Algunos consejos para el inicio del curso



El curso ya ha empezado en todas las franjas educativas. En este reportaje, Soledad Andrés aporta algunas pautas para que el final sea tan ilusionante como el principio.

En Primaria, en Secundaria, en el Bachillerato, en la Universidad... padres y formadores buscan fórmulas que logren el éxito en la formación integran. Conseguirlo no siempre es fácil, pero los expertos pueden aportar algunas pautas. Soledad Andrés, profesora ayudante de Psicología Evolutiva y de la Educación, habla en esta entrevista de estos asuntos y ofrece algunas recomendaciones...

Soledad Andrés.


-Empieza el curso escolar, ¿cómo deben afrontarse estos comienzos para que el final sea un éxito?
-El comienzo de curso escolar suele venir marcado, por parte de la mayoría de alumnos y alumnas, por sentimientos de ilusión ante un nuevo reencuentro con los amigos y compañeros, en primer lugar. Así lo indican numerosas encuestas sobre la convivencia en las escuelas. Y muy en segundo plano –deberíamos decir que lamentablemente- está la curiosidad por los nuevos aprendizajes que habrán de afrontarse, los nuevos profesores y profesoras, las nuevas escuelas en los casos de cambio de etapa educativa, etc. … Esta curiosidad, cuando aparece, si aparece, es más bien en forma de incertidumbre, por no hablar de miedo, en algunos, pero relevantes casos, a algunos compañeros y compañeras que acosan y maltratan a quienes son más débiles, física o psicológicamente. Las escuelas son lugares de aprendizaje, pero también –y para muchos, en primer lugar- de relaciones, y todos los chicos y chicas deben sentirse seguros y protegidos, y profesorado y centros deben contemplar actuaciones de mejora de las buenas relaciones y de promoción de un desarrollo social saludable y respetuoso con los derechos de todos.

Si esa satisfacción con las relaciones entre los compañeros, pero también con el profesorado es alta, se están sentando las bases para un buen aprendizaje. Porque hablar de éxito educativo no es sólo hablar de “aprobar” o de “pasar de curso”, es más que eso, aunque se olvide con demasiada frecuencia: la educación escolar debe ocuparse de la educación integral de las personas, de formar en el respeto a los derechos universales a los niños y niñas, y a los jóvenes adolescentes, ciudadanos del futuro. Y esto, difícil de enseñar, como difícil de evaluar, significa procurar que los estudiantes adquieran competencias que tienen que ver con el desarrollo humano en el ámbito de lo moral y lo social (que también supone desarrollo intelectual o cognitivo).

En cuanto a la pregunta concreta sobre cómo afrontar los comienzos para asegurar el éxito, salvo algunas recetas bien conocidas y que, muy ensayadas, indican el camino adecuado, no parece adecuado insistir más en esa línea. Es recomendable, por ejemplo, tener presente que es importante prestar atención de manera especial a las primeras clases, en contra de lo que suponen algunos estudiantes, porque ahí se obtiene gran parte de la información sobre el funcionamiento del curso, de la asignatura, del propio profesor o profesora, etc., o procurar llegar con un nivel de descanso adecuado a las clases a primeras horas de la mañana (¡incluso llegar tan sólo, en muchos casos!), o habiendo tomado un buen desayuno, ambos factores sonbásicos para poder concentrarse en las primeras clases –con frecuencia las que corresponden a las materias troncales del currículo- .

En líneas generales, que se lleven a la práctica estas ideas que dicta el sentido común, suele ser, cómo no, positivo. Pero no pueden considerarse claves de éxito en abstracto. Éstas se encuentran en la forma en la que cada alumno y alumna se sitúa ante los nuevos aprendizajes: su disposición hacia la tarea, su motivación, su autoestima o idea positiva de sí mismo como aprendiz (“yo puedo con esto”)… Y en esto intervienen numerosos factores: desde las características individuales de cada niño o niña, hasta sus experiencias pasadas de éxito o fracaso escolar, el apoyo y entorno familiar con que cuenta, la organización del tiempo escolar y extraescolar de que dispone –o que le disponen-, destacando, entre todos estos factores, las características y disponibilidad del profesor o profesora y del centro al que pertenece y su organización y funcionamiento.

Así que, si contemplamos el problema del éxito o fracaso escolar en todas las dimensiones que acabo de mencionar, podemos comprender con facilidad cómo la trayectoria de cada niño o niña es individual e irrepetible, pero que, al mismo tiempo, la escuela tiene la mayor parte de responsabilidad frente a su éxito o fracaso que, más que del alumno individual, lo es del conjunto de la escuela, y, si me apuran, del sistema educativo (digo esto como referencia –obvia- a las altas y dolorosas tasas de fracaso y abandono escolar de nuestro país en una sencilla comparación con los países de nuestro entorno)

-Algunos consejos para los chicos que comienzan en la Universidad y se enfrentan a unos nuevos modos de estudio y formación.
-En primer lugar debo dejar claro que los nuevos planes de estudio –aunque hasta ahora tengamos tan sólo experiencia de un año o dos desde su implantación-, adaptados al plan Bolonia, no suponen, necesariamente, un reto mayor que el de las antiguas diplomaturas o licenciaturas ni, por supuesto, suponen una degradación de éstas.
Pero sí conllevan una exigencia de mayor autonomía por parte del estudiante, quien debe asumir que, de manera especial en cuanto a la parte práctica de cada asignatura o materia, es asunto de su responsabilidad el buen ejercicio de las tareas que le corresponden.
Las guías docentes de las asignaturas, ajustadas a las orientaciones generales de los planes de estudio desarrollados por las universidades, son documentos de gran interés para el alumnado –guían el camino, como su propio nombre indica-: siendo más que los antiguos “programas” contienen toda la información relevante sobre las asignaturas y el compromiso por parte de la universidad para respetar sus contenidos. Los alumnos y alumnas deben conocerlas –están accesibles en las páginas web de las universidades- y consultar sus dudas al respecto, si las tienen, con el profesor o profesora responsable de la asignatura.
Otros aspectos relacionados con el funcionamiento de la vida académica, como el uso de las tutorías, de importancia especial para hacerse conocer y ser conocidos por el profesor o profesora, o, en otro orden de cosas, moverse con comodidad en el uso de las plataformas on-line que administran ciertos contenidos, participar en clase y en la vida universitaria en general, etc. … son temas conocidos por los estudiantes, recursos que es muy recomendable conocer y utilizar.

-Es más productivo estudiar bien que estudiar mucho pero ¿cómo se logra esa disciplina?
-Afortunadamente ya estamos lejos de los años en los que las “técnicas de estudio” parecían resolver todos los problemas. Pero es cierto que a unas personas parece aprovecharles más que a otras el tiempo que dedican al estudio: de nuevo, no hay fórmulas mágicas. Los buenos estudiantes saben que el éxito educativo se construye en el día a día, por medio de la constancia, la atención y la concentración en clase y fuera de ella. Por más que no esté de moda confesar a los compañeros que uno estudia, y mucho. Que se concentra para comprender, y que eso exige disciplina, y, en muchas ocasiones, superar la frustración y el sufrimiento (de no comprender inicialmente). Y ésas son las claves del éxito y de las “buenas notas”.
En ninguna circunstancia de la vida se consigue alcanzar una meta compleja y preciada sin que suponga un alto nivel de esfuerzo, de rigor , regularidad y constancia en el trabajo. En resumidas cuentas: un mero “clic” no te lleva en volandas al conocimiento, a la comprensión profunda de los fenómenos físicos o sociales, que es de lo que se ocupa la escuela como institución. Tampoco la repetición sin sentido de lo que otros –por más sabios y reconocidos que sean o hayan sido- hayan pensado antes. Tan sólo el esfuerzo individual; mejor si es en equipo.
Recuerdo que un catedrático de Psicología Evolutiva y de la Educación, hace ya unos cuantos años, ante la adoración que despertaba el uso de los sofisticadísimos paquetes informáticos para el análisis de los datos de investigación,nos recordó a los doctorandos que “ninguna herramienta de ese tipo nos libraría del trabajo de pensar”. Pues eso.

-¿En las edades más tempranas los padres deben sentarse con sus hijos a hacer las tareas?
-Los padres deben acompañar a sus hijos a lo largo de toda su trayectoria educativa: desde los primeros pasos en las escuelas infantiles, hasta las etapas obligatorias y post-obligatorias. Ésta es una de las formas de hacerles saber que, para ellos, la educación es importante y la consideran determinante para su futuro.
Deben ayudarles a superar las trabas que pueden encontrar en cualquier momento de su escolarización (tropiezos previsibles en lectoescritura, por ejemplo) y apoyar al profesorado en su tarea, de forma general.
Pero esto no significa necesariamente que hayan de sentarse a hacer las tareas escolares con sus hijos.
Cada caso es distinto, obviamente, puede haber niños o niñas que lo necesiten en un momento, pero no en otros, y los padres y madres deben saber diferenciar cuándo es esencial su ayuda y cuándo no. El niño o la niña debe ser capaz, idóneamente, de resolver por sí mismo las tareas derivadas de su curso de escolarización, `partiendo de la base de que están bien ajustadas a sus capacidades. En síntesis: el padre o la madre no puede ni debe convertirse en el profesor “particular” de su hijo o hija, sus tareas son bien distintas, y bien costosas, por cierto. Deben dedicarse a ellas prioritariamente y dejar a los profesionales de la educación que cumplan su función.

-¿Muchos deberes son sinónimo de mucho aprendizaje?
Desde luego que no. Pero siempre hay que ver cada caso y cada situación particular.

-Bolonia exige un cambio en el modo de impartir docencia y en la manera de adquirir el conocimiento, ¿quiénes están más preparados para afrontar esa exigencia, los profesores o los alumnos?
-La capacidad de adaptación de los alumnos me atrevo a decir que es mayor que la de, al menos, una parte del profesorado. Pero es preciso saber, también, que el profesorado lleva ya varios años preparándose para los cambios que supone adaptarse a las exigencias de Bolonia. Hay documentación elaborada al respecto. Pero es cierto que es posible que a algunos profesores y profesoras les cueste adaptarse al formato de clases más prácticas, en donde la autonomía del estudiante es más alta, y, por primera vez, se aconseja fomentar aspectos difícilmente evaluables como la participación y la implicación en las clases y con la asignatura, en donde el examen final –en su concepción tradicional- quede desleído ante el peso de otras competencias en el conjunto de lo que se debe evaluar (y, por tanto, “contar” para la nota final). También hay que decir que las universidades, en concreto la de Alcalá, tiene una ya importante trayectoria en la formación del profesorado universitario, en donde se forma e informa de las aportaciones e instrumentos que proporciona el conocimiento psicopedagógico en el ámbito de la innovación docente.
En todo caso, sin ánimo de generalizar, porque no dispongo de datos en este momento, es posible que ese sector renuente a los cambios vaya siendo cada vez más minoritario con el paso del tiempo, e incluso, que haya diferencias relevantes entre titulaciones y/o áreas de conocimiento o departamentos universitarios.