Ogros, brujas y lobos ¿El origen? Mucho más allá de la Edad Moderna

Ogros, brujas, lobos…Los cuentos clásicos están llenos de referencias a estos seres fantásticos que igual te engañan con chocolate o se disfrazan de abuelita para comeeerrrte mejor. Pero lo cierto es que estos personajes no nacieron con sus autores: Basile, Perrault, los hermanos Grimm.., entre los siglos XVII y XIX, sino que llegan a ellos mediante una larga cadena de transmisión oral. Es más, aunque difuminados por los siglos, tienen su origen en personajes de la mitología clásica.

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Elísabet Magro.

En este reportaje, Elísabet Magro, antigua alumna de la UAH, explica que estos autores, antes que literatos, son investigadores que recogen los cuentos con rigor científico, como base de estudios lingüísticos para especialistas. Sin embargo, los cuentos acabarán siendo refundidos, adaptados y censurados, también ilustrados, para convertirse en un producto literario apto para niños. Unos niños que en esos siglos necesitaban desarrollar el instinto de la supervivencia. Magro ha presentado su investigación en la última edición de los encuentros sobre Espacios Míticos de la UAH.

Estos ogros, brujas, lobos son personajes arquetípicos que aparecen en los cuentos de hadas bajo un aspecto, más o menos humanoide y esconden alguna característica o comportamiento de naturaleza monstruosa, rastreable en algunos personajes de la mitología clásica.

Pero empecemos por el principio: los niños son los protagonistas de los cuentos y sus historias personales son parte de esa tradición oral. El abandono del que son objeto en algunas historias también tiene su origen en cómo se les trataba en la antigüedad. ¿Por qué se les abandonaba? Se les sacrificaba para satisfacer a una divinidad, para atender a la profecía de un oráculo o por motivos económicos. La falta de salud, deficiencias físicas o psíquicas también eran motivos de exposición o infanticidio. Y, claro, esos niños abandonados, de no más de 6 ó 7 años, se podían encontrar con los Orcos (ogros). 'Orcos era el gigante, hijo de Plutón, que castigaba los juramentos rotos con el inframundo. Como los ogros de nuestros cuentos, Orcos era corto de vista y de mente, pero con un gran olfato para detectar a un niño a gran distancia. Porque su base alimenticia, precisamente, es la carne humana. Cuanto más tierna mejor. Del ‘orco’ en italiano o ‘huerco’ en castellano surgieron los ogros y las ogresas que después tienen poderes: pueden metamorfosearse, como el ogro del 'Gato con botas',  o pueden hacer magia, como el de 'Pulgarcito' y sus botas de las siete leguas. Suelen ser guarretes (el componente escatológico a veces está presente en los cuentos que protagonizan) y siempre imponen alguna prohibición, como en el cuento de 'Petrosinella', de Basile, atrapada por la ogra porque se come el perejil de su huerto. La 'Petrosinella' y el perejil de Basile es la 'Rapunzel' y las verdezuelas de los hermanos Grimm, con algunas variaciones, pero con el mismo fondo argumental. Se trata de tradiciones orales comunes en distintos países de Europa.

Y ahora las brujas… Y claro, hablando de brujas no podemos eludir a la más famosa de todas: la madrastra de 'Blancanieves' que, para el conocimiento de todos, también es fruto de un legado cultural con más de 400 variantes. 'Blancanieves' de los hermanos Grimm es ‘La esclavita’ de Basile. 'Esta madrastra antropófaga quiere comerse algunos de los órganos vitales de la niña, con la ancestral idea de que uno adquiere los poderes de lo que come. Con apariencia de bruja, le entrega la manzana a Blancanieves, fruta que tiene sus reminiscencias en la manzana de la discordia que deja Eris en la boda de Peleo y Tetis, en represalia por no haber sido invitada, dado su carácter incendiario en cualquier reunión. La manzana griega llevaba la inscripción de 'καλλίστῃ', es decir, 'para la más bella' y origina la disputa entre Hera, Atenea y Afrodita, el juicio de Paris, el amor por Helena, esposa de Menelao, y la guerra de Troya. En Blancanieves tampoco deja de ser un pulso entre la belleza de una mujer madura y la amenaza del crecimiento de la hija. La utilización del espejo mágico es una reminiscencia muy narcisista sobre la continua confirmación de la seguridad con respecto a la belleza, eclipsada solo por la belleza de la jovencita, iniciando una guerra por mantenerse con el cetro de la belleza a costa del exterminio de la niña. También hay rasgos de este pasaje clásico en la 'Bella Durmiente' en el que el hada, en venganza por no haber sido invitada al bautizo, lanza una maldición sobre la nacida'.

¿Y qué nos cuentan de los lobos? Hay lobo en 'Caperucita' y hay lobo en el cuento de 'Las 7 cabritillas' y en los dos a los lobos se les saca de la tripa a las víctimas, que son liberadas sanas y salvas. 'Caso que nos recuerda a Lamia, amante de Zeus, que acabó convirtiéndose en una devoradora de niños por culpa de los celos de Hera y de la que se puede rescatar al niño vivo si está recién comido'. Pero para claros engullidores de niños, de sus propios hijos, tenemos en la mitología grecorromana a Urano que los retenía en el seno de la madre por miedo a verse destronado, y a Chronos. ‘Para los griegos y los romanos las historias de miedo protagonizadas por hombres lobo y lobos son muy frecuentes. Además, forman parte de la literatura y de los ritos iniciáticos masculinos. Solo por poner un ejemplo: en ‘La República’ de Platón, en Arcadia, se celebraban sacrificios a Zeus Liceo en los que se mezclaba carne animal con humana. Cada participante escogía un trozo y al que le tocaba la carne humana se le separaba del grupo porque se transformaba en lobo’. La noche también se relaciona con la transformación de hombres en lobo: el amigo de Trimalción en el ‘Satiricón’ de Petronio… Además, en muchas ocasiones los hombres se disfrazan con piel de lobo para quitar la virginidad a las chicas (La Doncella de Temesa o Dorcón en Dafnis y Cloe), lo que enlaza con las versiones más eróticas de 'Caperucita'.

Y, hablando de 'Caperucita'… Es uno de los cuentos más versionados de la historia: hay versiones más eróticas, otras más sanguinolentas y otras más suavizadas, como la de los hermanos Grimm ¿Qué hay de literatura clásica en Caperucita? Según la investigadora, la caperuza roja es símbolo de los ritos iniciáticos femeninos. ‘El flammeum era un velo anaranjado que se ponían las novias romanas; Himeneo, dios del matrimonio también aparece ataviado con este velo de color azafrán rojizo. La cesta también forma parte de ritos de iniciación de la época clásica, ya que las niñas que se consagraban a las diosas llevaban en la cesta un contenido desconocido hasta el santuario de su diosa y recogían de forma secreta la nueva carga (arréforas), por ejemplo, en 'Lisístrata' de Aristófanes

La pregunta es si esa tradición oral que viene de la antigüedad y llegó a las generaciones del siglo XX en forma de cuentos que despertaron miedos y temores, pero también imaginación y sueños, permanecerán en las futuras generaciones. Elísabet Magro no se atreve a asegurarlo, pero en una sociedad en la que la violencia, la discriminación o la sangre está mal vista en los cuentos (en otros instrumentos de entretenimiento es otro cantar) parece que, más allá de las versiones con el filtro de Disney, corren peligro, si no de desaparecer, por lo menos de adaptarse tanto a la época en la que les toca vivir que perdamos el conocimiento de la fuente, como nos ocurre con mucha mitología difusa en obras literarias, cuentos y películas que no reconocemos. ‘Los cuentos se adaptan a la sociedad que los toca vivir, y así también lo hicieron Perrault y los Grimm. Precisamente, esa es parte de la magia de los cuentos: cautivar al oyente adaptándose a las necesidades de cada generación. La Caperucita de Perrault acaba ahí, devorada por el lobo, porque la moral de la época y la corte de Versalles a la que iba dirigida así lo necesitaba; pero esa versión no es la que mi hija de cinco años me pediría. Para ella la ‘verdadera’ historia de Caperucita es la de los Grimm, donde Caperucita sale ilesa; es la historia colectivamente aceptada, afín a los gustos por su final conciliador, y es la que ha pasado a la posteridad. Quién sabe si en bastantes años la versión más conocida de Caperucita será la de una valiente niña que burla a un lobo miedoso, invirtiendo los papeles del cuento original, ya que en nuestra época necesitamos cuentos de mujeres fuertes’, señala la investigadora.

Por otro lado, ‘en nuestro siglo, la infancia es sagrada (al contrario de lo que ocurría con los niños en otras épocas, en los que no eran considerados ‘persona’ hasta que tenían 6 o 7 años porque ya podían trabajar). Todos los cuentos de los que hemos hablado aleccionan a los niños para que saquen un instinto de supervivencia; sin embargo, en nuestra era, el cuidado de un hijo a veces se confunde con la sobreprotección y  tendemos a blindarle contra toda amenaza. Es nuestra manera de demostrarle el amor. Por eso, la elección de los cuentos y la forma de reescribir o escribir nuevos cuentos se modulará de acuerdo con una filosofía y una didáctica contemporánea’, añade.

En opinión de Elísabet Magro, esa educación contemporánea  no debe estar reñida con que el niño pueda leer cuentos clásicos en sus versiones más duras, ‘porque verá esos problemas con distancia, totalmente anacrónicos, no son los suyos, y lo leerá como algo anecdótico y curioso o sin reparar demasiado en ello; pero no le afectarán, como creo que no nos traumatizaron a nosotros. Lo que sí sé es que los padres estaremos mucho más preocupados por la repercusión que les puedan causar, precisamente, porque la sobreprotección es el sello de nuestra época. Además, hay principios que estos cuentos clásicos rompen, como el de la igualdad, eso es cierto: las niñas y las princesas eran siempre salvadas y eso ya no se tolera. Aunque siempre se pueden volver a rescatar los cuentos clásicos con valor de estudio, reescribirlos, refundirlos y adaptarlos dando nuevas versiones. De hecho, ya existen’.

 

Publicado en: Reportaje