El desierto demográfico avanza en España ¿Hay vuelta atrás?
Según los últimos datos del INE, el ‘desierto demográfico’ afecta ya a 22 de las 50 provincias españolas, y la situación es crítica en 14 de ellas, entre ellas, Guadalajara. Excepción hecha del núcleo central de la gran metrópoli madrileña y de algunos núcleos en la Meseta Norte y la Meseta Sur, el centro de la península, lo que conocemos como espacio rural, se ha despoblado y corre el peligro de convertirse en un páramo.
Revertir la situación, a juicio del profesor José Sancho Comins, catedrático de Análisis Demográfico Regional de la UAH, es complicado. ‘Lamentablemente, hay más posibilidades de que eso se agrave que de que mejore’, afirma. La despoblación no es reciente, comenzó ya en los años 60 con el éxodo rural. ‘Después de esa primera oleada migratoria’, explica, ‘quedó gente mayor en los pueblos, pero ahora esa parte de España está verdaderamente exhausta, despoblada y necesitada de la llegada de nueva sangre, sangre joven, cosa que es tremendamente difícil’.
El profesor Comins atribuye la situación en parte, a la concentración de servicios en las ciudades: ‘El proceso de urbanización ha hecho que las grandes ciudades acumulen los servicios que la gente necesita: educativos, sanitarios… No es que esté desatendido el espacio rural, pero sí es cierto que la comodidad para el usuario es mucho mayor en los centros urbanos’. Pero no es la única causa. La baja rentabilidad de muchas explotaciones agrarias, tampoco ayuda. ‘La producción agraria ha entrado en una fase problemática: la rentabilidad, la viabilidad económica de las explotaciones agrarias es más que dudosa a pesar de los empeños y ayudas que recibe, justamente, de la Unión Europea’, explica el experto. ‘La política agraria común es el estandarte más vivo de la Unión Europea, pero, a pesar de eso, el mundo rural sigue despoblándose’.
En cualquier caso, parece que esta despoblación del medio rural no afecta tanto a otros países de nuestro entorno. En Gran Bretaña o Francia, también hay ciudades muy densamente pobladas y sin embargo, la población está más repartida y el interior no tan abandonado. El motivo de esta diferencia, radica en que el nuestro es un medio más hostil y necesitado de cuidados, y menos rentable: ‘Comparándolo con otros países, es un medio rural menos rentable, de potencialidad agraria menor que el resto de la llamada Europa Atlántica o Europa Húmeda. Nuestros secanos son más sensibles, primero, a cualquier evento natural, como la prolongada sequía que estamos viviendo, y además, la productividad es menor’.
Guadalajara es una de las 14 provincias españolas con más del 80% de sus municipios en riesgo de extinción porque tienen ya menos de mil habitantes, y sus censos siguen en caída libre. Ya en el siglo XVI, explica el profesor, la provincia tenía 200.000 habitantes y se ha mantenido con esa población a lo largo de la época Moderna, a lo largo del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Y es a partir de los años 60 cuando se produce una pérdida de población, un verdadero éxodo desde el campo a la ciudad, a la aglomeración madrileña fundamentalmente y también a algunos enclaves del Corredor del Henares. Desde finales del siglo XIX a la actualidad, en la provincia de Guadalajara han quedado desolados más de 200 asentamientos, pequeñas aldeas, caseríos… y se ha producido una verdadera avalancha hacia el Corredor del Henares. Hoy la provincia de Guadalajara ha superado ampliamente su techo demográfico histórico y, por supuesto, está por encima de los 245.000- 250.000 habitantes, pero se concentran entre Azuqueca y Humanes, teniendo a la propia ciudad de Guadalajara como centro del Corredor. El profesor Sancho Comins apunta un dato demoledor: ‘En el Señorío de Molina, por ejemplo, hay unos 11.000 habitantes y una densidad de población real (muchas personas están censadas, pero no viven en estos asentamientos) inferior a los dos habitantes por kilómetro cuadrado. Eso es insostenible’.
Las consecuencias de la desertización son evidentes: en un territorio que está 100% humanizado, la pérdida de su principal gestor, el que ha sido verdadero rector de su construcción, es una pérdida gravísima, porque el paisaje mismo se desmorona. ‘Son miles de años de agricultura, en el que podemos hacer un itinerario por cualquiera de esos actuales desiertos humanos y vemos la huella del hombre, vemos construcciones, tierras cultivadas y tierras abandonadas, bosques de repoblación, antiguas canalizaciones…’, detalla el experto. ‘Todo ese entorno agrario, ‘manoseado’ por el hombre, deja de estarlo, y entonces aparece la ‘naturalización’ aparece la colonización de las especies de primera generación, e incluso se puede producir conflicto entre ellas, porque unas son depredadoras de otras, y aparecen esos extensos jarales, por ejemplo, en la sierra norte de Guadalajara, que han sustituido a antiguos prados. Es una pérdida de patrimonio natural y es una pérdida de patrimonio cultural. Para mí, las consecuencias no son buenas’ .
Que los habitantes de las ciudades valoren y disfruten cada vez más del campo, es positivo, a juicio del profesor, pero no suficiente. ‘Es cierto que hay una valorización en estos momentos por parte de la sociedad urbana de esos entornos, a los que acude para recrearse, para descansar, para hacer turismo, para hacer deporte, para visitar iglesias románicas, para visitar núcleos de la ‘arquitectura negra’. Necesitamos que ese territorio rural se repueble, vuelva a ser atractivo no solo para ser visitado, si no para ser vivido’. Tampoco los movimientos puntuales de población de la ciudad al campo (personas que ponen en marcha una casa rural, un albergue, una pequeña industria artesana…) terminan con el problema. ‘Nosotros le damos mucha importancia, pero en términos cuantitativos generales el impacto es ínfimo’, concluye Sancho Comins.
¿Hay alguna solución entonces a este problema? Alguna se ha puesto ya en marcha: La Unión Europea se movilizó desde los años 70 del pasado siglo, y empezó a reorientar sus políticas agrarias, que empezó a llamar ‘rurales’, un término que engloba más elementos que la agricultura, la ganadería y la explotación forestal: comprende también el cuidado del patrimonio cultural, las pequeñas industria… y a comienzos de los años 90 empiezan los programas de desarrollo rural por parte de la UE, que han tenido, a juicio del profesor Sancho Comins ‘una incidencia muy positiva. Puede que sin ellos, estaríamos en una situación mucho peor todavía’. ‘Si es verdad que la sociedad urbana ha empezado a reconocer calidad el medio rural (calidad ambiental, calidad paisajística, calidad de vida…), ese es un buen elemento que necesitamos aprovechar. Pero no me quiero detener en una posición idílica’, explica el profesor. La solución puede llegar de las políticas fiscales. ‘Ha llegado el momento de establecer una discriminación fiscal positiva, en favor del espacio rural’, concluye. ‘Está claro que no pueden soportar idénticos impuestos aquellas personas que viven en la ciudad que aquellas que viven en el campo: hay que dar alicientes fiscales para que la población se asiente en el mundo rural. Y la pregunta es: ¿la sociedad urbana está dispuesta a que la gente que vive en entornos rurales tenga una mejor condición fiscal? ¿Está dispuesta a pagarlo, a permitir que su aportación al fisco vaya, en parte, en favor de la gente que vive en entornos rurales?’
Publicado en: Reportaje