En 1950, Ava Gardner, la gran estrella de Hollywood, aceptó rodar la película Pandora y el Holandés Errante en el pueblo marinero de Tossa de Mar (Gerona). Este proyecto cinematográfico fue la primera gran producción con territorio español como localización. En un periodo de aislamiento internacional extremo, su llegada, su relación con el folclore y las fiestas, la llevaron a servir de nexo de unión entre el país y Estados Unidos. Algunos años después, abandonó definitivamente Los Ángeles y se instaló en Madrid, ciudad en la que vivió durante más de una década.
Manuel Vicent, autor de Ava en La Noche, escribió: "hubo un tiempo en que las noches de Madrid olían a Ava Gardner. Ese olor se componía de alcohol, Chanel y tabaco, al que se le añadía el del sudor después de una fiesta flamenca de madrugada... Le acompañaban los gitanos con las palmas, como si ser libre fuera ya un espectáculo”. Pero paralelamente a su leyenda y su noche, la vida de Ava en España coincidió con unos años de creciente relación diplomática con Estados Unidos, intercambio comercial y exportación de la imagen turística nacional.
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