Radiografía de las personas sin hogar en la Comunidad de Madrid
Principalmente son hombres (80%), con una media de edad de 47 años, españoles (70,7%), con estudios de secundaria o educación superior (65%), solteros y en situación de desempleo (más del 75%).
Son algunos de los datos recogidos por investigadores del departamento de Psicología Social de la Universidad de Alcalá, en colaboración con colegas de la Universidad Complutense de Madrid, para un trabajo que forma parte del proyecto Estudio de la incidencia de los sucesos vitales estresantes , atribuciones causales y estereotipos en los procesos de exclusión-inclusión social de las personas sin hogar, que dirigen José Juan Vázquez (UAH) y Sonia Panadero (UCM) y que está financiado por el Plan Nacional I+D+i (2008-2011).
En este trabajo se describen las características de las personas sin hogar en la Comunidad de Madrid, comparándolo además con otros dos colectivos: personas en situación de riesgo de llegar a la situación sin hogar y población general. Se estima que en la Comunidad de Madrid viven más de 2.000 personas sin hogar. Los investigadores han trabajado sobre una muestra de 188 personas, a partir del invierno 2011-2012. La mayoría no vive en la calle, sino en centros de acogida y albergues.
“De momento, los datos no parecen indicar que haya habido un incremento espectacular en el número de personas sin hogar durante la crisis; hay más gente que acude a los comedores sociales y precisan de otros recursos asistenciales, pero no se han quedado en la calle. En nuestro país todavía las redes sociales (familiares, amigos) funcionan con fuerza, evitándolo”, explica Vázquez.
En el estudio se ha encontrado un importante aumento de la edad media de los participantes, que se ha elevado de 40 años a principios de la década de 2000 a 47 en la actualidad. Si los menores de 30 años habían supuesto de forma constante desde 1972 entre el 19% y el 24,5% de las personas sin hogar, hoy suponen el 10% de los entrevistados. También se ha incrementado la duración de esta situación, que se ha duplicado desde 2000, situándose actualmente en siete años de media.
Otro de los aspectos que más ha cambiado a lo largo de los últimos años en este colectivo, y que es fiel reflejo de los que ha sucedido en la sociedad española, tiene que ver con el porcentaje de personas inmigrantes, que en nuestra sociedad ha aumentado progresivamente desde el 5% en la década de los 70 del siglo XX, hasta el 48,2% a principios del XXI (según datos del Instituto Nacional de Estadística, 2005). En este trabajo, el porcentaje de inmigrantes sin hogar se sitúa en un 28%.
Respecto al nivel educativo, los autores del trabajo también han observado algunos cambios a través de los años, con una evolución positiva en la formación de las personas sin hogar. Las primeras investigaciones realizadas encontraron unos porcentajes por encima del 40% de personas que carecían de educación formal. Sin embargo, este estudio desvela que las personas sin hogar que han cursado estudios de secundaria o educación superior llega hasta casi el 65%. Además, en torno al 12% tiene estudios universitarios.
En cuanto al uso de nuevas tecnologías, el 60% de los entrevistados tiene teléfono móvil y el 41% utiliza el ordenador con distintas finalidades; el 17% son usuarios de redes sociales y el 34% dispone de dirección de correo electrónico.
Por qué
Las personas en situación sin hogar atribuyen fundamentalmente esta situación a motivos relacionados con circunstancias personales, mientras que las que están en riesgo de llegar a esa situación lo achacan en mayor medida a la situación general de empleo. Entre las personas sin hogar, sólo un 3,2% trabaja, el 79,3% está en paro y un 15,4% es jubilado o pensionista.
Lógicamente, atraviesan importantes dificultades económicas. Cuentan con unos ingresos muy reducidos (poco más de 200 euros mensuales de media), procedentes de diferentes fuentes, como la Renta Mínima de Inserción (22% de los casos), pensiones no contributivas (8%) o el ejercicio de la mendicidad, que a pesar de la imagen que a menudo se tiene de este colectivo, practican sólo el 12%. La principal diferencia con el grupo de riesgo es que el 21% de las personas en situación de riesgo cobran la prestación por desempleo, mientras que tan sólo el 4% de las personas sin hogar recibe este ingreso, además de que parecen contar en mayor medida con la ayuda y apoyo económico de sus familiares.
La mayoría de las personas sin hogar (casi tres de cada cuatro) sentía que tenían a alguien con el que poder contar en caso de necesitar ayuda, o a alguien que les escuchase, aunque en la mayoría de los casos se trata de alguno de los profesionales de los recursos en los que son atendidos.
Resultan llamativos los datos sobre discapacidad en la población sin hogar: un 35% de los entrevistados manifiestan padecer una discapacidad física o sensorial, teniendo en el 63% de los casos certificado oficial de reconocimiento de la discapacidad.
Respecto al consumo de alcohol y otras sustancias, el trabajo muestra un consumo elevado de alcohol entre las personas sin hogar y la presencia de problemas relacionados con dicho consumo: un 29% de los encuestados reconocen beber al menos cuatro días a la semana, con un consumo medio diario de 5,7 vasos. El 54% perciben haber tenido problemas relacionados con el consumo de alcohol en algún momento de su vida, habiendo recibido tratamiento un 10%.
Un pasado difícil, un futuro esperanzador
La vulnerabilidad de las personas sin hogar va más allá del periodo en el que se encuentran en la calle, ya que han padecido una gran cantidad de sucesos vitales negativos desde la infancia, más que el grupo de población general y que el de riesgo. Así, según datos del estudio dirigido por Vázquez y Panadero, el 24% de los participantes ha tenido padres con problemas con el alcohol o las drogas, en el 18% de los casos alguno de los progenitores abandonó el hogar familiar, el 22% vivió problemas de violencia familiar, el 19% había sufrido malos tratos y el 29% fue criado por personas diferentes de sus padres (otros familiares, instituciones…). Casi uno de cada tres participantes había intentado suicidarse en alguna ocasión, en el 62% de los casos mientras se encontraban sin hogar.
A pesar de todo, en torno a la mitad de los entrevistados manifestaron ser felices en alguna medida, si bien su nivel de felicidad general es menor del presentado por los participantes del grupo de riesgo y del de población general.
Además, parece que las personas sin hogar, a pesar de su difícil situación y de su complicada historia vital, mantienen la esperanza de que las cosas mejorarán en un futuro. Casi el 65% piensa que sus expectativas de futuro son mejores que el presente, y menos del 20% creen que éstas serán peores o directamente “sin esperanza”. De hecho, la percepción sobre sus expectativas es más positiva que entre los participantes del grupo de población general.
Publicado en: Archivo UAH investiga