Arqueólogos de la UAH analizan los corrales marítimos de Ligüiqui, únicos en el mundo

Son estructuras de piedra en forma de U invertida, a modo de piscifactorías, que se prolongan, al menos, a lo largo de seis kilómetros de costa y sirven para atrapar peces, crustáceos y moluscos aprovechando las subidas y bajadas de la marea. Los corrales marítimos, construidos y utilizados por la cultura manteña, a partir del siglo VII de nuestra era, continúan usándose ahora por las comunidades que habitan este espacio tan singular, entre el mar y la selva tropical, desde Ligüiqui hasta Santa Marianita, en Ecuador.

 

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Una imagen de los corrales marinos.

Ahora, gracias a un proyecto liderado por la UAH, en colaboración con el Instituto Nacional de Patrimonio Cultural del Ecuador y financiado por la Fundación Palarq, titulado Perduraciones, continuidad y ruptura. Nuevas realidades de desigualdad en la costa ecuatoriana central (ss. XVI-XVII): indicadores arqueológicos y transformaciones medioambientales se está llevando a cabo un estudio exhaustivo de estos corrales marítimos tan singulares por su extensión.

El proyecto se prolongará durante 5 años, en principio, y abarcará otros aspectos, como la sociedad o la economía que se encontraron los colonizadores españoles en el territorio dominado por la cultura manteña allá por el año 1527/28 y el impacto que su llegada generó en una de las sociedades más avanzadas en ese momento en el nuevo continente.

Los profesores del área de Arqueología, Lauro Olmo y Manuel Castro, serán los encargados de encabezar unas investigaciones que, como punto de partida, han fijado su mirada en los corrales marítimos. Unas estructuras perfectamente conservadas y utilizadas hasta el día de hoy que, como señala Olmo, están dispersas por todo el mundo, aunque de momento no se haya encontrado una conexión entre ellos. ‘Hay corrales localizados en Chile, en Australia y en Islandia y también en España, donde los más conocidos están en Rota, pero ninguno son tan extensos como los de Ligüiqui, donde se percibe de entrada la existencia de un sistema a mayor escala y mejor organizado que en el resto de corrales del mundo’, señala.

Estas estructuras de piedra, listas para depositar la pesca, están perfectamente estructuradas e, incluso, como manifiesta Castro, en muchos casos especializadas, dependiendo del tipo de pescado que se quiera atrapar.

Los corrales permanecen en la playa –aunque muchos ya han sido absorbidos por el mar, debido al cambio climático- desde su creación por parte de los miembros del pueblo manteño, una cultura ancestral que no llegó a ser sometida por los Incas y que, pese a lo que se creía -porque lo cuentan las crónicas escritas de la época-, tampoco fue eliminada rápidamente por los españoles a su llegada, en el siglo XVI, sino que su rastro permanece y se observa en el paisaje, en las costumbres, en las formas de vida y en las estructuras sociales y económicas de la zona hasta bien entrado el siglo XVII y, en muchos casos, hasta la actualidad, como ocurre con los corrales marítimos. ‘En el paisaje se perciben las perduraciones, las resistencias y también la dominación de los colonizadores mientras se va produciendo la asimilación del imperio español’, indica Olmo.

Con este proyecto se abordarán otros aspectos, como la primera regencia española en Portoviejo, las reducciones de indios (entendido como concentración de personas aborígenes en un mismo espacio) y otros elementos del paisaje, como la actividad agrícola. ‘Vamos a estudiar los asentamientos, las estructuras productivas, como los corrales o las terrazas de cultivo de época manteña que perduran, porque no solo nos interesa el monumento, queremos también identificar y contextualizar los distintos elementos del paisaje y analizar el momento de contacto con los colonizadores españoles’, agrega Castro.

El pueblo manteño es una de las grandes culturas precolombinas de la región litoral de Ecuador. Fueron grandes agricultores y pescadores pero, fundamentalmente, fueron grandes comerciantes que viajaron por el mar y realizaron largos recorridos. Fueron también grandes promotores del intercambio a través de la concha Spondylus, que se utilizaba como moneda de cambio entre distintos pueblos.

 

Publicado en: Reportaje