Una experiencia en Hassilabied



Carmen Solla Salvador
, estudiante de 5º curso de la licenciatura de Ciencias Ambientales, cuenta en primera persona su experiencia en Hassilabied con el taller Educación en gestión sostenible de los recursos naturales y salud como factor de lucha contra la pobreza. (Alumnos de Ambientales)

Este taller, comandado por la decana Rosa Vicente y la profesora María Eugenia Moya, trata de que los alumnos de Ambientales vean sobre el terreno algunos de los aspectos en los que pueden trabajar, al tiempo que se trata de una experiencia solidaria que tiene como objetivo mejorar la vida de los que viven en Hassilabied.


"18 de septiembre de 2010, por fin subí al avión con todo el grupo. De España salimos 19 alumnos y 4 profesores de la

Los alumnos de CC. Ambientales en Hassilabied.
Universidad de Alcalá, pero en Marrakech se uniría otro profesor más de la Universidad de Rabat. Desde Marrakech, el equipo al completo, partió en dos furgonetas rumbo a Hassi Labied (Marruecos), donde tendría lugar el Taller de “Educación en gestión sostenible de los recursos naturales y salud como factor de lucha contra la pobreza”.

Dos días de furgoneta dan para mucho, conocer a los compañeros, aprender de los profesores y observar cada detalle del espléndido paisaje. El clima y por tanto las vistas, cambiaron bruscamente al atravesar el Atlas. Al descender en altitud, el desierto nos recibió con una calurosa y seca bienvenida. Donde quiera que posáramos la vista solo veíamos pedregal, el verde se convirtió en marrón y solo algún arbustillo, y los osados dromedarios, se atrevieron a acompañarnos.

Aunque el aspecto del desierto, puede ser a nuestros ojos poco acogedor, lo cierto es que está lleno de vida. A ambos lados de la carretera, por ejemplo, encontramos varios pueblos. Sobre todo cerca de los oasis o de los uoadis, una especie de ríos temporales por los que corre el agua solo después de las lluvias. Las casas de los pueblecitos suelen ser todas iguales, de barro, marrones y con el tejado plano. En las calles la gente trabaja, las mujeres transportan madera o vasijas, los hombres construyen o reparan, y los niños juegan o ayudan. A veces puedes verles descansar también. Los hombres se sientan en la calle principal a descansar o a la espera de clientes (locales y turistas), mientras que las mujeres se refugian en las casas o en las calles secundarias.

El primer contacto con el mundo bereber, lo tuvimos de la mano de Hassan, nuestro guía en El Museo de los Oasis. Hassan, como casi todos los bereberes nómadas, aprendió idiomas y casi todo lo demás de forma autodidacta. Las salas se sucedían en el Museo mientras escuchábamos embobados los secretos del pueblo amazigh; cuya lengua, el tamazight, no tiene tradición escrita. Vimos trajes y joyas típicas, utensilios de los quehaceres diarios (el horno donde se cocían recipientes de barro, las vasijas para el agua y la mantequilla, los aperos de labranza), esquemas de kettaras y planos de los ksares (los pueblos fortificados, como el que ahora acoge el museo).

Ya de noche, cansados pero con muchas ganas, llegamos por fin a Hassi Labied. El grupo de la Asociación de Jóvenes, con el que colaboraríamos el resto de la semana, nos había preparado una simpática bienvenida. Té, música local y primeras conversaciones. Afortunadamente, ellos tienen más facilidad que nosotros para aprender idiomas, y se defienden bien en nuestro idioma.

Después de este ratito de distensión, cada joven bereber se llevaría a un estudiante español a su casa, a vivir con su familia una semana. En estos casos, el miedo a lo desconocido es inevitable. ¿Cómo serán? ¿Cómo debo comportarme? Y el mejor consejo es que el da el sabio refrán: “Donde fueres, haz lo que vieres”. Es imposible integrarse en solo una semana, pero el visitante ha de tratar de aprender a respetar la cultura que le acoge. Miramos, preguntamos y cuando nos dejaron, participamos; pero no pudimos evitar sorprendernos con ciertas cosas… encontrarte a la familia durmiendo juntos en el patio, los roles tan diferentes entre hombres y mujeres o que aquí la gente no tema que le roben, son algunas de las cosas que nos impactaron.

El trabajo durante la semana fue igualmente apasionante. Aprendimos muchas cosas, a veces de ellos, a veces con ellos. Y ellos supongo que aprendieron también de nosotros. Muestreamos pozos y fuentes para detectar contaminación en el agua, encuestamos a la población para conocer los problemas ambientales y de salud que tienen. Comprobamos los datos sobre geología, hidrología, paisaje y residuos sobre el terreno; pero a mi me interesó especialmente descubrir con ellos como se organizaban; los actores que intervenían en la organización del pueblo, en la toma de decisiones.. y cómo muchas veces esta organización no estaba clara o al menos los jóvenes la desconocían.

Uno de los talleres que más disfruté consistió en encontrar los problemas económicos, sociales y ambientales del pueblo, que según los jóvenes eran más importantes. El turismo, motor de la actividad económica en Hassilabied, tenía que ver con alguno de ellos. O mejor dicho, el turismo insostenible, porque no todos los turistas, ni los guías, albergues o agencias son iguales.

Como colofón del taller, pudimos trasladar las necesidades detectadas por los jóvenes al presidente de la Comuna (algo así como las provincias de Marruecos). Él escuchó con paciencia nuestras peticiones y contestó una por una a todas las demandas. Espero que la Universidad de Alcalá vea alguna de ellas satisfecha en sus próximos viajes.

En todo caso, me reconforta saber que las conclusiones del Taller servirán a los jóvenes de Hassi Labied y sentarán las bases de futuras investigaciones (Proyectos Fin de Carrera, asignaturas que incluyen un viaje al área, talleres…). La continuidad es importante en este tipo de proyectos, sobre todo en el Magreb, donde se necesita tiempo para entender la cultura y conseguir que la población local se involucre.

Y bueno, una vez contada mi experiencia en el Taller, solo me queda animar a otros estudiantes a que intenten vivir la suya. A mi, cada estancia vivida en otro país me enseña que no hay una sola forma de hacer las cosas, que existen diferentes puntos de vista; y que en los proyectos de cooperación no hay ayudantes y ayudados, sino gente trabajando en equipo con diferentes habilidades. Unos tienen conocimientos técnicos, otros sobre medicina natural o facilidad para los idiomas… Y a la hora de trabajar, todos suman.

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