¿Qué es el lenguaje queer?
Hoy se celebra el Día Internacional del Orgullo LGTBIQA+ y la profesora del departamento de Filología Moderna de la Universidad de Alcalá, Mercedes Bengoechea, nos da las claves para respetar la diversidad de género también desde el lenguaje.
- ¿Qué es el lenguaje queer? ¿Es lo mismo que lenguaje inclusivo?
- El lenguaje inclusivo se propone que la lengua refleje y respete la diversidad humana. Podemos distinguir tres variedades, si bien a las tres se aplica la etiqueta de 'inclusivo': lenguaje no sexista, lenguaje inclusivo propiamente dicho y lenguaje no binario o queer.
El lenguaje inclusivo en puridad busca evitar el empleo de términos discriminatorios y promover una comunicación deferente hacia todas las personas, evitando términos como minusválido, disminuido, negrata, conguito, sudaca, moro…
El lenguaje no sexista tiene por fin acabar con la invisibilidad y subordinación femeninas en la lengua, bien recurriendo a términos neutros, que representen por igual a ambos sexos (Ej: Deben convocarse oposiciones para el PAS laboral), bien nombrando a unos y a otras (Ej: Las alumnas y alumnos de mis asignaturas han aprobado sin problemas).
El lenguaje no binario o queer en principio se propone hacer un lugar en la lengua para aquellas personas no binarias y queer que no se reconocen como 'mujer' u 'hombre', y para las personas intersexuales que han nacido con características biosexuales femeninas y masculinas. Además, algunas personas trans y muchas lesbianas, gais y bisexuales se autoidentifican con apelativos no binarios (elles).
- ¿Era necesario crear un lenguaje no binario o queer?
- Indudablemente. Puesto que el lenguaje incide en la manera en que entendemos y construimos el mundo, la incorporación de nuevos términos y el rechazo de otros puede ampliar nuestros esquemas de pensamiento y ayudar a cambiar una realidad que, simplemente desde la perspectiva de derechos humanos, había que transformar: la realidad de las personas 'diferentes' a los hombres y las mujeres 'normales', basada en el silencio y la injuria.
El silencio, porque durante los últimos siglos la homosexualidad carecía de imágenes y palabras con las que representarse; no existía como realidad pensable y decible. Se trataba de un pecado por definición 'nefando': lo que no debía ser expresado públicamente. Para gais y lesbianas, el ocultamiento ha sido la característica fundamental de sus vidas. Y la injuria, porque, a nivel discursivo, la homosexualidad existía exclusivamente como insulto, producto de la homofobia (Ej: ¡Maricón!). La injuria sintetiza el poder de nombrar, clasificar y situar a alguien en el lugar social que le corresponde, sin que la persona aludida pueda responder.
Por otra parte, la estructura de casi todas las lenguas no deja espacio de representación de aquellos seres humanos que no siguen los patrones hegemónicos para ser 'mujer' u 'hombre'. ¿Cómo puede hablar de sí misma una persona que siente que no encaja en esas categorías? ¿Dirá que está cansado o que está cansada? ¿Se identificará como ella o como él? La norma lingüística no le da más opciones.
- ¿Cómo describirías este lenguaje?
- El lenguaje queer contempla, al menos, tres aspectos en un intento de reparar el silencio, la injuria y el corsé del género gramatical.
Primero, la reparación ciudadana del silencio consistiría en normalizar discursivamente orientaciones, condiciones sexuales, sexualidades e identidades diversas, dándoles cabida en un nuevo universo simbólico compartido, evitando su estigmatización mediante el uso de términos patologizados u ofensivos. De ahí que la primera recomendación sea 'conoce la diversidad' e incorpórala a tu vida cotidiana: lesbiana, gay, hombre trans, mujer trans, cirugía de afirmación de género…
Las sociedades occidentales han avanzado enormemente en lo que se refiere a normalización. La guía de estilo APA que usamos en todo el planeta en las ciencias sociales y humanas ya incorporó glosarios de la diversidad sexual y de género hace décadas, así como numerosas universidades estadounidenses. Y también lo hacen las guías de estilo para el español que empiezan a nacer de instituciones, medios y organizaciones abogando por el reconocimiento de la diversidad en sus diferentes ámbitos.
Después, para combatir la homofobia es imprescindible ir a su raíz, esa ideología que considera la heterosexualidad la única sexualidad legítima, natural y posible. Por ello, el discurso debería albergar, no solo la experiencia de hombres y mujeres supuestamente heterosexuales, sino también la experiencia de otras personas que no encajan en esas categorías. Así, es recomendable evitar cualquier presuposición de la heterosexualidad de la ciudadanía: no invitar a cenar a 'Fulano y a su esposa' o a 'Mengana y a su esposo', sino a 'su acompañante'; no preguntar a tus alumnos sobre su novia, sino sobre su pareja; no dar por sentado que las niñas del equipo de baloncesto tienen padre y madre… ; no establecer comparaciones entre gais, lesbianas, personas trans o intersex con 'gente normal', sino establecer paralelismos entre tales categorías y la heterosexualidad, que se convierte así en una categoría más. Estas recomendaciones también las vemos ya en algunas guías de estilo de instituciones, sindicatos, prensa…
Y finalmente, puesto que la estructura del género gramatical en español separa a los seres humanos en dos únicos sexos, representados en el lenguaje por dos géneros gramaticales, que corresponderían a las dos formas únicas de vivir los cuerpos, se han ofrecido fórmulas de expresión alternativas. Las más conocidas son las formas gráficas o sonoras que sustituyen a los morfemas de género en español, fundamentalmente: E, e, x, X, *, además del pronombre neutro elle(s).
El pronombre elle señala a una persona que se reconoce no binaria, de género fluido, ni mujer ni hombre… También puede usarse para cualquier persona de la que desconocemos su identidad de género, pero cuando una persona –especialmente alguien trans– manifiesta expresamente que su identidad es mujer u hombre, el pronombre debe corresponder a la identidad por la que ha optado.
El morfema -e se utiliza como plural general para nombrar la pluralidad humana en sustantivos, adjetivos o participios (hoy han venido muches alumnes a mi clase; les chiques de tercer curso son muy simpátiques) y para referirse específicamente a alguien que sabes que se autoidentifica como “elle” (este es mi alumne Adri).
Las alternativas gráficas al género gramatical, X, x, * (lxs profesorxx, lXs docentXs, l*s investigador*s) tienen todo el sentido en textos escritos y en una cultura eminentemente gráfica y no solo verbal, que es ya la nuestra. Son perfectas para desempeñar el papel que se les adjudica, que es: recordar que hay personas fuera del campo del género normativo y de la matriz heterosexual, mostrar simultáneamente solidaridad con esas personas, darles cabida en el imaginario y en la lengua, y desestabilizar el discurso. ¿Inconvenientes? No pueden ser leídas en voz alta. El morfema -E, sí, pero hoy por hoy es ajeno al castellano.
- ¿Son por tanto inviables estas formas gráficas y sonoras en el español?
- Indudablemente no han entrado en la estructura del sistema lingüístico. Ahora bien, desde una perspectiva postestructuralista, el lenguaje es un instrumento de práctica social cuyas estructuras se han materializado a través del tiempo mediante el uso repetido de prácticas lingüísticas concretas. Lo que significa que las actuales estructuras pueden modificarse –o al menos desestabilizarse– gracias a usos alternativos que ayuden a tener una concepción del mundo diferente. Y, más importante, el enfoque postestructuralista subraya el papel agente de quienes usan la lengua como cincel lingüístico, social y discursivo. Tenemos el ejemplo del sueco, cuya comunidad hablante empezó a usar un pronombre neutro (hen) como alternativa a los pronombres él/ella (han/hon) y en 2013 la enciclopedia nacional sueca, que cumple una función similar a nuestro diccionario normativo, lo ha reconocido. Ha costado décadas, pero ha terminado introduciéndose en la lengua y en la Norma suecas. Hay que asumir con alegría que las nuevas sociedades vienen acompañadas de nuevos órdenes simbólicos que las hacen pensables y decibles.
Publicado en: Entrevista