90 años de la Generación 27

Hace pocas semanas se conmemoraba el 90 aniversario de la génesis de la Generación del 27. Un encuentro para homenajear y reivindicar a Góngora supuso la puesta de largo de un grupo poético irrepetible que ha marcado el devenir de la historia de la poesía en lengua española y cuya estela todavía sigue viva.
La profesora de Literatura Española Contemporánea, Ana Casas, habla de la repercusión de este movimiento literario.

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Ana Casas.

Una imagen los unió para siempre: Rafael Alberti, Federico García Lorca, Jorge Guillén, Dámaso Alonso, Gerardo Diego… En esa fotografía, tomada el 16 de diciembre de 1927, no estaban todos; faltaban otros grandes nombres de la literatura española de principios de siglo: Pedro Salinas, Vicente Aleixandre, Luis Cernuda, Emilio Prados, Manuel Altolaguirre… Son la Generación del 27, un grupo de amigos, un ramillete de aire fresco en la poesía española de comienzos del siglo XX, con ansias por abrazar las nuevas corrientes estéticas que llegaban de Europa envueltas en vanguardia sin renegar de la tradición de la poesía española.

Estos jóvenes poetas, como señala Ana Casas, se aglutinaron en torno a las tertulias y las actividades organizadas en la Residencia de Estudiantes, donde entraron en contacto con los movimientos de vanguardia, y a las revistas en las que habitualmente publicaban, que también contribuyeron a crear una suerte de conciencia generacional, especialmente la Revista de Occidente y La Gaceta Literaria, dirigidas por José Ortega y Gasset y Ernesto Giménez Caballero, respectivamente.

Como siempre, esa idea de generación o de grupo siempre resulta un poco artificial. ‘La propia nómina de autores del 27 se ha ido ampliando con el tiempo, incluyendo los nombres más conocidos y otros que lo son menos, como los de José Moreno Villa, Mauricio Bacarisse, Juan José Domenchina, Antonio Espina o Juan Chabás’. Afortunadamente, desde los estudios literarios y culturales también se está produciendo una revisión de la historia, con la consecuente e inevitable visibilización de las mujeres. Ausentes de las antologías y de los libros de texto, los nombres de las creadoras del 27 están emergiendo gracias a trabajos de investigación protagonizados por mujeres: Concha Méndez, Ernestina Champourcín, Carmen Conde, Elisabeth Mulder, Josefina de la Torre o Rosa Chacel.

¿Qué les une y qué les separa? Especialmente durante los primeros tiempos, ‘los miembros del 27 comparten una visión parecida de la palabra poética. Influidos por las vanguardias, deseosos de imprimir un aire nuevo a la poesía española, tocados por el espíritu de las ideas orteguianas, muchos de estos poetas cultivan un arte antisentimental, que busca desligarse del yo, y muestra un gran interés por los objetos, los avances tecnológicos, el deporte o el cine. Se trata, de igual modo, de un arte para minorías, con un marcado carácter intelectual, hermético, que anhela la perfección técnica y utiliza la metáfora como forma de expresión privilegiada. Los poetas del 27 también conceden un espacio importante a lo onírico, a la ausencia de lógica, en expresiones que se quieren triviales, mostrándose contrarios a la trascendencia del arte y siendo conscientes, en cambio, de su propia fugacidad’.

Las diferencias entre ellos también son muy notables: ‘el neopopularismo de Lorca y Alberti, de sus primeras obras y su posterior evolución hacia el surrealismo, contrasta con el intelectualismo de Salinas y Guillén, o el irracionalismo de Aleixandre, el vanguardismo inicial de Dámaso Alonso y Gerardo Diego, etc. Por otra parte, hay que tener en cuenta que, salvo Lorca, que muere asesinado en 1936, el resto de ellos escribe más allá de los años 40, muchas veces desde el exilio, por lo que su obra experimenta una importante dispersión’, matiza la profesora de la UAH.

De lo que no cabe duda es de que su impacto en la poesía española ha sido inmenso. ‘A pesar del silencio sobre muchos de ellos impuesto por la Dictadura, el impulso renovador de los miembros del 27, así como su exquisito uso de la técnica,  han marcado a muchas generaciones de poetas. Hay una filiación casi directa entre algunos de ellos y los que vienen después. Es el caso de Dámaso Alonso y Vicente Aleixandre, que en 1944 publican, respectivamente, ‘Hijos de la ira’ y ‘Sombra del paraíso’, dos libros fundamentales para el devenir de la poesía social de nuestra posguerra. Y también es el caso de Luis Cernuda y su indudable magisterio a través de otro gran poeta, Jaime Gil de Biedma, quien, a su vez, resulta determinante para los cultivadores de la poesía de la experiencia, entre los que destaca, por ejemplo, Luis García Montero’.

Tanto es así que, en opinión de Casas, ‘parece poco probable que vuelva a producirse algo semejante, aunque es verdad que nos falta perspectiva. La poesía española ha dado grandes nombres, agrupados en los poetas sociales de los 50 y 60, los novísimos, los posnovísimos, los poetas del silencio o los poetas de la experiencia, entre otros. Pero dichos grupos no han sido tan numerosos ni compactos como llegó a serlo la generación del 27’.

Coincidiendo con este 90 aniversario, la profesora de la UAH anima a los miembros de la comunidad universitaria a leer o releer las obras de estos autores.

Publicado en: Reportaje