El calígrafo de la UAH descubre sus secretos
Es tímido, discreto y muy amable. Se llama Jesús Mayoral y tiene el honor de tener una profesión que se remonta a épocas legendarias: Jesús es el calígrafo de la UAH, el amo de todos los secretos que encierran las leyendas marcadas en sus muros.
Dice que llegó a este oficio casi por casualidad. Pero llegó para quedarse, porque durante décadas ha sido el encargado de señalizar los distintos espacios de la UAH con las hermosas letras que todos podemos contemplar. El tipo de letra es obra suya y ha ido puliéndola a lo largo del tiempo.
-¿Desde cuándo ejerce como calígrafo en la UAH?
Jesús Mayoral junto a la Menina que señaliza el baño de señoras en el Rectorado.
-Yo empecé a trabajar como rotulista en el año 1980. Hacía vallas, carteles, pancartas de actos culturales y, en el año 1992, Carlos Clemente, de la Oficina Técnica de la UAH, me llamó para explicarme que había un proyecto de señalización de edificios y que querían que fuese con letra romana antigua. Yo no tenía ni idea de cómo era la letra romana antigua, porque yo trabajaba con el catálogo Letraset y con los tipos de letra de imprenta que aparecían en este catálogo. Así que me fui a Salamanca, fotografié algunas de las señalizaciones y después hice mi propio abecedario de letra romana antigua y se lo presenté a Clemente. Les gustó y empecé a trabajar en el Colegio de San Ildefonso. Así empecé y desde entonces no he parado...
-Usted tiene una letra romana antigua particular
-Sí, gracias a Antón Alvar, he de decir, porque fue él el que me marcó unas pautas de ligadura o engarces, y esa es la característica que más distingue a la letra que yo hago y es lo que la hace más atractiva.
-Precisamente, donde más ha trabajado ha sido en el edificio del Rectorado, en el Colegio de San Ildefonso, ¿no?
-Sí, en este edificio están las leyendas sobre cómo surgió la UAH, el propio edificio y el conjunto cisneriano. Y también están señalizados los espacios, entre ellos los baños, con la Menina y el Doctor por la Universidad de Salamanca.
-¿Cómo se eligió el color?
-Fue otra de las exigencias: querían letras romanas antiguas en color rojo sangre de toro. Para conseguirlo utilizo un color de alta gama, aunque cambio dependiendo del soporte, porque hay zonas de revoco de cemento pintado, y otras de revoco de mortero.
-¿Cuánto puede tardar en hacer una letra? porque se trata de un trabajo muy minucioso...
-Es cierto que cada vez trabajo más rápido, pero digamos que ahora puedo hacer unas 80 letras al día. Lo que más tiempo me ha llevado ha sido la historia del colegio de San Ildefonso, que tiene en torno a un millar de palabras.
-¿Sus inscripciones están en toda la manzana cisneriana?
-Sí, están por todos los edificios antiguos, en toda la manzana, pero también en algunos edificios del Campus, y también en Guadalajara: la iglesia de los Remedios, la Casa del Doncel de Sigüenza, el Palacio Ducal de Pastrana...
-¿El trabajo de calígrafo está en extinción con la invasión de las nuevas tecnologías?
-No lo creo. Ya en el siglo XV los calígrafos pensaron que la imprenta significaría el fin de su oficio. Yo, cuando llegaron los ordenadores, me planteé comprar uno, pero yo soy artesano y me gusta trabajar con las manos, y creo que una ciudad como Alcalá te permite dedicarte a esto.
-Debe ser para usted un orgullo haber podido señalizar edificios con tanta historia y tanto valor patrimonial
-Sí lo es. Ya casi no siento nada, quiero decir, que el trabajo se ha convertido en algo mecánico, pero he sentido cosas muy fuertes. En cierta forma eres consciente de que estás haciendo algo bello, de que estás creando algo con ritmo y armonía. Ahora, todavía, hay gente que se para a ver cómo trabajo y me halaga que la gente disfrute viendo a alguien trabajando a mano. Y, desde luego, es un honor para mí hacer este trabajo, por eso trato de mejorarlo y pulirlo todo el tiempo.
-¿El próximo encargo?
-Pues mi imagino que mi próximo trabajo será inscribir el nombre de José Emilio Pacheco en la lista de los Premios Cervantes.
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