Érase una vez, hace 5000 años…
Los trabajos que realizan desde hace tiempo investigadores del área de Prehistoria de la Universidad de Alcalá en los yacimientos prehistóricos del valle de Huecas –noreste de la provincia de Toledo– nos permiten viajar en el tiempo y conocer los usos y costumbres de nuestros antepasados. Ellos mismo nos lo cuentan, en primera persona.
Sucesivas campañas de excavación nos han permitido constatar la presencia de una amplia población que contradecía la inexistencia de gentes y actividad tradicionalmente ligada a las tierras de la Meseta central durante la Prehistoria. Hemos localizado varios poblados a lo largo del pequeño valle del arroyo de Huecas, así como tumbas ubicadas en el valle, en pequeñas construcciones tumulares, o en alto, en las mesas calizas que lo bordean. En una de ellas se sitúa la necrópolis del Valle de las Higueras, uno de los hallazgos más importantes de nuestro proyecto, pues se trata de la primera necrópolis organizada de cuevas artificiales del III milenio a.C. localizada al interior del valle del Tajo.
Nuestro trabajo se ha centrado en reconstruir la vida diaria de los habitantes del valle de Huecas hace más de 5000 años, componiendo un registro cultural de nuestro pasado sobre el que aún no había fuentes escritas. Primero hemos intentado aproximarnos al ecosistema de ese momento, con seguridad muy distinto del paisaje que encontramos hoy en día. A la vez nos interesamos por saber cómo lo aprovechaban, tanto en el plano subsistencial, en definitiva su economía, como material, conociendo sus construcciones y su instrumental, así como la funcionalidad de los útiles encontrados. Aunque pudiera pensarse que son los poblados nuestra principal fuente de información, también las tumbas nos explican muchas de estas cuestiones, así como la existencia de un ritual funerario plenamente conocido y repetido respaldando la gran cohesión interna de estas comunidades prehistóricas.
El proceso de reconstrucción: Arqueología y analíticas de muestras
Los restos de materia orgánica encontrados en diferentes yacimientos del valle nos han proporcionado un marco cronológico mediante análisis de Carbono 14. Sabemos que existió población en la zona desde mediados del IV hasta l II milenio a.C., lo que avala un asentamiento continuado del valle.
El clima y el paisaje lo conocemos a partir de los análisis del polen fósil que ha quedado en la tierra muestreada en los cortes abiertos en las excavaciones. Procesado en el laboratorio, no sólo permite saber las especies del paisaje del valle hace 5000 años, sino también la incidencia del hombre en él. Lo que hoy es un área de cultivos de secano con contadas encinas, fue una dehesa de encinares con espacios aclarados para el cultivo de cereales y leguminosas.
La flotación del sedimento, su tamizado con agua, determinó la existencia de semillas conservadas por su previa carbonización, concretando el espectro económico. Los cereales cultivados son trigo y cebada.
Los carbones procedentes de las áreas de habitación determinaron especies utilizadas por su madera. Encina, pino, fresno y madroño se utilizan en la construcción de las cabañas y en los fuegos localizados en su interior.
Analíticas de esporas en las mismas muestras de tierra de los pólenes y los huesos de animales localizados en las excavaciones constatan la existencia de una cabaña ganadera en la que hay vacas, ovejas, cabras y cerdos como animales más usuales, y ciervo, conejo y liebre como resquicios de una caza complementaria de la dieta cárnica.
Las analíticas de molinos de piedra y de restos de contenidos en recipientes cerámicos nos permiten no sólo saber su dieta, sino también el procesamiento y elaboración de esos alimentos. En los molinos quedan partículas vegetales mineralizadas de los alimentos triturados, en este caso bellotas, que por los residuos en recipientes sabemos que se preparaban en forma de gachas. Entre las cuestiones más llamativas está la preparación de bebidas alcohólicas a partir de la fermentación de azúcares naturales, como la miel, utilizados para la fabricación de cerveza o aguamiel.
Por último, los estudios de paleodieta en la población enterrada, asociados al estudio antropológico de los huesos, nos han permitido conocer que la población de Huecas era mayoritariamente vegetariana, con aprovechamiento de proteínas de la pesca.
Los materiales
A una importante producción en piedra, tallada o pulimentada, para la realización de útiles y armas de caza o defensa, como las puntas de flecha, se suman abundantes restos de cerámica. También el trabajo del cobre, que aprenden a transformar y fundir, para más tarde alear con estaño, produciendo bronces.
La procedencia de algunas de las materias primas con las que se realizan elementos de adorno ha sido también objeto de analíticas específicas que nos han ayudado a determinar la movilidad de estas comunidades o su nivel de intercambios. Los análisis de cuentas de collar de ámbar han excluido su procedencia báltica, asegurando su procedencia atlántica, lo que avala desplazamientos o intercambios con la costa oeste.
Al igual que los adornos, en los restos funerarios encontramos colorante rojo sobre los huesos de los enterrados, cuyo uso se repite formando parte del ritual de inhumación. Su análisis ha determinado que se trata de cinabrio, con su fuente de provisión más cercana en Almadén.
Casas para vivos – casas para muertos
La madera y el barro son las materias primas utilizadas para la realización de las viviendas. Hemos documentado cabañas semiexcavadas en el suelo, con paredes que debieron ser de barro y entramados vegetales. Próximos a la zona de habitación se encuentran los enterramientos, imbricándose ambiente doméstico y funerario en un mismo espacio, lo que no quita para que existan verdaderos cementerios perfectamente organizados.
Precisamente nuestros últimos esfuerzos dentro del proyecto se han centrado en la necrópolis del Valle de las Higueras. El patrimonio arqueológico visible siempre es más fácil de transmitir y divulgar, mientras que el no visible, de registro perecedero, puede quedar en los planos y la anotación del prehistoriador sin llegar a ser realmente interpretado y tangible.
Las tumbas que forman la necrópolis del Valle de las Higueras han sido abiertas en la roca, pero su techo ha caído con el paso del tiempo, de tal manera que la erosión continua de la ladera en la que se excavan ha destruido sus frentes y buscado su inclinación natural, ocultando las construcciones. Su localización ha exigido de prospecciones geofísicas para determinar su existencia sin tener que realizar el gran esfuerzo de abrir el terreno aleatoriamente.
Una vez descubiertas, la compensación arqueológica era evidente, pues los restos depositados al interior se encontraban tal cual habían sido colocados hace 5000 años, sellados por el techo caído. Sin embargo, la reconstrucción del estado de la construcción inicial, con precisiones como el tipo de cierre superior, o la altura de entrada a la cámara mortuoria, fue un reto que intentamos plasmar en algo más que un relato arqueológico. Esto nos ha llevado al uso de infografías, reconstruyendo el aspecto de algunas de las construcciones más singulares de la necrópolis.
El primer paso de la construcción fue abrir una plataforma en la ladera desde la que excavar la caliza en la que se abren las tumbas. En realidad se trata de cuevas mixtas: a la parte excavada en la roca le sigue una construida. La cubrición de algunas de ellas, como en la cueva 1, debió de ser en falsa cúpula, a base de hiladas de piedras. Su acceso es angosto, de no más de un metro de altura
La organización de la necrópolis tiene una primera cuestión a tener en cuenta. Se ha buscado la línea de caliza apta para ser horadada que bordea toda la mesa sobre la que se encuentra el cementerio, con las diez cuevas localizadas hasta el momento. Ahora bien, sobre esta disposición caliza, las tumbas se distribuyen por todo el cerro con una agrupación central notable que a su vez mantiene metódicas distancias análogas entre ellas.
Esa pauta geológica aludida, y las necesidades funerarias de la comunidad que allí se entierra llevan a la construcción de tumbas muy diferentes en su organización interna y cierre frontal, si bien repiten el acceso sureste.
Esta diferente planimetría de cada tumba se traduce en cámaras de muy distintos tamaños; algunas presentan cámara y antecámara, otras pequeños espacios sepulcrales (nichos) reservados a una pequeña agrupación de enterramientos. Esta complejidad interna tiene un buen ejemplo en la cueva 3, donde se percibe también, y así hemos querido que se viera en su recreación, la existencia de un ritual perfectamente organizado.
La cueva 3 cuenta con cámara y antecámara. Aquí se produce la mayor concentración de enterramientos, mientras en sus tres nichos los enterramientos son dobles o triples. Los enterrados se disponen sobre enlosados de piedra y los elementos de ajuar ocupan una situación periférica a los restos óseos. Sólo los elementos de indumentaria personal, collares o alfileres, descansan sobre los cuerpos.
Autores: Primitiva Bueno, Rosa Barroso, Rodrigo Balbín y Antonio Vázquez, ganadores con este trabajo del I Certamen de Divulgación Científica de la Universidad de Alcalá en la modalidad de monográficos.
Publicado en: Archivo UAH investiga