Amparo Sánchez, coordinadora del Teatro La Galera: "Hasta que tenga salud seguiré en el teatro"

Amparo Sánchez lleva en el teatro desde los 15 años, cuando aún vivía en la antigua cárcel, donde su padre trabajaba como funcionario. Pasó fuera de España 35 años y al regresar, hace ahora 13 años, la vida la llevó al mismo lugar, a lo que era la cárcel, al Teatro universitario La Galera de la que es coordinadora. Con sus 72 años, Amparo se pregunta por qué hay quien se sorprende de que siga trabajando y es que ella dice, que le da la vida y que los universitarios le aportan juventud. Aunque de juventud de espíritu, ella va sobrada.

LA GALERA. Amparo Sánchez, en el Teatro Universitario que coordina desde hace 13 años
A Amparo Sánchez el círculo de la vida, del que ella habla, que a veces devuelve a uno al lugar del que partió, le dio en la frente hace ya trece años, cuando empezó a trabajar como coordinadora del Teatro Universitario La Galera. Nació en Alcalá hace 72 años y pasó su infancia en la antigua cárcel, en la que su padre era funcionario. Estuvo fuera de España 35 años: en EEUU, dedicada al teatro de universidad en universidad, y en Munich, donde trabajó en el Instituto Cervantes. Cuando regresó y le ofrecieron trabajar en La Galera, se encontró por sorpresa, en el lugar donde se crió. “Cuando me vi aquí de nuevo tuve un momento de emoción. No fue triste, pero recordé toda mi vida”.

“Yo vivía tras la verja que hay junto al teatro; estaban mi padre, el administrador, el director, las monjas y el sacerdote. Mucha gente se espanta de las prisiones, pero para mi era una cosa normal, era mi vida cotidiana”, cuenta Amparo. Comenzó a hacer teatro a los 15 años, en Alcalá. “Estudié en la Escuela de Arte Dramático, y cuando me marché a Estados Unidos estudié drama en varias universidades, porque mi marido trabajaba para el Gobierno norteamericano y le trasladaban mucho”. Más tarde pasó 17 años en Munich. Y cerca ya de los 60 su esposo y ella regresaron a Alcalá. “Tenía miedo de no poder volver a trabajara mi edad. Un amigo me aconsejó que hablara con Ángel Berenguer, que era el director del aula de teatro de la Universidad. Hablé con él y me dijo que cuándo quería empezar”, dice Amparo.

Regresar a su ciudad y poder dedicarse de nuevo al teatro universitario, su gran pasión, fue para ella “una satisfacción completa”. Pasa las semanas de ensayo en ensayo, preparando el ambigú y la llegada de las compañías a La Galera. “La gente me pregunta que por qué trabajo todavía, pero esto me hace sentir estupendamente, muy llena. Hasta que pueda y tenga salud querré hacer teatro”. Sobre todo, dice, por poder seguir rodeada de universitarios, que le aportan juventud “y otras muchas cosas”.



“Recuerdo lo que pasaba en prisión: las protestas de los presos y el día de la Merced”


 

"Me crie en la cárcel"

“Cuando me vi aquí de nuevo tuve un momento de emoción. No fue triste, pero recordé toda mi vida”

Su emoción fue aún mayor cuando se vio de nuevo en la antigua cárcel, primero de hombres, después de mujeres, y ahora parte de La Galera. “El primer día, cuando llegué aquí, estaba eufórica porque iba a trabajar en el teatro. Fue unos días después cuando me di cuenta de que estaba otra vez en el sitio de donde había salido”, afirma Amparo. Cuando habla de los recuerdos de su infancia parece que las imágenes se agolpan en su cabeza. “Me acuerdo de los campos de trigo, porque todo esta zona, pasando la prisión, eran campos de trigo; y levantarte por la mañana y ver las huertas. Y el río Henares, cuando iba en bicicleta a bañarme a la playa que arreglaba mi padre”, dice. También las crecidas del río, y cuando su madre abría las puertas de la casa para que entrara la gente que estaba en la calle.

“Recuerdo las cosas que pasaban en la prisión. A veces había protestas de los presos, se oían sus gritos. Pero también estaba la festividad de la Merced, cuando se abrían las puertas a las familias de los presos, y nosotros también entrábamos. Te hacían obsequios, y las presas hacían bailes”, afirma la coordinadora de La Galera. Amparo cuenta que los trabajadores de la prisión formaban “una gran familia”. “Lo pasábamos de maravilla, porque el director tenía muchos hijos, y el administrador también, y estábamos todos juntos”.
Amparo ha estado toda la vida dedicada al teatro, desde que interpretó su primera zarzuela. Viajó de ciudad en ciudad y de escenario en escenario. Hasta que volvió de nuevo, gracias a su pasión, el teatro universitario, al lugar donde se crió. Esta vez, parece, para no marcharse.