Se cumplen 20 años del ‘máster en Psicoterapia. Perspectiva integradora’ con listas de espera entre los solicitantes

Dirigido a profesionales de la Psicología y la Psiquiatría, se trata de uno de los másteres propios de la UAH más consolidados y con más reputación.

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Alberto Fernández Liria.

Es una referencia en el ámbito profesional del que se ocupa y ha logrado ‘vencer’ durante estos años a otras perspectivas sesgadas y polarizadas relacionadas con la atención piscoterapéutica. El director del máster y profesor asociado de la UAH, Alberto Fernández Liria, explica dónde radica el éxito de esta oferta formativa que, después de 20 años, mantiene listas de espera gracias al boca a boca.


-Doctor, 20 años son muchos años, ¿qué ha hecho que este máster se haya consolidado de este modo?
-El Máster se compone de tres títulos propios que se cursan en un año académico: un título de experto, que certifica el nivel básico; un segundo de especialización y el de máster que se obtiene con los dos anteriores y el trabajo de fin de master. El primer curso de especialización comenzó en 1997 y la primera promoción obtuvo el título en 1999.
Lo que tiene de especial éste frente a otros cursos de psicoterapia es que está pensado para personas que ejercen esta actividad en la sanidad pública. Nuestros alumnos son en su inmensa mayoría psiquiatras o psicólogos clínicos que trabajan en el sistema público o residentes de Psiquiatría y de Psicología Clínica que buscan aquí una formación complementaria en esta área de la profesión, que ha sido relativamente marginada en momentos en los que ha predominado una visión de la atención a la salud mental dominada por una visión biomédica muy reduccionista y muy centrada en el uso de fármacos.
Estos cursos han llegado a ser los de referencia para los profesionales del sistema público interesados en la psicoterapia. De hecho, hace años que no hacemos publicidad y tenemos lista de espera con profesionales que se informan por el boca a boca. Cientos de profesionales que hoy lideran el trabajo psicoterapéutico que se oferta a los usuarios del sistema público han pasado por nuestros cursos.

-¿Qué implica la perspectiva integradora cuando hablamos de psicoterapia?
-Implica, sobre todo, un rechazo al sectarismo que muchas veces ha presidido la práctica de la psicoterapia. El campo de la psicoterapia ha estado tradicionalmente integrado por escuelas con visiones diferentes de la salud mental y sus alteraciones, que han aportado prácticas muy distintas. La tónica general ha sido durante mucho tiempo la de la confrontación y la de la descalificación mutua.
Si revisamos la investigación sobre eficacia de las intervenciones psicoterapéuticas podemos ver, sin embargo, que las intervenciones basadas en las diferentes escuelas tienen resultados semejantes y, además, que la práctica de los psicoterapeutas tiende a converger más que a divergir conforme van siendo más expertos.
La perspectiva integradora ve en la multiplicidad de escuelas una oportunidad para aprender y enriquecer la práctica y para conseguir que esta se ajuste mejor a las necesidades y preferencias de cada paciente particular o, mejor, de cada pareja terapeuta-paciente particular.
Creemos que la pregunta que permite articular una estrategia de intervención psicoterapéutica no es ¿cuál es la intervención indicada para este problema definido por la presencia de estos síntomas?’ si no ‘¿cuál es la mejor forma en la que este paciente concreto y yo podemos trabajar para que él pueda resolver del mejor modo lo que le preocupa?’ Poder hacer esto requiere flexibilidad por parte de un terapeuta que no puede estar encorsetado por los dogmatismos de escuela.
Intentamos enseñar a explorar modos de trabajo que se ajustan mejor a las características de cada uno. No pretendemos que nuestros alumnos salgan cortados con un mismo patrón. Cuando miramos a personas que fueron nuestros alumnos y hoy son psicoterapeutas destacados nos alegra ver que a veces se parecen poco entre sí y a nosotros, sus formadores, porque eso significa que han logrado desarrollarse buscando la integración que mejor se ajusta a sus características personales.

-¿Qué tiene de particular la forma de integración que propugnan?
-Nosotros proponemos una forma de integración que parte de la consideración del trabajo psicoterapéutico como una actividad narrativa. Los seres humanos construimos nuestra identidad a través de las historias que nos contemos sobre nosotros mismos, las personas con las que nos relacionamos y el mundo que nos rodea. Y construimos estas historias en base a las experiencias que tenemos. Los problemas de las personas que atendemos en consulta pueden entenderse como resultado de historias que producen un sufrimiento evitable. Y entonces la psicoterapia puede entenderse como un proceso que implica una relación entre un paciente – que actúa como experto en sí mismo – y un terapeuta - que actúa como un experto no en los problemas del otro, sino en un tipo particular de conversación a la que llamamos psicoterapia – que permite el surgimiento de nuevas historias que no conllevan ese sufrimiento. Por eso, uno de los textos que sirve de base a los cursos, escrito por la otra directora, Beatriz Rodríguez Vega, y por mí, lleva como subtítulo ‘La construcción de narrativas terapéuticas’.

-¿Siguen vigentes las mismas técnicas de psicoterapia o en estos 20 años este ámbito, como muchos otros de la medicina, ha cambiado? ¿en qué ha cambiado, fundamentalmente?
-En estos 20 años se han producido cambios importantes y, de hecho, nuestro programa se ha ido modificando para adaptarse a ellos. Buena parte de estos cambios vienen a reforzar la idea de que las intervenciones realizadas desde las diferentes escuelas resultan igualmente eficaces porque actúan sobre unos mismos factores comunes.
Desde que comenzamos hemos tenido que ir introduciendo elementos que no estaban en el programa original, como los que tienen que ver con el conocimiento del desarrollo humano que aportan la teoría del apego o las ópticas más interpersonales, el trabajo con la mentalización o la función reflexiva, las prácticas dialógicas, la práctica de la atención plena o mindfulness, la importancia del trabajo con las consecuencias de las experiencias traumáticas y también hemos tenido que actualizar lo que enseñamos sobre las bases neurobiológicas. Se han mantenido, sin embargo, los principios de una enseñanza que integra aspectos teóricos, supervisión de la práctica clínica y diferentes formas de acceso a experiencias que facilitan que la persona pueda adquirir el rol de terapeuta.

-¿Y los pacientes, han cambiado, ha cambiado su mentalidad, o sigue habiendo reticencias a acudir al psiquiatra?
-Los pacientes están cada vez mejor informados y son cada vez más conscientes de sus derechos y de que el papel que les toca jugar en su tratamiento no es un papel pasivo. Eso les hace también más exigentes. Estamos en un momento en el que se avecinan cambios importantes en la atención a la salud mental y estos cambios pasan necesariamente por la consideración de este nuevo papel que reclaman las personas con sufrimiento psíquico.

-¿Qué les diría a los profesionales, cómo les animaría a realizar el máster?
Sobre todo, creo que es importante señalar que estamos en un momento de crisis del modelo reduccionista biomédico de atención a la salud mental que se instauró en los años 90 y que la salida de esta crisis va a suponer otorgar de nuevo importancia al contexto significativo en el que se producen los problemas de salud mental y a las relaciones interpersonales como elementos terapéuticos clave. Esto se traduce en que las intervenciones psicoterapéuticas están llamadas a ocupar un papel central en la atención a la salud mental y sus alteraciones en los próximos años.

 

Publicado en: Entrevista