Trabajar, estudiar y asistir a clase ¿es compatible?
¿En qué invierten los estudiantes su tiempo? ¿Cuántas horas de estudio dedican al día? ¿Acuden los alumnos a clase?, ¿Es positivo trabajar durante la carrera? ¿Cómo repercuten las prácticas regladas por la universidad en el rendimiento académico? Éstas y otras preguntas tienen su respuesta en el estudio “Análisis de los Factores del Rendimiento Académico”, una investigación llevada a cabo por tres profesores de la UAH, Carlos García Serrano, Melchor Martín Bueno y Carmelo García Pérez.
Los tres profesores han trabajado juntos en proyectos anteriores como “Inserción Laboral y Perfil de los Diplomados en Ciencias Empresariales. Un estudio aplicado a la Universidad de Alcalá” y “Formación Superior, Inserción Dinámica y Laboral. El caso de los diplomados en Ciencias Empresariales de la Universidad de Alcalá”. Ambos estudios tenían como misión investigar qué ocurre con los alumnos de la Escuela de Empresariales una vez se han graduado. En su elaboración se encontraron con algunas dudas y se plantearon hipótesis que les pareció interesante investigar para un trabajo posterior. Y de la necesidad de dar respuesta a esas hipótesis nació este nuevo estudio, que no se centra en la situación del estudiante tras graduarse, sino que indaga en lo que hacen los alumnos mientras están en la universidad. Carlos dice que “la influencia del tipo de trabajo, el número de horas, los trabajos de fin de semana para ganar dinero fácil o la jornada completa, son factores a los que no podíamos dar respuesta”. Se trataba de recabar información acerca de esas áreas para poder proponer soluciones y mejorar la calidad de la docencia”.
Dámaris Cano y Arancha Cadenas, fueron las personas que durante meses se dedicaron a hacer las entrevistas vía telefónica sobre los cuestionarios que estos tres profesores habían diseñado. Carlos asegura que la organización y distribución del trabajo fue fácil porque tenían mucho camino recorrido gracias a los estudios anteriores. Las encuestas fueron elaboradas sobre las que habían aplicado años anteriores con algunas modificaciones y más extensas porque había que extraer datos de los distintos momentos del alumno dentro de la universidad.
El tipo de estudio puede llevarse a cabo en otras facultades, porque de lo que se trata es de conseguir información acerca de lo que hace el universitario mientras estudia, pero los tres coinciden en que los resultados variarán de unas titulaciones a otras. “La muestra no es representativa de toda la universidad, depende del tipo de titulación y de estudios”, argumenta Carmelo.
Además, este tipo de trabajos les ha ayudado a dar una respuesta a algo que se venían preguntado desde hace años. ¿Por qué acuden a clase sólo la mitad de los matriculados?, ¿Por qué nadie se apunta a las ofertas de prácticas? Poca asistencia y poca participación. "La consiguiente pregunta que te asalta, -bromea Melchor- es si eres o no buen profesor". Gracias a este estudio han comprobado que esa falta de representación en clase se debe a que la mitad de los alumnos compaginan estudios y trabajo.
Perciben esa complementariedad como un aspecto negativo porque el trabajo viene directamente relacionado con el rendimiento académico del alumno y se ha demostrado que no es beneficioso complementar ambas tareas. “Si el estudiante tuviera notas brillantes o superara el curso sin problemas, nosotros no pondríamos pegas, pero se eternizan terminando la carrera. Por eso lo veo negativo en las circunstancias actuales”, aduce Melchor. Y el estudio demuestra, por otro lado, que es la asistencia a clase el factor más beneficioso para ese rendimiento y si el alumno trabaja no acude a clase.
Necesidad económica o dinero fácil
¿Y qué ocurre con quienes trabajan por necesidad? Esta pregunta les no les sorprende y Melchor responde en tono jocoso que es curioso que de toda la muestra sólo el 8% trabaja porque necesita de un sustento económico para pagarse la universidad. Otros trabajan para poder tener más independecia económica y otros buscan trabajos de fin de semana que no están relacionados con sus estudios para sufragar sus gastos personales. Por eso se muestran tan reticentes con la práctica combinada de ambas tareas. No obstante apuestan por la realización de prácticas en empresas, controladas, regladas, con un número de horas semanales establecidas y tutorizadas para llevar un seguimiento del alumno. “Me parecen necesarias”-comenta Melchor-, “no sólo por lo que los alumnos puedan aprender, también porque supondría un vínculo entre la empresa y la universidad gracias a los servicios de formación y contratos de investigación. Sería la relación perfecta si las prácticas fueran obligatorias”.
Nuevos planes de estudios
Pero el futuro se presenta oscuro y en los planes de estudio que se están perfilando las prácticas en empresas no se recogen como obligatorias. Melchor dice que le gustaría que quienes tienen potestad para tomar decisiones analizaran las conclusiones de este estudio y actúen en consecuencia para el futuro. "Quizá limitar el número de años de permanencia o controlar la asistencia puedan ser algunas medidas", añade.
Ofrecer alternativas no es el objetivo del trabajo pero Carmelo plantea la posibilidad de que en la nueva reforma haya dos vías: una que tenga asistencia obligatoria para los que quieren sacar la carrera en el tiempo establecido y una segunda vía para aquellos que prefieren hacerlo a distancia y dedicando más años. "Sería la mejor manera de optimizar los recurso públicos y de evitar que alumnos que nunca vienen a clase impidan el acceso de otros".
Esta es sólo una alternativa, quizá haya otras mejores. Lo que este estudio pone de manifiesto es que existe un problema y es que la compatibilidad entre el trabajo y los estudios no es beneficiosa para el rendimiento de los estudiantes.
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