Mita Valvassori, premiada por su tesis sobre el Decamerón
Mita Valvassori ha sido galardonada con la medalla a la mejor tesis doctoral en Filosofía y Letras 2009-2010 que otorga la Sociedad de Condueños a los doctores de la UAH.
Mita Valvassori es italiana y tiene 31 años. Llegó a Alcalá con 19 años para estudiar español en Alcalingua y se quedó. En la UAH ha estudiado la carrera de Filología Hispánica y luego el doctorado en Literaturas Comparadas. Su tesis, 'La primera traducción castellana del Decamerón: el manuscrito escurialiense J-II-21' ha sido galardonada con la medalla a la mejor tesis doctoral en Filosofia y Letras 2009-2010 que otorga la Sociedad de Condueños a los alumnos de la UAH. La tesis ha estado dirigida por Joaquín Rubio Tovar -del departamento de Filología de la UAH- y codirigida por la María Hernández Esteban -del departamento de Filología Italiana de la Universidad Complutense de Madrid-.
Mita Valvassori.
En la actualidad, da clases de literatura a los estudiantes norteamericanos del programa de Estudios Hispánicos del Instituto B. Franklin y colabora como correctora lingüística con la Escuela de Escritura.
-¿Qué ha supuesto recibir la medalla como mejor tesis doctoral en tu ámbito de conocimiento?
-El premio recibido supone principalmente un reconocimiento personal después de tantos años de trabajo solitario, además de ser un buen incentivo para seguir investigando.
-Háblanos de la tesis, ¿por qué decidiste investigar en este ámbito?
-El objeto de la tesis es el estudio de la traducción al castellano más antigua que se conserva del Decamerón; está recogida en un manuscrito del siglo XV que formó parte del Tesoro de la Corona durante siglos y ahora se encuentra en la Biblioteca de San Lorenzo del Escorial. Debo decir que fue una investigación apasionante y pude realizarla gracias a mi condición de hablante bilingüe, pues en muchos puntos el texto castellano es muy oscuro y es necesario reconstruir cada paso de la traducción a partir del original italiano. Además, el Decamerón es una de las grandes obras literarias de todos los tiempos y sumergirse en su estudio resulta siempre una experiencia profesional -y personal- sumamente enriquecedora.
-¿Qué es lo que más te ha atraído de la investigación y por qué optaste por realizar el doctorado y la posterior tesis doctoral?
-Siempre me ha interesado la traducción, puesto que nos permite encontrar las claves para entender la relación entre dos lenguas, dos países y dos culturas diferentes; además, es el ámbito en el que me he movido desde que decidí salir de mi país de origen.
En el caso específico del objeto de mi tesis, el mayor interés fue ir descubriendo, palabra tras palabra, cómo fue esa primera recepción de una obra tan especial como el Decamerón, que procedía de un contexto histórico y cultural florentino completamente diferente del mundo castellano tardomedieval. Primero tuve que descifrar y transcribir el texto del manuscrito escurialense, para luego analizar en detalle las dos versiones -original y traducción- y buscar respuestas a las miles de preguntas que surgían sobre la marcha. Esa fue la parte más apasionante del trabajo.
-Traducir siempre es interpretar y, de algún modo, reescribir...
-Por supuesto... y volvemos al tópico del traduttore traditore ('traductor traidor'). Si sólo pensamos en la distancia geográfica, histórica y cultural que separa la Florencia de la mitad del siglo XIV, en la que Boccaccio escribió el Decamerón, de la Castilla de principio del siglo XV, en la que llegó la primera traducción, es evidente que el trabajo del traductor no era sólo el de verter el texto de una lengua a otra. Había que entender esos extraños y originales cuentos -novelle- y acercarlos al nuevo lector, adaptarlos de la mejor manera, para que pudiera disfrutarlos. Con esa controlada libertad se desarrolla la difícil labor del traductor, que a veces no entiende, se equivoca o simplemente debe tomar una decisión para solucionar problemas lingüísticos o culturales.
-¿Qué haces ahora y qué perspectivas tienes para el futuro?
-Actualmente, en el tiempo que queda entre las clases y las correcciones, sigo trabajando en la recepción castellana del Decamerón, gracias a la colaboración con proyectos afines de la UAH y de la UCM. Sin embargo, me encantaría poder dedicarme de nuevo a tiempo completo a mi investigación, pues aún queda mucho por hacer en este ámbito y, en general, en el estudio de las traducciones romances antiguas, cuyo valor filológico es incuestionable. De todos modos, no quiero perder la ocasión, una vez más, de agradecer el trabajo de mis directores de tesis, así como la ayuda imprescindible de otros profesores que me han acompañado en este largo camino, como la Dra. Julia Barella (UAH) o el Dr. Bernard Darbord (París X). Por supuesto, nada de esto habría sido posible sin el apoyo incondicional de mi familia, italiana y chilena, así como de mis dos gatos, fieles lectores de Boccaccio en todos los idiomas. Todos ellos saben muy bien que, tras la experiencia de esta tesis, hay dos cosas que no puedo evitar: la primera es la de detenerme a leer el nombre del traductor de cualquier libro que tengo entre las manos; la segunda es la de releer cada cierto tiempo el Decamerón para volver a comprobar que la genialidad de Boccaccio trasciende cualquier época y cualquier traducción.
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