Ortuño descubre una especie de escarabajo conservado en ámbar que tiene 40 millones de años

El profesor de Zoología de la UAH, Vicente M. Ortuño, ha descubierto una nueva especie de escarabajo fosilizado en ámbar del Báltico, que tiene una antigüedad aproximada de 40 millones de años. El descubrimiento se ha publicado en la revista “Zootaxa”, una de las publicaciones internacionales con gran impacto en el ámbito de la investigación en Zoología.

Hace unos 40 millones de años un escarabajo se posó en el tronco o en la rama de un árbol, una gota de resina transparente y pegajosa le cayó encima y se quedó atrapado para siempre. Ese trozo de resina, con el tiempo, quedó enterrada y sus moléculas se polemerizaron, a la par que perdía sus aceites esenciales.


El profesor Ortuño muestra en la pantalla de su ordenador la nueva especie de escarabajo fosilizado en un ámbar de 40 millones de años.

La resina se endureció y se convirtió en ámbar. Todo ello sucedió en los fondos marinos cuando ese fragmento de resina, no mucho más grande que una moneda de dos céntimos de euro, fue arrastrado por las corrientes fluviales hacia el mar Báltico. Un buen día, después de 40 millones de años, ese mismo mar tormentoso removió los taludes submarinos y volvió a arrastrar el trozo de ámbar con su escarabajo dentro, perfecto, momificado, hacia la playa. Un buscador de ámbar lo encontró y lo vendió a un comerciante que lo llevó hasta un mercadillo de Madrid en donde, por fortuna -porque podría haber caído en cualquier otra mano-, el profesor de la UAH, Vicente M. Ortuño, lo encontró y lo adquirió. A primera vista le pareció muy interesante la perfección con que el escarabajo permanecía ahí, con sus alas y sus patas extendidas, después de 40 millones de años; pero es que además ya observó desde el primer momento que se trataba de un género muy interesante. “Yo realizo estudios de estas características y conozco los coleópteros del ámbar báltico, y me di cuenta enseguida que no había nada parecido de aquel período geológico”.
Ortuño adquirió el ámbar del que hablamos hace tres años, en una feria mineralógica de Madrid. El objetivo, como tantas otras veces: “estudiarlo y ponerlo en manos adecuadas, es decir, depositarlo en un museo”. La investigación comenzó hace algunos meses y las conclusiones son claras: el escarabajo descubierto por el profesor de la UAH pertenece a la familia de los “Carabidae” y se trata de una nueva especie, nunca antes conocida en el ámbito de la investigación paleontológica.
Ortuño la ha bautizado, claro: se llama “Calathus elpis”, y el nombre tiene una explicación: “Elpis, es la diosa de la esperanza en la mitología griega y fue la única que quedó en la caja de Pandora cuando ésta se abrió. De este modo, yo he querido dedicar este descubrimiento a la antropóloga y profesora de la UAH, Esperanza Gutiérrez Redomero”.
El “Calathus elpis” es, como hemos dicho, un ejemplar de escarabajo fosilizado muy singular y su hallazgo sirve no sólo para darle un “nombre y un apellido”, sino también para contribuir en la reconstrucción de un paleoecosistema de hace 40 millones de años. “Los bosques del Báltico eran bosques muy umbríos, muy densos, pero nuestro Calathus debía vivir en un claro del bosque, porque tiene unos ojos bien desarrollados y capacidad de vuelo; creemos que debía cazar a la vista. Además, tiene unas uñas muy dentadas, lo que significa que tenía una muy buena adaptación para trepar por los árboles”.
Este descubrimiento ha sido publicado tanto en la edición impresa como en la edición electrónica del número 2239 de la revista “Zootaxa” y Ortuño ha expresado su satisfacción por esa publicación “porque es una revista impacto, lo cual conlleva gran prestigio, disponiendo de evaluadores externos que contrastan las investigaciones sometidas a publicación”.
No es el primero. Ortuño ya ha publicado más de un centenar de artículos en distintas revistas de alcance. Y seguro que esperan muchos más, porque en su particular caja de Pandora todavía aguardan decenas de piezas de ámbar que contienen insectos en su interior. El escarabajo de “elpis” no se quedará ya en esa caja. Ortuño lo va a depositar en el Museo de Ciencias Naturales de Álava.