Alicia Kaufmann desvela algunas conclusiones de su estudio "Directivos y dilemas de identidad"

¿Por qué las féminas no llegan a puestos directivos?, ¿Por qué cobran un 30% menos que los hombres? ¿Por qué se sienten mal cuando no hacen lo que se espera de ellas? ¿Cómo negocia la mujer su valía? ¿Por qué tienen que ser buenas y altruistas? Todas estas cuestiones se las plantea Alicia Kaufmann en su estudio “Directivos y dilemas de Identidad”.

Para responder a todas esas cuestiones -dejando a un lado lo serio del asunto-, Alicia Kaufmann bromea y hace suya una frase que un amigo le formuló en una conversación. De forma escueta y coloquial pero muy ilustrativa refleja cuál es la diferencia entre los hombres y las mujeres: “mira, lo que importa es que el carro se eche a andar, luego los melones se acomodan solos”. Y aclara: “Nosotras hasta que los melones no están perfectamente acomodaditos no echamos a andar. Es una de las claves del asunto”. Quiere decir con esto que desde pequeñas se inculca a las mujeres a ser trabajadoras y perfeccionistas, aspectos que ponen en práctica a lo largo de toda su vida y en todas las facetas de ésta.
Mucho se ha hablado sobre el “techo de cristal”, esa barrera imperceptible pero infranqueable al mismo tiempo que impide a las mujeres acceder a puestos de directivos en la misma medida en la que lo hacen los hombres. Ese techo de cristal, esa barrera es un factor externo, por eso Kaufman quiso investigar “todo el laberinto en el que se mueve la mujer y analizar qué factores internos son los que influyen y la llevan a tener determinados comportamientos cuando accede a puestos directivos”.
Y precisamente esto es lo que viene a concluir el estudio “Directivos y dilemas de identidad”, inédito, que será presentado mañana y pasado a propósito de las jornadas de Sociología que se celebrarán en la Universidad de Alcalá. En el texto, Kaufmann examina algunas de las características que originan el comportamiento de las mujeres: “analizo el nivel educativo de los padres, la presencia de hermanos y su relación con los mismos. Me centro sobre todo en los mensajes y mandatos recibidos del entorno familiar en relación a la vida laboral y económica. En estos primeros años de vida, lo que se ha visto, sentido y escuchado a nivel familiar, resulta determinante en la construcción social de la identidad del directivo o directiva”.
¿Podría adelantarnos algunas de las conclusiones que ha extraído del estudio?
Los padres transmiten un legado inherente al mundo del trabajo y a la dimensión económica y las madres mandan más mensajes relacionados con el mundo de la familia y la dimensión emocional. Claro, la madre pasa más tiempo con los hijos, pero el padre entra en escena cuando los hijos cumplen los 20 años, edad en la que empiezan a entrar en el mundo del trabajo. El padre insta a ser honrado, honesto… pero a la mujer se le inocula que tiene que ser responsable, seria, buena persona, respetuosa. ¡Pero es que nosotras curramos el triple!, -aduce en tono crítico-, porque nos machacan el triple. Los valores profesionales, económicos…, el padre los trata en un 70% y de los valores sociales y emocionales se ocupa la mamá.

"Los valores profesionales y económicos son tratados en un 70% por el padre y de los valores sociales y emocionales se ocupa la mamá"
Porque ésa ha sido la función tradicional en el hogar, el problema surge cuando confundes y piensas que tienes que ser buena y altruista en la empresa también. Los hombres quieren mujeres admiradoras no competidoras, como debiera ser. Esto del altruismo y egoísmo viene de la maternidad. Carol Gilligan estudió el proceso de la la transformación de la mujer. En el proceso de gestación es cuando se produce el cambio y las mujeres por genética, piensan primero en los demás.
¿Por qué las mujeres ganan menos?
Porque no piden

¿Qué le ocurre a la mujer, es un problema de preparación?
A nosotras no se nos enseña a negociar nuestro potencial: Yo valgo tanto y quiero ganar tanto. ¿Cómo negocia la mujer su valía? Ese 30% que ganan de menos las mujeres se puede cambiar con una buena capacitación. No es que estén menos preparadas, la preparación es la misma, pero los hombres piden y las mujeres no.
¿Existe la Superwoman, esa mujer que además de trabajar fuera de casa resta de su tiempo de ocio y de su descanso para dedicárselo a la familia?
Sí lamentablemente existe, pero esa superwoman puede convertirse en woman si empieza a delegar y si es menos perfeccionista y si aprende a priorizar. Al final se paga con la salud. No es que la mujer no quiera el alto cargo, o no quiera el trabajo, no es eso; la mujer no quiere trabajar en esa empresa que ha sido diseñada exclusivamente para el hombre. Y el hombre joven tampoco lo quiere. La mujer tiene un gran recurso como son las nuevas tecnologías y las empresas inteligentes no luchan por la presencia, sino por el material humano, por el conocimiento. Hay muchas ventajas que ayudan a que la mujer sea buen profesional. Las empresas fueron diseñadas por los hombres pero tenemos que humanizar las empresas y nosotras podemos.
"La mujer puede dejar se ser superwoman si empieza a delegar, a priorizar y a ser menos perfeccionista"
¿Siguen siendo utopías la conciliación de la vida familiar y laboral?
Yo creo que se pueden conciliar, de hecho, las generaciones jóvenes están conciliando porque de los 25 a los 30 se mejoran profesionalmente y se retrasa la maternidad y estás más capacitado.
Publicaste un artículo con el título: Más allá de la ley de Igualdad: el síndrome de la niña buena. Es muy sugerente…
Estoy trabajando en una investigación para el Consejo Superior de deportes. Y yo me hago la siguiente pregunta, ¿Por qué una vez que terminan la época de deporte activo las mujeres no se pasan a la alta dirección? Ahí hay una cuestión educativa porque la cooperación como la competición se aprende en casa en relación con los hermanos o hermanas. Al hombre que compite se lo estimula que compita más, pero la mujer cuando compite se siente mal porque no queda elegante. La mujer intentará que no aparezca la competición, lo irá tapando, “sé una niña buena” y eso salta en algún momento. Toda esa rabia acumulada de comparación con sus hermanos varones a lo largo del tiempo, todo eso que se lo guarda salta en otro momento. Suele saltar cuando las mujeres están con otras mujeres. De hecho muchas asociaciones de mujeres estallan. Los hombres son capaces de hacer piña, pero las mujeres reaccionan de manera diferente. Todas estas son cosas que no las va arreglar una ley.

"Al hombre que compite se lo estimula, pero la mujer que compite se siente mal porque no queda elegante"

Kaufmann echa en falta mecanismos que ayuden a la mujer a saber cómo valorar y medir su capacidad y su potencial. Echa en falta referentes de mujeres que sean directivas y que sirvan de modelo a esa mitad de la población, echa en falta mucho pero es positiva y sabe que se llegará a conseguir. Alienta a que la mujer ponga en funcionamiento su empatía, y use la comunicación emocional, la anima a que sea menos perfeccionista, un poco más egoista y sobre todo le anima a que eche a andar, luego los melones se acomodarán solitos.