Así eran los banquetes navideños en la Edad Media

Aunque pueda parecer reciente la tradición de las comilonas navideñas, lo cierto es que ya desde la Edad existía la costumbre de celebrar la Navidad comiendo con amigos y familiares. Eso sí, solo se lo podían permitir los más pudientes

Cisne asado, grullas, cabezas de jabalí, caldos y mariscos son algunos de los manjares que se servían en las mesas de Navidad de los más pudientes durante la Edad Media.

Los cristianos, desde su aparición, festejan dos aspectos de la biografía de Cristo por su importancia: el momento de su nacimiento y el momento de su muerte. El primero de estos es conocido como la Navidad, que viene del latín nativitas (“nacimiento”).

Ya que en los Evangelios no se menciona la fecha concreta del nacimiento de Jesús,  “a lo largo de la historia, este periodo se ha apropiado de diferentes elementos culturales que ayudaron a construir un relato –escrito, pero también cultural y visual– propio”, asevera el profesor de Filología Románica, Guillermo Alvar, especialista en la Edad Media y coautor del libro Normas de comportamiento en la mesa de la Edad Media.

Como relata el propio Alvar, durante esta época también hubo a menudo ocasión para la celebración de grandes festines navideños en las casas de los ricos. Por ejemplo, se cuenta que, en 1377, el rey inglés Ricardo II, que en ese momento tenía diez años, organizó un banquete en el que se sacrificaron en torno a treinta bueyes para agasajar a los comensales y, además, se sirvió la carne de centenares de ovejas.

Diez años más tarde y en una ocasión similar, el mismo rey ofreció innumerables aves asadas y pasteles. La nobleza inglesa se daba a festines menos lujosos, pero también suculentos. Podían empezar su banquete navideño con caldo de carne y potaje de verduras. A continuación, se servían viandas que no se consumían en el día a día, como marisco, carnes de carnero, ternera y venado, además de aves como capones, gansos o grullas. Otros manjares particularmente apreciados consistían en cabezas de jabalí servidas en bandejas o cisnes asados en su plumaje. Las bebidas que acompañaban las comidas en el norte eran vino, cerveza y agua.

En Castilla, otro ejemplo de festines lo ofrece la crónica que narra la vida de Miguel Lucas de Iranzo, y dice así respecto a las comidas navideñas que celebró en Jaén en el año de 1471: «El día 24 de diciembre, a primeras horas de la noche, juego de dados en el palacio del condestable, donde éste muestra su generosidad pues juega mas ’por eccelencia e fin de franquear que por cobdiçia de ganar’. Misa de maitines. Representación por la noche en la catedral de la historia del nacimiento de nuestro señor y salvador Jesucristo y de los pastores. Consumo en las fiestas del 24 de diciembre al 6 de enero de “muchos manjares e vinos e confites e conservas”. A veces, de pescados frescos, empanados y en pipotes. El día 25 estrenas, mercedes e limosnas como aguinaldo a los que acuden al palacio del condestable. Alborada en palacio. Misa. Comida y colación. Cena y colación. Danza y baile después de la comida y la cena. Empleo de trompetas, atabales, chirimías y cantores en los actos principales».

Así que, por lo que se detalla, a pesar de que las costumbres en la mesa han cambiado mucho con el paso de los siglos, la forma de festejar la Navidad comiendo en grandes cantidades siempre ha sido un modo de compartir y celebrar, al menos en los países de tradición cristiana.

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