Campus social en centroamérica: una vivencia única
Hace 10 años la Universidad de Alcalá, en colaboración con la UNAN-León de Nicaragua y la Universidad Nacional de El Salvador, comenzó un proyecto denominado ‘Campus Social en Centroamérica’ por el que ya han pasado más de 200 alumnos. Generaciones de chicos y chicas que han experimentado en sus vidas un antes y un después de esa vivencia. Este mes de noviembre la UAH publicará la décima convocatoria de este programa de cooperación abierto a todos los universitarios.
El Campus Social en Centroamérica está dirigido a todos los universitarios y abarca distintas materias: educación, salud, medio ambiente, gestión y administración e inglés, pero el objetivo es siempre el mismo: que los estudiantes participen en un proyecto académico y de cooperación, que conozcan otras realidades, más allá de la occidental, y adquieran compromisos y sensibilidad frente a ese otro mundo que está ahí, a la vuelta. Este campus se desarrolla siempre durante las vacaciones de verano y supone una prolongación de la formación académica universitaria.
Los requisitos son varios: participar en la convocatoria, adjuntar una pequeña memoria de intenciones y también el expediente académico. Normalmente van alumnos de los últimos cursos, porque algunos aprovechan, incluso, para hacer proyectos de fin de carrera en sus destinos, y también se tiene en cuenta el expediente académico y las motivaciones. “A veces esto último sobra, porque todos están muy motivados. De hecho, lo tienen que estar, porque son ellos mismos los que se costean el viaje de ida y vuelta”, señala la responsable del programa, Cristina Francisco, profesora de Enfermería de la UAH.
Los proyectos que se llevan a cabo en Nicaragua, en el departamento de León, y en El Salvador, en San Vicente y en la zona rural del Bajo Lempa, son muy dispares: la conservación de la biodiversidad en reservas naturales, como la de..., proyectos de alfabetización y programas educativos para personas en riesgo de exclusión social, turismo, gestión de pequeñas empresas... Todos los estudiantes disponen en el punto de destino de un tutor que les ayuda a llevar a cabo los distintos proyectos, a modo de acompañamiento, y se integran de forma completa en iniciativas que ya están en marcha. “No es que cada año pongamos en funcionamiento proyectos novedosos, no; los estudiantes llegan a sus puntos de destino y se implican en trabajos ya iniciados por la gente de allá, y ponen al servicio de los proyectos su formación especializada en tal o cual materia”.
Cada uno tiene una historia que contar, distinta siempre, porque la experiencia es diferenciada dependiendo de si el trabajo se desarrolla en un hospital, en una escuela rural o en una reserva natural, pero la conclusión es siempre la misma: “esta experiencia les cambia la vida, les abre la mirada hacia otras realidades, es una experiencia vital única”, dice Cristina Francisco.
Por eso, muchos de ellos repiten, si tienen la posibilidad, y muchos otros mantienen el contacto con la cooperación a la vuelta. “De hecho, existe hasta una asociación formada por estudiantes participantes en el programa que están realizando aquí labores de sensibilización”. La asociación se llama Guía, Grupo Universitario Independiente de Acción, a día de hoy está formada por 15 universitarios y desarrolla acciones a nivel social y medioambiental destinadas a la concienciación.
Dentro de pocas semanas, coincidiendo con la décima convocatoria del campus, también se publicará un libro titulado ‘Al otro lado del charco’, en el que los estudiantes relatarán sus vivencias. Unas vivencias que la responsable del programa en la UAH recomienda “porque es una posibilidad de aprendizaje única sobre aspectos que son muy difíciles de adquirir en otros ámbitos académicos y también es una oportunidad para la formación humana inigualable”.
LAS EXPERIENCIAS
Laura Cronar es estudiante de Enfermería en la UAH y ha sido una de las participantes en la IX edición del Campus, realizando prácticas clínicas en centros hospitalarios y asistenciales en León, Nicaragua. Estuvo dos semanas trabajando en un hospital y otras cuantas en un centro de salud. "La experiencia laboral ha sido muy positiva, sobre todo he podido comparar a nivel asistencial lo que es la importancia que tiene allí el apoyo familiar, por la parte positiva; por la parte negativa he detectado falta de higiene en los centros asistenciales, por eso creo que sería muy importante
desarrollar acciones de promoción para la salud", dice Laura.
La experiencia le ha servido mucho a nivel profesional "porque he salido al paso de situaciones de las que me creía incapaz de salir" y también a nivel personal: "decidí marcharme para cambiar, fue para mí, para poder valorar y abrir más la mente. Ahora he vuelto, pero mantengo lo que yo llamo ritmo 'nica', es decir, tranquilidad, sosiego, paz... Es cierto que allí las personas se toman la vida con mucha más calma y el contacto humano es lo natural".
En la cabeza, se trae lo que la mayoría: "me gustaría hacer parte de mi carrera profesional de enfermera fuera y cooperar también desde aquí. Es algo que se te mete y no se va".
Beatriz Gordón es estudiante de quinto curso de Biología, rama zoología y ecología. Ha estado en la reserva natural Isla Juan Venado, "una maravilla de la naturaleza", según su opinión. En la reserva ha estado trabajando analizando proyectos de reforestación, diseñando senderos ecoturísticos para promover el turismo "porque aquí, ecología y dinerito tienen que ir de la mano" y también ha colaborado en un plan educativo medio ambiental en un colegio y realizando censos poblacionales en aldeas del departamento de León.
"Profesionalmente me ha sorprendido la Nicaragua natural y humanamente todo es increíble. La mirada de los niños también me ha sorprendido mucho, y el machismo, porque allí la vida de las mujeres no vale nada", señala.
Beatriz se inscribió en el programa porque "quería dar el paso de cruzar el océano; pensaba que me esperaba un trabajo más, y a mí me ha cambiado la vida. De hecho, voy a acabar este año y voy a buscar un Doctorado y me voy para allá", agrega. Ella sabe ahora "qué es lo que tengo, qué es lo que me sobra en la vida, qué es lo que quiero..."
Enrique Raso Fernández, estudiante de Biología, ha estado en El Salvador este verano con el campus. Enrique ha trabajado "haciendo un estudio socio-económico para realizar un proyecto de economía sostenible en Jalpeteque, una zona pesquera en la que se está extrayendo mucha pesca y se está poniendo en riesgo el mantenimiento de los recursos". También ha ayudado a poner en marcha una pisci-factoría y ha trabajado en proyectos sociales en distintas comunidades.
Para Enrique esta experiencia "ha sido increíble, porque te involucras de forma directa con la gente y conociendo una comunidad conoces toda la situación de una zona en la que, sobre todo, detectas falta de oportunidades y de medios, pero llama mucho la atención la felicidad con la que la gente vive la vida. Es lo que más te marca".
El dice que "esta experiencia es muy positiva a nivel profesional y humano, puedes aplicar las cosas que estás aprendiendo y también te aporta mucha humanidad, pero también te das cuentas de que todo se puede mejorar".
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