global, que la acción humana está ayudando a acelerar pese a que pone en peligro nuestra supervivencia.

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