El Patio de Las Lenguas brillará con luz propia tras las obras que se llevan a cabo en el Rectorado



Las obras en el Colegio San Ildefonso pondrán al descubierto la ‘joya’ más escondida del conjunto fundacional: el Patio de Las Lenguas.

Hace un año que empezaron las obras de restauración del Colegio Mayor y la Capilla de San Ildefonso, una intervención que afecta, sobre todo, al patio de Santo Tomás de Villanueva, a la fachada completa del conjunto fundacional cisneriano, a la Capilla, y al Patio de las Lenguas.

José Luis de la Quintana.

La intervención mejorará la funcionalidad, la seguridad y el aspecto de los espacios afectados pero, sobre todo, detendrá el deterioro y recuperará los elementos más valiosos del conjunto, como los artesonados, las yeserías, las vidrieras o el sepulcro del Cardenal Cisneros en la capilla, el patio de Santo Tomás de Villanueva y la fachada del Colegio Mayor de San Ildefonso. Además, permitirá conocer mejor el período fundacional de la Universidad así como la importancia histórica y la riqueza cultural del conjunto de edificios que se levantó al borde de la Alcalá medieval en los albores del Renacimiento español.

Sin duda, estas actuaciones van a dar un nuevo brillo al conjunto arquitectónico de la Manzana Fundacional pero los dos focos principales de atracción serán la Capilla de San Ildefonso y el Patio de Las Lenguas. Este último es, tal vez, el espacio al aire libre más desconocido de toda la edificación. Sin embargo, los trabajos arqueológicos que se llevan a cabo están dejando al descubierto la historia de un lugar que, aunque aparentemente secundario en su origen, se verá con otros ojos cuando finalicen las obras.

Entramos en la Capilla de San Ildefonso y vemos un edificio lleno de andamios en plena restauración.

En la Capilla se ha realizado una excavación arqueológica que está ayudando a comprender mejor las distintas fases de construcción de un edificio expuesto a los avatares del tiempo. “Cuando Cisneros fundó la Universidad tenía prisa por terminarla, porque era ya mayor y temía no llegar a verla acabada. Para acortar la duración de las obras Pedro Gumiel, arquitecto del Arzobispado de Toledo, utilizó el tapial y el ladrillo, materiales asequibles y de fácil suministro pero muy sensibles a las humedades del terreno. Eso implicó que desde el principio hubiera que hacer restauraciones periódicas tanto en la iglesia como en el Colegio Mayor y que, a lo largo de los siglos, las humedades afectaran muchísimo a los cimientos y a las zonas inferiores de los muros”, explica José Luis de la Quintana, arquitecto de la Oficina de Proyectos de la UAH.

De hecho, a principios del siglo XX las humedades en la capilla llegaron a alcanzar a los dinteles de las yeserías y hubo un momento en que se temió por el derrumbe del templo. Para salvar este tesoro del Renacimiento, a comienzos de la década de 1960-70 se llevaron a cabo, con los medios disponibles entonces, unas obras de refuerzo que hoy se considerarían agresivas, pero que evitaron la ruina de la capilla.

Se recalzaron los muros, se empotraron estructuras de hormigón en las fachadas y se rebajó el nivel del solado excavando bajo él unas cámaras de ventilación que han erradicado las humedades históricas. Pero al hacerlo se perdieron algunos niveles de enterramientos y se deformó la escala y la proporción interior del templo, que es ahora más alto que cuando se construyó.

Un detalle del artesonado.


“Con la restauración vamos a recuperar el nivel original del solado de las naves y por tanto, la proporción de éstas y la escala de las yeserías, que se están restaurando, tanto las originales como las colocadas en las restauraciones contemporáneas, puesto que ya forman parte de la historia del edificio”, señala el arquitecto.

Los artesonados recuperarán sus colores originales y darán al edificio una visión completamente distinta a la de las últimas décadas. “En los años 60 se restauraron tapando las tablas policromadas que estaban más deterioradas con otras nuevas, pintadas, que imitaban las decoraciones originales. Ahora, las tablas modernas que ocultan a otras más antiguas se han quitado para restaurar las originales, consolidando su policromía. El resultado será un artesonado más luminoso que permitirá entender mejor el uso del color y el manejo de la luz en el siglo XVI”, indica De la Quintana.

La intervención afectará también a las vidrieras y al sepulcro de Cisneros, muy dañado por el tiempo y las vicisitudes de la historia, que se restaurará in situ para evitar daños mayores.

La Capilla, como hemos dicho, será una sorpresa para el visitante, pero desde luego el gran hallazgo de la intervención ha tenido lugar en el Patio de las Lenguas entre la Capilla y el Colegio Mayor de San Ildefonso.

“En el Patio de las Lenguas hemos encontrado las trazas de las capillas adosadas al muro del Evangelio del templo y los cimientos del claustro que probablemente fue construido en el siglo XVII y perduró hasta el siglo XIX.”. Había testimonio documental de la existencia del claustro, pero lo que ha supuesto un descubrimiento ha sido el aljibe situado en otro patio al sur de éste. Tiene una profundidad de unos 3 metros. “Es de gran tamaño y, de hecho, en un momento dado dejó de utilizarse como tal para dedicarse probablemente a almacén” señala el arquitecto.

Los hallazgos hacen pensar que este patio fue utilizado como la zona de servicios dedicados al suministro y atención de la Capilla y el Colegio Mayor de San Ildefonso.

“Lo que planteamos en el proyecto es que todo esto que hemos encontrado: el claustro, las galerías, las columnas y los recorridos, se pueda conservar, entender y visitar y se convierta en una especie de centro de interpretación de lo que fue el conjunto fundacional”.

Panorámica general de las obras de la capilla.

Queda prácticamente un año por delante para que las obras finalicen y se puedan ver los resultados obtenidos por el equipo de especialistas que las desarrollan, en el que participan historiadores, arqueólogos, vitralistas, yesaires, restauradores, ingenieros y arquitectos, pero las perspectivas no pueden ser mejores para aportar un nuevo atractivo a un conjunto arquitectónico que, como todos los edificios históricos, muestra las huellas -visibles a veces, recónditas otras- del paso del tiempo y de las decisiones, a veces acertadas, a veces erróneas, pero siempre necesarias, de los seres humanos que, conscientes de su valor, lo han utilizado y han luchado a través de los siglos por mantener intacto su esplendor.