El cambio climático también afectará al vino y a nuestro gusto por el vino

Ignacio Morales Castilla, investigador postdoc en el Departamento de Ciencias de la Vida, ha participado en una investigación, liderada por la profesora Elizabeth Wolkovich, del departamento de Biología Evolutiva y de Organismos de la Universidad de Harvard, publicada en la revista ‘Nature Climate Change’ que anima a los viticultores a probar con variedades de uva menos conocidas que podrían contrarrestar algunos de los efectos del cambio climático.

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Ignacio Morales

Morales Castilla se graduó en Ciencias Ambientales en la UAH, realizó en esta Universidad el doctorado y ha trabajado como investigador postdoctoral en Portugal y Canadá. Atraída por su especialidad, modelos de biodiversidad y cambio climático, Wolkovich le contactó para que trabajara con ella en Harvard. Durante un año ha colaborado con la investigadora americana en el proyecto vitivinícola y ahora ha regresado a la UAH con un contrato postdoctoral, con el que continuará trabajando en modelos de predicción que confirmen qué variedades de uva estarán mejor adaptadas en las próximas décadas al cambio climático y, por tanto, cuáles son más recomendables ir plantando de forma escalonada hasta el año 2100.

En el mundo hay una docena de variedades de vid denominadas ‘internacionales’: Pinot Noir, Cabernet Sauvignon, Merlot, Chardonnay…. En torno al 80% de la producción de vino mundial –a excepción del sur de Europa- utiliza estas variedades, en su mayoría de origen francés. En el sur de Europa ocurre lo contrario: se cultivan cerca de mil variedades de vid, la mayoría de las cuales son desconocidas en el mercado global.

El aviso que lanza esta investigación es claro: las distintas variedades de uva tienen diferentes capacidades de adaptarse a las mayores temperaturas y a la sequía creciente prevista debido al calentamiento global del planeta. En un cultivo como éste, que tarda un lustro, al menos, en dar sus frutos, lo lógico es que los agricultores prevean los futuros cambios y vayan adaptando la siembra de variedades a las condiciones meteorológicas para mantener el nivel de producción’.
‘En este momento, ante el cambio climático y los posibles impactos negativos del cambio climático sobre la agricultura, se está optando por dos fórmulas: una, trasladar cultivos hacia territorios con climas más propicios en el futuro (productores franceses se están llevando cultivos al sur de Inglaterra, por ejemplo) o adaptar el cultivo in situ: poner sombra, por ejemplo, en la superficie cultivada. Este estudio, sin embargo, apuesta por una tercera vía: la biodiversidad, porque el agricultor pruebe otras variedades mejor adaptadas a resistir los cambios que se prevén en las condiciones meteorológicas de las distintas regiones productoras’, señala Ignacio Morales.

El proyecto del investigador de la UAH de cara al futuro, precisamente, se centrará en trasladar los modelos de fenología (ciencia que estudia los ciclos periódicos del desarrollo de un organismo) a las variedades de vid de la Península Ibérica. ‘Desde el comienzo del envero, hasta la maduración definitiva de la uva, el clima que hay es crítico para la calidad que se consigue en el vino. Si ese período de unos 45 días se acorta hasta los 30, los procesos químicos son completamente distintos. Por tanto, queremos modelizar cuándo y bajo qué condiciones climáticas se produce el proceso de maduración para determinar qué regiones serán viables para producir unas u otras variedades’, explica.

En España y en el resto de Europa, según señala, hay una gran incertidumbre. ‘Porque estamos trabajando con distintos escenarios, dependiendo de la cantidad de CO2 que emitamos a la atmósfera dentro de 50 años y en qué grado haya una implementación de las energías verdes. No obstante, si se alcanzasen los peores escenarios de cambio climático (incremento promedio de 4 grados de temperatura en 2100) las expectativas serían negativas para la producción de vino en el sur de Europa. Si el calentamiento permanece por debajo de un incremento de dos grados, el cambio de variedades sería una opción viable para adaptar la viticultura al cambio climático. Por tanto, limitar los impactos negativos del cambio climático sigue estando en nuestra mano’.

No obstante, hay variedades como ‘garnacha’ o ‘monastrel’, mejor adaptadas al calor, que podrían seguir cultivándose. Igualmente, opina que ‘la enorme diversidad de variedades autóctonas de países como España, Italia o Grecia, más adaptados al calor, podría ayudar a la viticultura del futuro en estos países y además, tiene el potencial de popularizarse y comenzar a ser consumida en el resto del mundo’.

Morales Castilla indica que ‘el vino, dentro de 50 años, podría tener distinto gusto, pero confía en que se seguirán haciendo vinos excelentes’.

Publicado en: Reportaje