Lo que esconde el uso del masculino como genérico: razones de la incomodidad femenina

Mercedes Bengoechea es Decana de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Alcalá y miembro de NOMBRA (Comisión Asesora sobre Lenguaje del Instituto de la Mujer). Colabora regularmente con los organismos de igualdad de los gobiernos central y autonómicos, así como con el Instituto Oficial de RTVE. En 2006 coordinó el informe anual del Observatorio Estatal de Violencia sobre la Mujer. Ha sido distinguida con el premio "Dones Progressistes" 2006.
Foto: Jesús Pérez

La Real Academia Española recomendó en febrero de 2006 a la comisión del Parlamento andaluz encargada de velar por la eliminación del lenguaje sexista no realizar desdoblamientos del tipo `el diputado o la diputada´. Para la RAE el uso genérico del masculino «tiene que ver simplemente con el principio básico de la economía lingüística».
El problema es que la mayor parte de los signos verbales poseen la capacidad de servir para más de una función. Las reglas del género gramatical no son ajenas a esta multifuncionalidad del signo lingüístico; y, siendo la economía una de las funciones del masculino genérico, ciertamente no es ésta la única que tiene encomendada. Son precisamente las otras funciones las que nos llevan a mostrar cautela en la aplicación de la regla que indica denominar ineludiblemente `diputados´ a `diputadas y diputados´.
1 La primera de esas otras funciones del masculino genérico es la ya reconocida invisibilización de las mujeres. Una de las pruebas de que ésta se cuenta entre las funciones del masculino la proporciona el celo del márquetin político y empresarial en romper la regla del masculino genérico y nombrar expresamente en femenino cuando el objetivo es vender sus productos a mujeres.Las investigaciones empíricas proporcionan pruebas suficientes de que la utilización de masculinos genéricos como los franceses para referirse a mujeres y a hombres de Francia tiene consecuencias negativas en la forma de percibir (e ignorar) a las francesas. El último estudio sobre esta cuestión lo proporciona Juan Cuesta, profesor en una Facultad de Ciencias de la Información, quien el pasado curso presentó a su alumnado como primera tarea la redacción de una noticia sobre «El primer día en la universidad de un alumno de periodismo». Sus estudiantes, treinta alumnas y diez alumnos, escribieron sobre un joven varón que iniciaba la carrera de periodismo, sin que nadie de la clase imaginara que la frase podía referirse a una joven.
2 Un segundo efecto/función del masculino genérico es convertir en androcéntricos no sólo los idiomas, sino el propio pensamiento formulado con ellos. En un periódico nacional, un analista experto en Europa del Este instaba a `los lectores´ a agarrarse los machos. Tras la devastación del Katrina, y dado que el planeta se está calentando muy deprisa, alguien proponía en otra columna: «Nuestros líderes culturales, políticos y económicos deberían sustituir la chaqueta y la corbata por algo como la chilaba, tan cómoda y fresquita.» En ninguno de estos dos casos los columnistas recordaron que entre `los lectores´ o entre `nuestros líderes´ existían mujeres que ni llevaban corbata, ni podían agarrarse los machos.
3 Una tercera consecuencia/función del uso del masculino para hablar de mujeres y hombres es la de reforzar las relaciones de identidad y semejanza masculinas. Cuando se habla de todos, los españoles, los ciudadanos... para los varones la identificación se produce de forma inmediata y la mutua identificación suscita el desarrollo de vínculos de semejanza. El uso del masculino como género universal abre la llave simbólica a los pactos entre varones, de funesta trascendencia para las mujeres.
4 Sin embargo, el masculino genérico deja a las mujeres en la zozobra de la incertidumbre de su inclusión: ¿Admitirán mujeres en una empresa que anuncia «Se necesita jefe de sección»?, puede preguntase una trabajadora que aspira a ese trabajo.
Indicaba el informe de la RAE al Parlamento andaluz que antes mencionaba yo que en el uso genérico del masculino «no debe verse intención discriminatoria alguna». Posiblemente sea así cuando se trata de hablantes individuales, pero la filosofía del lenguaje nos ha revelado la íntima conexión entre ideología, lenguaje y poder. Ahora ya no podemos dejar de reconocer que durante siglos se han aceptado realidades económicas, jurídicas, familiares, religiosas, mitológicas y lingüísticas sexistas porque esas realidades gozaban de consonancia cabal entre sí.
De ahí que en los párrafos previos haya yo identificado la función lingüística con su efecto o consecuencia sociocultural. Ni gramática ni uso lingüístico han caído del cielo o se han formado en una atmósfera aséptica etérea, sin conexión con la sociedad que usa esa lengua. Muy al contrario. Mientras la sociedad aceptaba como `natural´ la preponderancia y mayor relevancia del varón, el masculino genérico fue adquiriendo progresivamente a lo largo de siglos todas las funciones anteriormente descritas hasta constituirse en el ladrillo simbólico con el que en nuestra mente –eminentemente lingüística– se construía y naturalizaba una sociedad patriarcal y sexista. Muchas mujeres pensamos que la nueva sociedad entre iguales que estamos creando no puede sustentarse en usos lingüísticos que sirvieron en su momento de trabazón de la mente patriarcal.

Publicado en: Archivo opinión