SIDA: un asunto pendiente después de 30 años



Santiago Moreno Guillén, jefe de servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Universitario Ramón y Cajal y profesor de la UAH, habla en esta entrevista de los retos que todavía quedan por afrontar en esta enfermedad, que saltó a las primeras páginas de los periódicos a inicios de los años 80.

Según el profesor Moreno, en estos momentos España sigue ostentando una cifra muy elevada de personas infectadas por VIH si se compara con los países de nuestro entorno, tanto en lo que se refiere a su prevalencia como a la incidencia de nuevas infecciones. Las personas infectadas tienen solucionado su problema asistencial, pero queda pendiente el gran problema del estigma social.

Santiago Moreno.



-¿En qué momento estamos, profesor?
-Estamos en un momento claramente positivo en relación a la lucha contra el VIH pero todavía tenemos sombras importantes. Lo positivo es la disponibilidad de tratamientos muy eficaces y bien tolerados que permiten a las personas afectadas tener una supervivencia estimada y una calidad de vida semejantes a las que no lo están. El hecho de que una persona infectada pueda llevar a cabo una vida personal, social y laboral estrictamente normal es sin duda la máxima aspiración a la que, desde el punto de vista asistencial, podríamos aspirar.
Pero si todavía limitamos nuestras consideraciones al mundo occidental altamente industrializado, hay asuntos de cierta emergencia que arreglar: la epidemia de infección por VIH se sigue expandiendo. Cada año se diagnostican nuevas infecciones en cualquier país a un ritmo mayor del que sería deseable. Esto tiene importantes repercusiones no solo para la salud de las personas, sino para la sociedad, en forma de costes asociados. Existen formas de prevención efectivas que nos ayudarían a limitar esa expansión, disminuir el número de casos nuevos y, en consecuencia, mejorar la salud y disminuir el gasto.
En otro frente, los dos grandes objetivos a lograr son la curación definitiva de las personas infectadas y el desarrollo de una vacuna preventiva eficaz que impida la infección. Afortunadamente mucha gente en todo el mundo persigue estos objetivos y se van consiguiendo avances. Pero uno y otro deben contemplarse como metas a largo plazo y, de momento, tenemos que centrarnos en lo que podemos hacer y que tendrá las mismas consecuencias positivas sobre la población.

-¿Nos estamos relajando todos, doctor?
-Sin duda alguna. Nos estamos relajando a todos los niveles y por la misma causa: haber adquirido conciencia de que la infección por VIH es una enfermedad de curso no fatal que no altera la cantidad y calidad de vida de las personas. Se están relajando los responsables sanitarios que no abordan un problema importante de salud pública como se debiera hacer. Hace muchos años que no he visto una campaña agresiva de concienciación de los riesgos o de prevención, años que no se han adoptado de modo generalizado y a ningún nivel (municipal, comunitario o nacional) medidas que permitan disminuir el número de nuevas infecciones. Nos estamos relajando los profesionales sanitarios: hacemos esfuerzos importantes por la atención a los pacientes ya infectados, pero no estoy seguro que realicemos el esfuerzo de concienciación necesario sobre la importancia y la viabilidad de medidas preventivas. Se están relajando los individuos pertenecientes a colectivos de riesgo que, llevados por una sensación de falsa seguridad, han disminuido las medidas de prevención y, más aún, desarrollan prácticas que aumentan claramente el riesgo de infectarse. No tengo duda, se trata de una responsabilidad compartida por todas las partes.

-El sida se ha convertido en una enfermedad crónica en el mundo desarrollado y, por tanto, en una enfermedad callada. Pero hay otros mundos en los que todavía la epidemia es una emergencia médica, vital y social...
-Así es, en efecto. Cuando hablábamos de los retos pendientes hacía referencia a lo que ocurre en el mundo industrializado. En los países pobres las necesidades son más perentorias. Podemos alegrarnos de que en estos años se haya aumentado mucho el número de personas con infección por VIH que han tenido acceso al tratamiento antirretroviral. Pero el número de los que no lo toman supera con mucho a los tratados. El primer objetivo, por tanto, es aumentar el número de personas en tratamiento entre los diagnosticados. Pero, como en el resto del mundo, también en los países pobres existe una fracción tremenda de personas que deben diagnosticarse para recibir tratamiento. Solo de este modo se puede paliar la tragedia que en estos países supone todavía la infección por VIH y el sida. Como problema adicional, la disponibilidad de fármacos de segunda línea, aquellos que administramos cuando no se toleran o fracasan los de primera línea, es muy limitada y, en muchos países no se tiene acceso a los mismos.

-Usted ha hablado en su ponencia del Congreso GESIDA sobre la necesidad del diagnóstico precoz para controlar la epidemia, ¿qué estrategias hay que llevar a cabo para lograrlo?
-Sería bueno enfocar el problema con objetivos ambiciosos que permitieran la desaparición de nuevos casos en el corto plazo. En relación parcial con este punto, debe abordarse también el diagnóstico de personas infectadas que no saben de su estado, porcentaje que en España se sitúa entre un 20% y un 30%. Estas personas infectadas que no lo saben suponen dos problemas trascendentes: de un lado la infección progresa en ellos y se diagnostican tardíamente, con la infección avanzada; por otro lado son los que transmiten la infección de manera inadvertida al no utilizar medidas preventivas.
Si nos esforzamos en diagnosticar a todas las personas infectadas por VIH lograremos evitar en gran medida los diagnósticos tardíos, disminuyendo las muertes por esta causa, y también conseguiremos disminuir la transmisión de la infección. Una vez que se pauta tratamiento antirretroviral y se controla el VIH, la persona deja de transmitir la infección. Las consecuencias, por tanto, son también positivas para la sociedad en su conjunto. Esto también repercutirá en el descenso del gasto sanitario en el corto-medio plazo. Aunque inicialmente el diagnóstico y tratamiento de todos los infectados pueda suponer un aumento pequeño en el gasto, evitar nuevos casos de infección supondría un ahorro económico extraordinario, que ha quedado demostrado en modelos matemáticos y en experiencias en algunos países. Se puede escoger entre múltiples estrategias propuestas y desarrolladas en algunos contextos, pero lo importante es que todas ellas son accesibles y de fácil implementación.

 

Publicado en: Entrevista