Letra y música de cuatro "Escritores en residencia"
Convocados por el escritor mexicano Gonzalo Celorio, Brenda Escobedo, Fernando Fernández, Leila Guerrero y Andrés Solano, cuatro jóvenes autores latinoamericanos exploraron en la UAH la relación entre la música y la creación literaria, dentro de la programación del Festival de la Palabra.
La cita era a las 17.30 horas en la sala 3M de la Universidad Cisneriana. El motivo, desgranar la relación entre ‘Música y Creación Literaria’. Brenda Escobedo, Fernando Fernández (México), Leila Guerrero (Argentina) y Andrés Solano (Colombia) cumplieron con su compromiso con el Festival de la Palabra, pero antes también dejaron algunas reflexiones para el Diario Digital.
“No es tan fácil como se pueda pensar la relación entre la música y la creación literaria. Para mí son más bien carreteras paralelas, que vienen y van a parar a lugares diferentes. Otra cosa es que se aprecie y disfrute. Pero se ha exagerado al hablar de sus fronteras”, reflexiona Fernández. Y enseguida toma el testigo Guerrero: “Yo tengo una relación un poco caprichosa con la música. Estoy meses sin escuchar nada y de repente me obsesiono con algo. Pero desde mi punto de vista, la relación entre ambas disciplinas tiene que ver con el sentido de la musicalidad, del ritmo de la narración. El fraseo tiene un sentido muy musical. Pero no puedo escribir con música de fondo, no me gustan las cortinas musicales ni me puedo concentrar en dos cosas a la vez”.
Escobedo coincide con su colega argentina. “Mi literatura tampoco se alimenta de la música. Creo más en el silencio exterior para entrar en el ritmo de mi narración. Decido más en función de eso, y de ahí que mis finales sean horribles, aunque suenan muy bien”, ironiza. Para Solano, en cambio, la música sí que está muy cercana a su obra. “Ha sido más importante que la literatura de más joven. El rock nos hizo libres a mí hermano y a mí, que compartíamos habitación. Fue nuestro oasis, y en mi última novela ese sentir está muy marcado”.
A la hora de recordar con qué melodías crecieron, los cuatro confiesan que no tuvieron grandes discotecas en sus casas, de pequeños. “Desgraciadamente mis padres no eran muy musicales. Crecimos en un tristísimo silencio, o con el sonido de Mocedades y Atahualpa Yupanqui”, recuerda Fernando. “En mi casa eran muy eclécticos, aunque detestaban el tango. Lo mismo sonaba música clásica, como María Elena Walsh o Serrat. O cosas más vergonzantes que me siguen gustando, como Leonardo Fabio o Sandro, cantautores populares. Era todo muy desordenado, sin la menor formación musical. Lo raro es que yo ahora toco la guitarra clásica”, cuenta Leila.
"Mi papá tenía mucho gusto por música afrocubana. Y yo después desarrollé un gusto por el rap, sus letras y su respiración cortada, es un placer culpable”, confiesa Brenda. Yo crecí escuchando muchos boleros por culpa de mi padre, y por eso me hice una idea del amor totalmente trágica y desgraciada, entonces decidí comprar rock”, completa Andrés con sarcasmo.
Del tocadiscos a la palabra, que Guerrero y Escobedo bromean que les entró “con sangre”. “Leyendo antes que escribiendo”, coinciden las dos mujeres que participan del programa Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) y la Universidad de Alcalá, ‘Escritores en Residencia’. “Oyendo todo tipo de regaños”, agrega Fernández.
Representantes de las nuevas generaciones de escritores iberoamericanos, ninguno cree hoy en etiquetas o clasificaciones como la que englobó a los autores de la camada del denominado ‘boom latinoamericano’. “Nosotros somos el plaf”, se ríe la escritora argentina. “La miradas desde tu mismo tiempo no pueden tener perspectiva. Aquello sí que fue muy claro, pero también es más una necesidad del mercado llamarlos de alguna manera. Hoy en todos lados se hacen cosas, pero no encuentro mucho parecido entre lo que se escribe en Argentina, Uruguay, Ecuador o Colombia”, agrega. “Si hay algo que nos quedó claro en este mes que llevamos juntos, es el no tener que ser el predestino de nuestras literaturas locales. Nos inquieta más el lenguaje y la representación de la realidad en términos universales”, suma la autora y dramaturga mexicana. “Un crítico dijo que vivimos el final de las literaturas nacionales, quizás precisamente como producto del boom. Hoy sería imposible escribir un Martín Fierro”, cierra Fernández.
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Publicado en: Archivo imagen del dia