El impacto ambiental de los transgénicos, a debate de la mano de Gómez Sal



Antonio Gómez Sal
es catedrático de Ecología en la UAH. En esta entrevista habla de las presuntas ‘amenazas’ que se ciernen sobre el medio ambiente por el uso de los transgénicos

.La agricultura industrial ha traído consigo la producción y uso de alimentos transgénicos a gran escala en países como Argentina, Brasil o USA. En España también se producen maíz transgénico para consumo animal y eso no cesa de generar polémica entre sus defensores y sus detractores. El catedrático de Ecología de la UAH, Antonio Gómez Sal, habla en esta entrevista de cuáles son las ‘amenazas’ de la producción y consumo de productos de estas características.

Antonio Gómez Sal.


-Parece que en el mundo contemporáneo se enfrentan 2 formas de entender la producción agrícola bien distintas y completamente opuestas ¿no?
-Sí, desde luego, hay una profunda diferencia entre las concepciones de agricultura industrial, que incluyen el uso de las plantas transgénicas, y los planteamientos , también muy activos en la agricultura actual, que defienden la biodiversidad agraria. Por tanto, para situar el debate es preciso conocer que los transgénicos son una herramienta de la agricultura industrial que está además en manos de un número muy reducido de compañías agroquímicas internacionales. Entre ellas sólo Monsanto con sus variedades, y según sus propios informes, ocupa más del 80% de la superficie sembrada de transgénicos en el mundo. Se trata de grandes corporaciones que ofertan no sólo la siembra de la semilla transgénica, sino también el pesticida para acabar con las malas hierbas, incluye por tanto todas las condiciones necesarias para que la planta sostenga la ‘agresión’ de los pesticidas. Digamos que venden un kit completo, incluyendo generalmente un contrato que fideliza la dependencia del agricultor hacia este sistema de cultivo, y eso genera mucha polémica desde las perspectivas que defienden la autonomía alimentaria y la diversidad agrícola. Porque tenemos que recordar que según la FAO hay más de 30.000 especies útiles para la alimentación humana, pero actualmente dependemos de unas 5 especies que concentran el casi el 70 de la alimentación: trigo, maíz, arroz, patata, y soja (esta última para la ganadería) y los transgénicos son una herramienta al servicio de esta agricultura simplificada, artificial...

-¿Por qué hay un sector social y científico que rechaza tanto y tan duramente los transgénicos?
-Yo distinguiría entre el rechazo o prevención respecto a las consecuencias del uso monopolístico de los transgénicos y lo referente a la investigación científica, campo que considero de vanguardia y en el que se han producido sorprendentes avances.
Hay tres aspectos por los que se produce el rechazo social que mencionas: las afectaciones al medio ambiente, porque se corre el riesgo de que algunos transgenes puedan pasar a plantas silvestres y eso terminaría aumentando la actividad de plagas inmunes al insecticida. Las semillas llevan incorporado el veneno contra los insectos, o llevan herbicida al que no son sensibles pero que destruye otras planta invasoras. Se utiliza para controlar éstas, pero no afecta a los transgénicos que incluso lo acumulan. La presencia en los suelos de sustancias insecticidas artificiales producidas por los transgénicos aumentará en pocos años la presencia de insectos inmunes a ellos (su tasa de reproducción es muy alta), con lo que habría que trabajar con nuevos insecticidas, entrando en un ciclo poco atractivo por la fuerte dependencia que provoca. Los procesos ecológicos esenciales para el bienestar humano, incluyendo los servicios que permiten una alimentación equilibrada y sana, dependen de la biodiversidad.
Por otra parte, hay discusiones sobre los posibles efectos de los transgénicos sobre la salud. De hecho, hay una gran polémica planteada por parte de algunos científicos que han demostrado que los pesticidas que fabrican las plantas transgénicas son compuestos resistentes que se acumulan en el ganado alimentado con transgénicos y puede tener efectos sobre la salud humana al consumir productos de estos animales. Las propias empresas productoras de trasgénicos son las que deben presentar las pruebas sobre su seguridad. Sin embargo, algunos científicos consideran que el período de prueba es insuficiente por el carácter acumulativo de dichas sustancias, proponiendo que en lugar de tres meses sea de dos años. Estas pruebas a medio plazo no se han realizado hasta ahora y algunos trabajos independientes realizados con ratas alimentadas con transgénicos demuestran que serian convenientes. Uno de estos autores, Gilles Séralini, ha trabajado para la Unión Europea en el conflicto que ha mantenido con los EEUU respecto a la comercialización en Europa de transgénicos, ha sido incluso denunciado por varias asociaciones científicas defensoras a ultranza de los transgénicos pero, curiosamente, en el mes de enero les ha ganado en vía judicial, demostrando que varios de los que le acusaban tenían relación con las compañías productoras. Se trata de un tema realmente importante que debería quedar en un ámbito del debate científico suficientemente abierto y plural, pero que sin duda está sometido a grendes intereses comerciales. Las posibilidades de negocio que permite el monopolio de las semillas y las patentes sobre seres vivos es enorme.
La tercera problemática que yo veo es, precisamente, el desarme respecto a la autonomía alimentaria, que puede provocar este control de la producción de los alimentos a escala mundial. Especialmente en los países en desarrollo, pero también en los que contamos con un rico patrimonio de agrobiodiversidad (razas ganaderas autóctonas, variedades de plantas cultivadas, paisajes y tradiciones gastronómicas que dependen de su uso) que queremos proteger y trasmitir como factor de desarrollo. De forma alegórica podemos decir que quien llegue a controlar las semillas podría ser el amo del mundo y, si ignoramos o marginamos la diversidad en la que se ha basado la alimentación autónoma propia de la agricultura tradicional y de su versión moderna, que es la agricultura ecológica, las consecuencias pueden ser muy graves, sobre todo para los países en desarrollo, teniendo en cuenta que esta producción transgénica está concentrada en pocas manos.

-¿Cómo es la situación en España?
-Se cultiva una importante cantidad de maíz transgénico (unas 100.000 ha) y se importa soja y maíz transgénicos para piensos. Somos prácticamente el único país de la Unión Europea con transgénicos en su agricultura. España es un gran productor de piensos compuestos para la ganadería estabulada. De hecho, la producción de piensos supera algunos años la demanda y hay un negocio importante en esta actividad

-Entonces, ¿podemos decir que la mayoría de la carne que comemos se ha alimentado con piensos transgénicos?
-No lo puedo decir porque no tengo datos al respecto, pero gran parte de la producción ganadera está alimentada con piensos elaborados con soja y maíz transgénicos ( imprtando de EEUU, Argentina y Brasil) y, según los indicios que sugieren los trabajos realizados por el grupo de investigación al que antes me referí, es posible que eso pueda estar produciendo algunos trastornos de salud que se manifiestan a medio y largo plazo.

-Pero, volviendo al comienzo, profesor, frente a esta tendencia también hay quienes apuestan por una producción basada en la diversidad y en concreto por la agricultura ecológica
-Efectivamente en España tenemos en la agricultura ecológica un importante sector de empleo, con muchas poisblidades. Este tipo de agricultura, muy regulado por una normativa del Ministerio, ha aumentado de forma espectacular en los últimos años, pero estamos aún en los inicios. Practicamente toda la producción se está exportando, ya que la demanda en España, en comparación con la existente en países como Alemania, donde el 30% de los productos agrícolas corresponden ya a este tipo de agricultura es aún muy incipiente.
Nosotros hemos participado en el Programa Internacional, promovido por Naciones Unidas de Evaluación de los Ecosistemas del Milenio. En el último número la revista Ambienta del Ministerio de Agricultura pueden verse algunos resultados sobre el estado en que encuentran los ecosistemas españoles respecto a su capacidad para seguir suministrando los servicios que requiere el bienestar de la población. Respecto a la alimentación podemos comentar algunos datos curiosos: en España se incrementa el consumo de pollo y cerdo, pero disminuye el cordero. Los dos primeros son de ganadería estabulada, el cordero y la ternera de calidad son extensivos. La ganadería ovina es la más adaptada a las características del clima mediterráneo y tienen una función muy importante en la regulación de nuestros ecosistemas más originales (entre estos muchos sulvopatorales, rastrojeras, etc). De las razas ganaderas autóctonas (unas doscientas contando las diferentes especies) más del 80 % están amenazadas de extinción, y una cifra parecida o mayor ocurre con las variedades de plantas cultivadas, incluyendo frutales, lo que supondría una importante pérdida del acervo genético.
La agricultura ecológica puede practicarse también a escalas mayores, con métodos más intensivos o industriales. En sus distintas versiones representa una oportunidad como alternativa de vida compatible o complementaria con otros trabajos, para muchas personas dispuestas a vivir en un medio no urbano; su función en el mantenimiento de los paisajes, la agrobiodiversidad y otros valores asociados al territorio es evidente.

-¿Cómo percibe el futuro?
-Respecto a los transgénicos comparto la opinión de que es necesaria una investigación de los efectos sobre la salud humana y sobre los ecosistemas. Con los plazos que han pedido los científicos referidos. En Europa hay muchos motivos para el optimismo. La UE tiene limitado el uso de los productos transgénicosy el aprecio por los productos biológicos y la agrobiodiversidad es muy fuerte y creciente, también por razones de identidad, tradiciones culinarias, etc.. Pero también hay que tener en cuenta que las empresas interesandas en el comercio de transgénicos son multinacionales muy potentes, con gran capacida de influir en decisiones que generan dependencias. Es muy importante el principio de precaución cuando una actuación puede perjudicar a la salud humana y la capacidad de la naturaleza para sustentar el bienestar hay que ser especialmente precavido. El papel de la ciencia independiente y la universidad es especialmente relevante.