Protección de datos, ¿una cuestión de normas o de concienciación?

Mon Jun 18 07:49:41 CEST 2018

En las últimas semanas nuestros correos electrónicos se han llenado de mails de empresas solicitando que confirmemos nuestro consentimiento para que puedan gestionar nuestros datos, debido a la puesta en aplicación definitiva del Reglamento General de Protección de Datos europeo (RGPD), una norma de aplicación directa en España, que se suma a las normas nacionales sobre la materia ya vigentes, como la LO 15/1999 de Protección de Datos Personales (LOPD).

La pregunta es ¿cuántos de nosotros nos hemos parado a leer la letra pequeña en esta segunda oportunidad?, ¿cuántos somos conscientes de lo que supone ceder información sobre nosotros mismos? La Delegada de Protección de Datos de la UAH, Mónica Arenas, advierte: la norma no será efectiva si los ciudadanos no somos más responsables.
‘Por regla general, y por desgracia, no somos conscientes de lo que se hace con nuestros datos ni del hecho de que, también por regla general, somos nosotros mismos los que la mayoría de las veces no los tratamos de forma adecuada y los publicamos alegremente, si se me permite la expresión. Existe muy poca cultura de la privacidad, especialmente en una sociedad donde lo que prima es estar conectado y usar las nuevas tecnologías y los dispositivos móviles y electrónicos para compartir nuestra información de forma inmediata’, señala.
Tanto es así que, ‘mucha gente se da cuenta ahora, en 2018, de que debe proteger la información personal que maneja. Pero, en realidad, esta obligación legal ya existía con las leyes nacionales sobre la materia desde 1992’.
Es cierto que la normativa europea refuerza algunos elementos ya presentes en la norma nacional, como la exigencia del consentimiento expreso -origen del bombardeo de mails por parte de empresas interesadas-, y también ensalza el llamado derecho al olvido o derecho de supresión (como se le denomina en la norma) y el derecho a la portabilidad de los datos. ‘En realidad estos derechos se venían reconociendo en la práctica por diferentes vías y mecanismos, pero ahora pasan a formar parte de nuestros mecanismos de defensa ante un mal uso de nuestros datos personales’.
Pero, el fondo de la cuestión, sigue siendo el mismo: la falta de conciencia de los ciudadanos en general sobre las implicaciones que tiene ceder sus datos personales. ‘A la hora de dar nuestros datos personales lo primero que debemos hacer es pararnos a pensar y decidir lo que se va hacer con ellos o lo que se puede llegar a hacer. Por eso es importante el consentimiento, pero mucho más aún la información que se nos debe facilitar. Debemos ser conscientes de que para consentir y poder controlar nuestros datos, previamente debemos estar bien informados. Por regla general, si no se nos informa de una manera fácil, clara y accesible, de una manera transparente, de lo que se va a hacer con nuestra información personal, no deberíamos entregar nuestros datos a nadie’, afirma Arenas.
La experta de la UAH va más allá, y se refiere al uso que hacemos de nuestra información personal y de nuestra imagen en Internet que, en su opinión, ‘es una herramienta necesaria en nuestras vidas, que reporta ventajas a todos los niveles, pero también tiene su lado oscuro’. Para evitarlo, la norma es siempre la misma: información, control; concienciarnos y prevenir. ‘Debemos aprender a utilizar y compartir la información personal.  Hay que pararse a pensar antes de publicar o ‘colgar’ algo en Internet. Y hay que cumplir -por regla general y salvo casos legal y reglamentariamente previstos- con unas reglas mínimas: ante todo, contar con el consentimiento del titular de los datos que se van a publicar o compartir; por otro lado, pensar en publicar o compartir solo lo estrictamente necesario para la finalidad que se quiera conseguir; esto es, minimizar el uso de la información personal -ya que, cuanta más información se sepa de una persona, mayor peligro habrá de un mal uso de la misma’.
La profesora de la UAH también recomienda aplicar medidas de seguridad de la información que disminuyan su pérdida o uso indebido, que pueden ir desde el no compartir una clave y contraseña de usuario, la confiabilidad del destinatario de la información o hasta utilizar un antivirus u otras medidas informáticas como la anonimización o encriptación de la información.