"En la Alemania sin el muro hace falta aún el perdón"

En estos días en que el mundo occidental festeja por doquier la caída del muro de Berlín, hace 20 años, y se regocija de las consecuencias que ello supuso para el mundo civilizado, hay otras miradas que van del todo al individuo y reflejan lo más feo. El actor y director de cine Stefan Weinert ha pasado esta semana por las jornada sobre ‘La caída del muro de Berlín vista a través del cine’ organizadas en la UAH y ha presentado su documental, 'Gesicht zur wand', 'Contra el muro’.

“‘Contra el muro’ es la expresión que utilizaban la policía secreta y de inteligencia, la Stasi, en la RDA (República Democrática Alemana) cuando sacaban a los presos políticos de sus celdas y los querían desorientar, para que no se dieran cuenta dónde se encontraban”. Esa expresión le ha servido a Stefan Weinert para perfilar otros ‘contra el muro’, los de aquellos que 20 años después no quieren ver que aún queda mucho camino que recorrer en la unificación, más allá del ámbito económico, que también. Contra el muro se ponen, dice, todos aquellos que no quieren mirar más allá de sus narices, “ni descubrir qué pasó, y simplemente se quedan en lo superficial”.

El actor alemán Stefan Weinert es el director del documental 'Contra el muro'


En el salón de actos hay casi medio centenar de estudiantes viendo el documental en alemán, con subtítulos en español. En ese documental, cinco personas, de diferentes edades, relatan su anhelo, casi necesidad, de huir de la RDA, su posterior detención por parte de la Stasi, su sufrimiento en distintas prisiones de la Alemania comunista de la época y su liberación, pagada en todos los casos por la entonces República Federal Alemana. Han pasado 20 años desde la caída del muro pero los cinco protagonistas de este documental continúan asistiendo al terapeuta y dos de ellos, incluso, no están capacitados para trabajar a consecuencia de las ‘heridas’ sicológicas que les dejó su paso por la cárcel de la Stasi.
Ahora, sus ‘verdugos’, los policías y dirigentes de la Stasi, pueden ser sus vecinos, sus compañeros de trabajo o, en muchas ocasiones -ya han nombrado ministro a algunos ex miembros de la Stasi- sus mandatarios, y ellos tienen que vivir con la conciencia de que en aquellos lugares, en los que denuncian haber sufrido un maltrato sicológico sin límite, se quedó parte de su alma, como dice una de las protagonistas.
“Hace poco me encontré con uno de los policías de la Stasi y le pedí que me pidiera perdón por todo el daño que me hizo... El me contestó que por qué debería pedirme perdón, perdón sólo piden los niños, dijo. Si estuviste detenido sería porque eras un criminal, añadió... El se marchó y a mí me tuvieron que llevar al hospital con un ataque de ansiedad”, relata otro de los protagonistas del documental. Y es que, como dice Weinert, entre las víctimas y los agresores no ha habido encuentro ni diálogo y en la Alemania sin el muro falta algo fundamental para borrar huellas del sufrimiento, “hace falta el perdón”.
Durante los años en que duró el muro, erigido en 1961, unas 72.000 personas de la RDA intentaron salir, escapar al mundo capitalista, y otras 250.000 tuvieron problemas con la Stasi. Los que lograron el objetivo fueron muchísimos menos, pero el precio que pagaron, en algunos casos, fue enorme a nivel sicológico. “Ese tiempo en la prisión me dejó una herida que no puedo superar..”, dice uno de los protagonistas; “En tres meses, me interrogaron durante más de 300 horas. Había días en que los interrogatorios duraban hasta 9 horas..”, dice otro. La tortura no era física, pero les prohibían dormir, sólo podían estar a oscuras, o con una claridad completa durante todo el día y toda la noche, les vejaban y les humillaban y nunca más volvieron a ser los mismos que entraron en prisión. “Es como una piedra en el alma que nunca desaparece”, dice otra de las protagonistas, que confiesa que cuando cayó el muro, pocos años después de su intento de escapada “me dio un bajón enorme”, al saber que los Stasi podrían volver a estar cerca.
Weinert ha querido reflejar esa situación, que es tan real como otras. Lo es, dice, el hecho de que las diferencias económicas e ideológicas entre el este y el oeste siguen siendo muy acentuadas: “basta ver las infraestructuras o las viviendas a uno y otro lado” y lo es el hecho de que entre los ex ciudadanos de la RDA, sobre todo entre las nuevas generaciones que ya han vivido en la Alemania capitalista, crece un sentimiento que se ha denominado ‘Ostalgie’, un acrónimo de las palabras Ost (Este) y Nostalgie (nostalgia), y que se traduce en la nostalgia del modo de vida que quedó atrás. “Es un sentimiento muy complejo que no comparto, aunque intento comprenderlo. Echan de menos un país que ya no existe, un país al que se le dio la vuelta y pasó de un día para otro al capitalismo, y dejó a mucha gente sin base de identificación, sin un sistema que a mucha gente le daba seguridad”, comenta el actor alemán.
Pero el principal problema, en su opinión, es que 20 años después de la caída del muro el descontento es enorme, sobre todo en las pequeñas ciudades. “El problema es que unos desconocen completamente a los otros y viceversa, nadie del este se preocupa por el oeste y al contrario” porque, 20 años después, la caída del muro no ha logrado derribar otros muros que, sólo tal vez con el paso de las generaciones, acaben por caer.