Trabajadores precarios y pobreza: ¿es nuestra sociedad cada vez más desigual?

Trabajar no es ya sinónimo de salir de la pobreza: según las estadísticas europeas, un 13,1% de los trabajadores españoles vive en pobreza relativa, o lo que es lo mismo, en hogares sin el nivel de ingresos necesario para satisfacer las necesidades básicas de su tiempo y sociedad. Solo Rumanía y Grecia superan a España en este indicador. Y el riesgo de pobreza se ceba con los españoles que tienen un contrato a tiempo parcial: en este grupo, la tasa se dispara al 24,3%. 

Olga Cantó, profesora de Fundamentos del Análisis Económico de la Universidad de Alcalá, explica que esta situación no es nueva, pero que la crisis la ha agravado: ‘La creación de empleos a tiempo parcial y con salarios bajos no ayuda a que se reduzca este grupo’, señala.

Olga Cantó
Olga Cantó

Un problema que podría paliarse si la recuperación ‘tira’ de los sueldos hacia arriba: ‘todo dependerá de si los salarios crecen en la medida en que está creciendo la economía española y en la medida en que crezca la productividad’, asegura. ‘Si a pesar de todo, los salarios siguen sin crecer, posiblemente no consigamos reducir ese porcentaje de trabajadores que viven en hogares sin el mínimo necesario para llevar una vida digna’. La existencia de tantas personas en situación de precariedad afecta a la economía, al consumo… pero tiene, a juicio de esta profesora un efecto demoledor en las familias con hijos en edad escolar: ‘Sabemos que los hijos de familias que atraviesan dificultades económicas cuando éstos se están formando, sufren las consecuencias después, en las oportunidades laborales, en la salud, en la calidad del nivel educativo alcanzado: en períodos relativamente largos de desigualdad, los menores que no pueden acceder a determinado bienes y tienen dificultades para llevar una vida parecida a las clases medias, lo acaban pagando de adultos’. Y es que no solo la educación reglada influye en las oportunidades laborales, asegura Cantó. También lo hacen capacidades complementarias como la posibilidad de aprender idiomas, de adquirir otras habilidades, o la protección de los progenitores a través de sus relaciones sociales o recursos económicos, como demuestra el informe ‘Situación laboral y origen familiar en Europa durante la crisis: no somos todos iguales’.  La precariedad se convierte así en el ‘pez que se muerte la cola’, porque los hijos de estas familias tendrán más posibilidades de acabar ocupando los empleos peor pagados.

 

La crisis económica ha tenido asimismo un efecto demoledor en la desigualdad, a juicio de esta profesora. En el capítulo de libro editado por Oxford University Press que ha escrito junto con el profesor Luis Ayala, de la URJC y que saldrá en 2018, explica cómo ha evolucionado la desigualdad social en España. ‘La sociedad se ha hecho más desigual’, explica, ‘y esto ha afectado sobre todo a las clases medias bajas: desde los años 90 hasta la crisis, la desigualdad se mantuvo estable. Pero a partir del año 2010, aproximadamente, la clase media se reduce, porque un gran número de hogares que formaban parte de la clase media baja, ‘desciende’ y pasa a integrarse en la clase baja. El resto de se mantiene, e incluso las personas de clases más favorecidas han crecido en población y, sobre todo, en renta’.

En los países nórdicos, los más igualitarios del mundo, estas clases medias bajas representan el grupo social más grande. ‘Son clases sin mucha capacidad de ahorro, pero son la base del consumo y con su nivel de ingresos tienen capacidad para llevar una vida digna’. En España, este ha sido el grupo social que más ha perdido durante la recesión, y ha provocado una ‘separación’ entre las clases sociales que no se ha producido con la misma intensidad en otros países’. ¿Y si con la recuperación económica se recupera el empleo? ¿Servirá eso para reducir la brecha de la desigualdad? La profesora Cantó no lo ve tan fácil: ‘A pesar de que se recupere el empleo, no está claro que podamos alcanzar los niveles de igualdad de otros países europeos, porque tenemos un sistema de prestaciones e impuestos más débil. No hace de ‘colchón’, como debería, respecto a los cambios de las rentas de mercado. Por ejemplo, en el Reino Unido, la recesión tuvo una potencia tremenda, con unas caídas en los salarios que muchas veces llegaron al 10 ó 15% en rentas de mercado, pero luego su sistema de prestaciones e impuestos ‘recoloca’ a las familias, lo que hace que el ciclo económico sea más suave. España tiene un ciclo económico muy amplio: cuando crecemos, crecemos más que la los países de la zona euro, y cuando decrecemos, decrecemos más que ellos. Los economistas, lo que hemos visto es que la única forma de limitar esos ciclos es con más intervención del Estado en el buen sentido. Recogiendo impuestos en el ciclo alto, usándolos bien y luego empleando las prestaciones monetarias donde y cuando se necesitan durante las fases de recesión’. Ese ‘colchón’ construido por otros Estados con impuestos y prestaciones sociales es sustituido en España por el ‘colchón familiar’. ‘Aquí, lo que ha habido es un reagrupamiento de hogares’, señala la profesora Cantó. ‘Las familias en España juegan un papel invisible, que ni siquiera vemos en las encuestas, porque en algunos casos es una ayuda ‘de llenar la nevera’. Ante la no intervención del Estado, las familias y las organizaciones no gubernamentales actúan de ‘colchón’. Han tenido que dar de comer a familias enteras que antes no lo habían necesitado’.

 

Publicado en: Reportaje