Solar Orbiter, la misión espacial en la que participa la UAH, comparte sus primeros datos
La misión Solar Orbiter fue lanzada el pasado mes de febrero y permitirá conocer el Sol desde una perspectiva sin precedentes. El objetivo es que la comunidad científica pueda conocer estos datos y estudiarlos.
Lanzada el pasado mes de febrero, Solar Orbiter aborda tanto el estudio del Sol como del medio interplanetario: observa cómo influye el Sol en su entorno y cuál es el origen de esa influencia. Además, proporcionará la primera visión de calidad del campo magnético polar, fundamental para entender el cambio de polaridad magnética que tiene lugar en el Sol cada 11 años y cuyo funcionamiento se desconoce. Finalmente, la misión empleará la técnica de la heliosismología para conocer qué ocurre en el interior del Sol.
La Agencia Espacial Europea (ESA) acaba de hacer públicos los primeros datos de su misión espacial Solar Orbiter. Disponibles tanto para la comunidad científica como para el público en general, estos datos han sido obtenidos por tres de sus instrumentos in situ, encargados de medir las condiciones que rodean a la nave espacial: el Detector de Partículas Energéticas (EPD), desarrollado por la Universidad de Alcalá; el instrumento Radio y Ondas de Plasma (RPW) y el Magnetómetro (MAG).
Instrumentos de Solar Orbiter ©ESA
Tan pronto como una misión es lanzada al espacio, los equipos empiezan a trabajar y recopilar datos científicos. En el caso de muchas misiones espaciales, la primera versión de esos datos suele conocerse después de seis meses o un año y, hasta entonces, solo los equipos que han construido los instrumentos disponen en exclusiva de ellos.
Mucho antes del lanzamiento, sin embargo, se acordó que Solar Orbiter sería diferente en ese sentido. ‘Queremos que Solar Orbiter sea una de las misiones espaciales más abiertas. Esto significa abierto a todo el mundo, no solo a los equipos que han construido los instrumentos’, afirma Yannis Zouganelis, ESA Solar Orbiter Deputy Project Scientist.
Basándose en el modelo exitoso adoptado por misiones anteriores, en esta ocasión se decidió que el tiempo máximo entre el momento en que los datos se reciben en la Tierra y su publicación en abierto sería de 90 días. Con los desafíos sin precedentes de la pandemia de este año, cumplir los plazos ha supuesto un doble logro. ‘Trabajar en el contexto de COVID-19 a veces resulta muy difícil’, asegura Yannis Zouganelis, ‘pero estamos listos para entregar los datos a la comunidad científica de acuerdo con el plan, para que puedan hacer ciencia con ellos’.
Los equipos de trabajo de cada instrumento están formados por docenas de personas, a menudo, de muchos países diferentes. Una vez que los instrumentos ya están tomando datos, la misión entra en una fase de calibración, en la que cada equipo transforma esos datos aún sin procesar en resultados evaluados para entender así cómo funciona su instrumento en el espacio, si los datos que envían son los esperados y qué debe corregirse en cada uno de ellos y en el conjunto de la nave. Por ejemplo, las lecturas de instrumentos dependen de la temperatura del detector, pero a menudo los termómetros se encuentran, por necesidad, a cierta distancia. Por lo tanto, los datos deben calibrarse con el comportamiento térmico real en órbita de la nave.
Una vez entendido el instrumento de trabajo, los equipos procesan los datos y los envían al Centro Europeo de Astronomía Espacial (ESAC) de la ESA, cerca de Madrid. Allí, los datos se archivan en el Centro de Datos Científicos de ESAC y se ponen a disposición del público. ‘Es un esfuerzo coordinado en el que participan docenas de personas de muchos equipos y países diferentes y todas las partes tienen que trabajar juntas, como una orquesta, para asegurarse de que todo esté listo en el momento adecuado’, asegura Zouganelis. Esta orquesta está dirigida por el científico Pedro Osuna, ESA Solar Orbiter Archive Scientist, en colaboración con el Centro de Datos Científicos ESAC.
‘Cuando se reciben los datos sobre el terreno se trata de datos brutos, solo unos y ceros’, señala Javier Rodríguez-Pacheco, catedrático de Astronomía y Astrofísica de la Universidad de Alcalá e investigador principal del instrumento EPD. ‘Esto lo transformamos en unidades físicas que pueden ser utilizadas con fines científicos’. Afirma Rodríguez-Pacheco que, en este caso, la mayoría de los datos se limpiaron y calibraron a mano, pero en el futuro, una vez que entiendan completamente las respuestas de los diferentes sensores EPD, crearán un sistema que permita automatizar en gran medida el proceso.
Por el momento, ya hay datos suficientes de los otros instrumentos para que la comunidad científica pueda comenzar a trabajar. ‘Ahora cualquier científico de cualquier país puede obtener los datos y hacer ciencia con ellos. De hecho, ya hay numerosos de científicos trabajando juntos para valorar estos datos únicos’, dice Yannis Zouganelis.
Coincidiendo con esta publicación de datos, la revista ‘Astronomy and Astrophysics’ ha lanzado un número especial que contiene información sobre esta misión y sus instrumentos.
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