Francisco Zaragozá, catedrático de la UAH: ‘es un lujo hacer lo que a uno le gusta’



El catedrático de Farmacología Francisco Zaragozá tiene en su haber un nuevo reconocimiento: acaba de ser nombrado académico de número de la Academia de Farmacia de Castilla y León.

Es miembro de la Comisión Permanente del Consejo Asesor de Sanidad, coordinador del Comité Científico del Plan Profarma de Industria Farmacéutica, vocal nacional de investigación y docencia del Consejo General de Colegios Oficiales de Farmacéuticos de España, académico de la Academia Nacional Farmacéutica Argentina, de la Real Academia de Farmacia de Cataluña y de la Real Academia Iberoameriacana de Farmacia. Francisco Zaragozá, un referente nacional e internacional en la

Francisco Zaragozá.
investigación en farmacología, suma ahora un nuevo reconocimiento profesional.

En esta entrevista repasa su trayectoria y habla del presente de la ciencia farmacéutica: los biofármacos y los nuevos horizontes terapéuticos, título también de la conferencia que impartió en el acto de ingreso en la Academia de Castilla y León.

-Profesor Zaragozá, un nuevo reconocimiento que añadir a la larga lista que usted ha ido acumulando durante su trayectoria docente e investigadora
-Sí, estoy muy satisfecho por la acogida que se me ha dado en la Academia de Farmacia de Castilla y León y me siento muy emocionado por el recibimiento que me han dispensado mis colegas.

-El camino que usted ha recorrido ha sido muy largo, en una época en la que la ciencia farmacéutica ha evolucionado de forma exponencial
-Nunca lo imaginé. Yo comencé mi carrera con una gran frustración: acabé mis estudios y conseguí una carta de recomendación para trabajar en los laboratorios Sandoz, en Basilea. Era la primera vez que iba a subirme a un avión y estaba muy nervioso…y justo antes de subirme al avión recibí un cable que me comunicó que el investigador con el que yo iba a trabajar en Sandoz, el doctor Stoll, una referencia en su tiempo, acababa de morir. Así que agarré la maleta y regresé al laboratorio con don César González, mi primer jefe en la Universidad, y seguí ahí, trabajando y luchando por conseguir mis objetivos. Me costó 3 convocatorias conseguir una plaza de profesor y en el camino rechacé ofertas del sector privado y del sector público muy tentadoras. Pero yo tenía muy claro que mi camino era la investigación y la docencia y eso es lo que he hecho, recorrerlo con toda la pasión y el amor que siento hacia mi trabajo.

-¿Qué le ha aportado a usted la ciencia, la investigación, la docencia?

-Es un lujo hacer lo que a uno le gusta, ni más ni menos. El amor hacia un trabajo, el que sea, le hace a uno evolucionar, no quedarse quieto, y yo me he pasado toda mi vida estudiando, investigando, viendo crecer los proyectos, viendo cómo mis discípulos, mis alumnos, han logrado sus sueños, me han superado… y viendo cómo nuestra Universidad se ha consolidado y cada vez tiene una mayor proyección externa.

-Sus ‘luchas’ pueden muy bien servir de ejemplo en un presente poco propicio…

-Quizá sí. Quizá el mensaje es que uno tiene que luchar y sacrificarse por lo que quiere, a pesar de las dificultades y también a costa de renuncias importantes…

-Profesor, como hemos dicho, la ciencia farmacéutica ha evolucionado muchísimo en las últimas décadas y hoy día los biomedicamentos han abierto nuevas líneas terapéuticas impensables hasta hace poco, ¿qué es un biofármaco?
-Un medicamento biológico es aquel que ha sido elaborado a partir de productos de origen biológico: microorganismos, órganos y tejidos de origen vegetal o animal, células o fluidos de origen humano o animal, así como otros de origen biotecnológico, que se obtienen a partir de una proteína o ácido nucleico por tecnología de ADN recombinante. Muchos de ellos son simples y son sustitutivos de sustancias existentes en el organismo, como la insulina; otros son muchos más complejos y actúan bloqueando o estimulando procesos o receptores biológicos específicos.

-¿Hacia dónde vamos en este camino emprendido por los biomedicamentos?

-Vamos hacia un mundo en el que los medicamentos no tratarán los síntomas de las enfermedades, sino el origen de las mismas. Esto sería lo deseable. Desde luego, gracias a los biomedicamentos, los logros están siendo enormes.

-Y, dentro de los biomedicamentos, usted ¿cuál destacaría?
-Quizá el primero, que es con el que más hemos aprendido: los anticuerpos monoclonales (AcMo). Han sido fundamentales para el tratamiento de algunos tipos de cáncer, de la artritis reumatoide, la enfermedad de Crohn y otras muchas patologías graves. Pero, realmente, lo que seguimos tratando son factores de riesgo. Lo que tenemos que conseguir es tratar el origen de la enfermedad, ese es el reto…

-¿Pero estamos cerca o lejos de ese reto?
-Cerca, pero tenemos que tener la mente muy clara y hay que separar el trigo de la cizaña porque hay muchos intereses económicos y de otro tipo en juego.