Fernando Baquero, médico y microbiólogo: ‘un buen diagnóstico de precisión no puede hacernos olvidar al enfermo en su conjunto’

Los microbiólogos españoles le consideran el gran precursor y maestro de la microbiología moderna en nuestro país. Los investigadores en general también le valoran como un gran humanista, en el sentido clásico de la palabra. Fernando Baquero, Jefe del Servicio de Microbiología del Hospital Universitario Ramón y Cajal durante más de treinta años, director científico y en la actualidad profesor de Investigación del Instituto Ramón y Cajal de Investigaciones Sanitarias ‘IRICYS’, ha sido el encargado de realizar la conferencia magistral en la clausura de la tercera promoción del Máster en Microbiología aplicada a la Salud Pública e Investigación en Enfermedades Infecciosas, promovido por la UAH en colaboración con Instituto de Salud Carlos III, celebrada recientemente en el Paraninfo de la UAH.

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Fernando Baquero.

En esta entrevista Baquero habla de epidemiología y vigilancia epidemiológica, y de su admiración por el mundo de las bacterias, incluyendo la resistencia a antibióticos.

-Doctor, acaba de impartir una conferencia en la UAH hablando sobre cómo ha evolucionado la epidemiología y cómo debe abordarse en la actualidad este ámbito tan importante de la medicina y de la salud pública…
-La epidemiología clásica reconocía los mismos síntomas, que se repetían en distintos individuos, dando lugar por tanto a la ‘identificación’ de la misma enfermedad. Este concepto clásico todavía se mantiene en el ámbito de detección de las epidemias. Pero a medida que avanzamos en el conocimiento de las enfermedades nos damos cuenta de que la que considerábamos una sola enfermedad puede ser muchas enfermedades, ya que los agentes y mecanismos causales, que ahora (y no antes) somos capaces de reconocer, son extremadamente variables y complejos. Por tanto, la vigilancia epidemiológica tiene que avanzar para estimar las variaciones en dichos agentes y mecanismos causales, que se convierten en ‘objetos epidemiológicos’, como antes eran las propias enfermedades. Por ejemplo, en la actualidad para ‘clasificar una enfermedad’ se exige un análisis etiológico profundo, el tipo genético de un microorganismo o, incluso de la genética del huésped, porque la enfermedad es siempre un complejo de acción y reacción que ocurre en un individuo particular.

-Estamos hablando de enfermedades ‘personalizadas’, igual que hablamos de tratamientos personalizados…
-Efectivamente, eso es así, por eso tenemos que ir hacia una epidemiología de precisión, basada en una concepción distinta de los objetos epidemiológicos, fijándonos más a la hora de la vigilancia epidemiológica en la diseminación de un determinado microbio o un determinado gen, más allá de la diseminación de una u otra enfermedad, ajustándonos a las posibilidades que la evolución de la medicina y el diagnóstico ofrecen. Y eso, sin menoscabar un ápice la visión del enfermo en su conjunto. No siempre es fácil. Al abordar una epidemiología de precisión se corre el riesgo de que el enfermo se ‘desmigaje’ y los especialistas sean incapaces de observarle como un enfermo sufriente, pero tenemos que aspirar a conseguirlo, porque las dos misiones tienen que ser complementarias: un buen diagnóstico de precisión no puede hacernos olvidar al enfermo en su conjunto.

-¿Esta concepción moderna de la epidemiología está muy implantada?
-Se ha evolucionado mucho, pero en algunos ámbitos todavía hay mucho conservadurismo al respecto y muchos epidemiólogos que abogan por ver la enfermedad en su conjunto, obviando los detalles. A veces, la prioridad por encontrar soluciones, aún sin comprender las causas, se ha impuesto sobre una actitud científica. Es lo que se llama el ‘síndrome de Semmelweis’: si uno se lava las manos las infecciones disminuyen. Pero no hay el menor interés de saber el porqué; para el epidemiólogo conservadurista los microbios carecen de interés, basta con realizar la acción correctiva. Creo que es un error que increíblemente se mantiene.

-Usted se confiesa enamorado de las bacterias. A veces da la impresión de que nos están ganando la batalla. La resistencia antibiótica parece un ejemplo claro…
-Soy un enamorado de las bacterias porque son mejor gente que las personas, profundamente honestas; todas hacen lo que tienen que hacer, e incluso sus errores son creativos. La gran ventaja de las bacterias, su ventaja absoluta, es que son muchísimas. Y tanto la inteligencia como la fortaleza es una cuestión de cantidad. Todos desapareceremos y las bacterias seguirán, con absoluta seguridad.
Con respecto a las resistencias bacterianas a los antibióticos he de decir que se trata de un problema muy importante. Con el uso de los antibióticos no solo hemos modificado las bacterias humanas, también las del medio ambiente, lo que significa que las bacterias se están haciendo resistentes incluso en poblaciones humanas que no se han expuesto a los antibióticos. Hay una especie de ‘epidemia’ de bacterias resistentes que resulta difícil de parar.

-Da la impresión de que todo el mundo habla de este asunto, pero se hace poco por resolverlo…
-Se ha creado una moda y todo el mundo habla de la resistencia antibiótica, sí. En materia de epidemiología y salud pública no se ha hecho gran cosa, y estoy realmente muy implicado para que este asunto se considere un problema de salud pública. En materia de investigación se están haciendo muchos esfuerzos pero, a veces, mal encaminados. De hecho, pienso que podrían obtenerse mejores resultados si hubiese una mejor coordinación. Opino que deberían seleccionarse más los procedimientos y las investigaciones a realizar, porque a veces el esfuerzo resulta poco eficaz.

-De tanto en tanto también se advierte del uso de antibióticos en la ganadería como un grave problema…
-Es un tema importante, porque grandes masas de animales se ponen en contacto con los antibióticos pero, sinceramente, nosotros tenemos ya bastantes resistencias en nuestro organismo. Es como seguir llenando un vaso ya colmado.

-¿Y cuál es la solución, doctor?
-Mi propuesta de investigación es la biorestauración, o reforzamiento de las bacterias sensibles. Habría que buscar procedimientos para favorecer a las bacterias sensibles y que sean ellas, en guerra con las resistentes, las que acaben por ganar espacio frente a las resistentes en el medio plazo. Hay mucho trabajo por delante en la biorestauración de bacterias sensibles.

-¿Hay alternativas a los antibióticos?
-Sí, por supuesto. La medicina y sus avances pueden a medio plazo curar infecciones por bacterias resistentes. La bacteria es una bala que no mata de forma directa, la bacteria genera una serie de reacciones contra las que se puede luchar, como la fiebre o las reacciones de nuestro propio organismo, que pueden ser letales, y deberíamos saber modular con mayor precisión. Ahí es donde debemos incidir, en la cura de esas reacciones.

 

Publicado en: Entrevista