Rubén Garrido: ‘tenemos que pasar de un modelo de universidad donde se enseña a un modelo de universidad donde se aprende’

El profesor de Economía Aplicada de la UAH fue el encargado de la conferencia inaugural de apertura del curso con una ponencia titulada 'Educación, digitalización y empleo ¿(re)construyendo el futuro?'

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Rubén Garrido durante la conferencia inaugural.

En esta entrevista aporta algunas de las claves para que la educación superior se adapte a las necesidades que imponen las nuevas tecnologías y esos futuros empleos que aún están por inventar.

-Profesor, educación, digitalización, empleo… ¿Necesitamos una bola mágica para saber qué pasará?
-No. Necesitamos saber cómo la digitalización afecta al futuro del trabajo y, según gran parte de los estudios realizados, el foco no hay que ponerlo tanto en la destrucción o sustitución de empleo, que ya está produciéndose, sino en el hecho de que este proceso está alterando también las tareas existentes con nuevas exigencias, nuevas funciones, que demandan nuevas competencias a las que debemos dar respuesta. Y también en el hecho de que, más allá de la sustitución de trabajos o tareas, se produce una división más amplia entre el trabajo complementado por la digitalización –mucho más cualificado, más productivo y con mejores salarios- y otro trabajo no sometido a la digitalización – pero que se enfrenta en su desarrollo a condiciones precarias -. Por tanto, la nueva situación lo que va a generar es una mayor desigualdad laboral y salarial que afectará a las personas dependiendo si están o no cualificadas y adaptadas a la revolución digital.
El gran reto, en este sentido, es tener la capacidad de formar a nuestros jóvenes y dotarles de competencias para que puedan adaptarse a los cambios con facilidad, asumirlos e integrarlos en su trabajo, teniendo a la tecnología a su favor y no en su contra. Desde luego, entiendo que la formación del futuro y del presente exige habilidades de tipo emocional y social, relacional, que son las que nos distinguen de las máquinas. Se trata de habilidades que se pueden aprender y entrenar, aunque no dispongamos de ellas de forma innata. Son estas competencias las que nos ayudarán a trabajar en entornos más difusos, más multiculturales y globales.

-¿De qué habilidades estamos hablando?
-Pues nos referimos, entre otras, a la capacidad de realizar análisis críticos, el pensamiento borroso o difuso, a trabajar en entornos cambiantes y no predecibles… Es decir, aquello que una máquina no puede hacer, al menos, todavía. Y este tipo de formación debe integrarse en todo el ámbito educativo, pero especialmente en las universidades, donde formamos para la vida y para desenvolvernos en este entorno como ciudadanos y especialmente, como profesionales. Si la Universidad no se adapta a este nuevo entorno ofreciendo respuestas a los restos, dejaremos de cumplir una función esencial. En algunos sistemas universitarios especialmente densos, como el norteamericano, se habla incluso de cuántas Universidades desaparecerán. Quizá la desaparición puede parecer un poco exagerado, pero si cada Universidad no interpreta adecuadamente los cambios (retos-oportunidades pero también amenazas) que ha de enfrentar en este nuevo escenario, se volverá cada vez más irrelevante, porque otro cogerá el timón y ofrecerá a la sociedad lo que la sociedad necesite.

-¿Y cómo se hace eso, profesor Garrido?
-Si queremos tener la tecnología a nuestro favor, tenemos que saber qué hacen las nuevas tecnologías y entender cómo funcionan para hacer mejor nuestro trabajo. Tenemos que repensar la educación y adaptarla para que, se trate del área de conocimiento que se trate, nuestro alumnado sepa manejarse en el universo de los datos y tener conocimientos de cómo trabajan las máquinas o la inteligencia artificial.

-¿Pero la universidad se está adaptando a este reto que debe de afrontar desde ya?
-Hemos tenido una gran oportunidad de adaptación, que se llama Proceso Bolonia, pero la oportunidad se ha aprovechado de manera desigual. La cuestión es ¿tenemos los docentes la formación necesaria para liderar este cambio? La innovación docente es una realidad en todas las universidades, pero es voluntaria. Y, además, tenemos que cambiar el modelo de enseñanza y pasar de una universidad donde se enseña, a una universidad donde se aprende, que no es lo mismo. La diferencia es enorme, porque estamos distinguiendo entre una enseñanza de cátedra, tradicional en las universidades, y una enseñanza que proporciona capacidades a los estudiantes para que aprendan a aprender y, especialmente, que aprendan a desaprender porque, lo queramos o no, y esto es otro gran cambio, el aprendizaje es una exigencia que se vuelve permanente a lo largo de nuestra vida.

-En ese sentido, la Universidad también tiene una gran oportunidad de ampliar espacio para la formación…
-Efectivamente, el destino de la Universidad no es solo formar en capacidades técnicas, sino enseñar a aprender; y no es formar sino transformar. La clave es formar a ciudadanos que tengan capacidad de adaptación a un mundo en continuo cambio, que sepan asimilar esos cambios, reinventarse en sus profesiones y esto no solo pasa por adquirir conocimientos sino por ejercitar las habilidades sociales y emocionales necesarias para que tengan éxito. Debemos entender que se han de adquirir las herramientas necesarias que nos distingue de las máquinas y que, en definitiva, nos hace más humanos. Y esto no solo se ha de traducir en una mejora en nuestras trayectorias laborales. También es importante para la conformación de una sociedad más equitativa, donde no haya más beneficios que costes en los procesos producidos por la digitalización, sino también más ganadores que perdedores..

-¿Volvemos al origen?
-Guardando las distancias necesarias, sí, debemos volver al origen de la universidad, que ofrecía una formación más multidisciplinar. Algunas universidades americanas muy ligadas al entorno productivo, como Northeastern University en Boston, ya lo están haciendo. Su rector habla de la necesidad de que el estudiantado disponga de 3 nuevas alfabetizaciones: la relacionada con los datos, la que tiene que ver con programación o entornos de relación hombre-máquina y la humanística.

-Por recapitular, ¿cuáles serían las prioridades?
- Creo que quizá no es tanto hablar de prioridades para una universidad sino de compartir esa visión del futuro y ver qué aspectos de la universidad se hace necesario potenciar, qué cosas nuevas hay que hacer y qué cosas no tan nuevas tenemos que cambiar. Por ejemplo, creo que la movilidad es una oportunidad que ofrece la universidad que se debe favorecer y casi convertir en una exigencia para nuestros estudiantes. No solo se pueden afianzar conocimientos en relación con el idioma, sino que contribuye al desarrollo de otras actitudes muy valoradas: autocontrol, agilidad cultural, tolerancia al cambio, etc.
En otro ámbito, estimo que promover el voluntariado social entre los universitarios también genera importantes retornos. No solo desde un punto de vista social sino también para el desarrollo de la persona. Ya lo hacemos, pero debe generalizarse mucho más y formar parte de nuestro curriculum. Las empresas buscan profesionales, pero también personas empáticas y comprometidas con una tarea y las actividades de voluntariado puede ser un instrumento para ejercitar unas capacidades que difícilmente se pueden adquirir en otros entornos y para la construcción de una ciudadanía más comprometida con su comunidad
Y, finalmente, ¿cómo podemos introducir elementos que consigan una formación más multidisciplinariedad?: un robot hace muy bien lo que nosotros hemos estado haciendo hasta ahora: repitiendo tareas de una disciplina hasta que las aprendemos a hacer a la perfección, en entornos cerrados y predecibles. Hay un video de la Fundación COTEC que tiene como etiqueta #MiempleoMifuturo que invito a visualizar y donde se critica al sistema educativo porque nos hemos dedicado a la formación de una ‘inteligencia artificial cutre’ en lugar de contribuir a la transformación de las personas para que sepan hacer bien lo que un robot no sabe hacer. Y es ahí donde es necesario repensar la educación y la universidad, balanceando conocimientos y competencias, técnica y habilidad social, ciencia y humanidades. Además, en la multidisciplinariedad está el caldo de cultivo de la innovación.

-¿El sistema ayuda?
- Esto daría para mucho, pero tengo la impresión de que no tenemos la velocidad que exigen los cambios. Imaginemos que estamos de acuerdo en la necesidad de introducir nuevos conocimientos relativos a los datos y la digitalización en distintas titulaciones. Aunque pudieran parecer modificaciones incrementales, posiblemente las agencias de acreditación exijan procesos de verificación, lo que supone extinguir un título, implantar el nuevo, diseñar transiciones, etc. Para cuando estén los cambios implantados quizá haya que empezar de nuevo.  Es más, muchas empresas tecnológicas (las más importantes) cuando reclutan, en la actualidad, no exigen una titulación determinada, sino que valoran otras cuestiones. En un futuro imaginario de ‘Gran Hermano’ donde se pudiera demostrar o mostrar lo que uno sabe hacer y que esto sea conocido por el que te quiere contratar, ¿qué sentido tiene poseer una titulación? ¿qué sentido tiene una Institución que sólo fabricara títulos?
Por responder de otra forma a la pregunta: el sistema debe responder desde todos los ámbitos a los retos de la digitalización. Aquí hemos hablado de la educación y de la universidad. Pero esto es splo una parte. Las autoridades deben asumir también su papel y no solo apoyar la transformación digital y por la digitalización de las universidades y reforzar los sistemas educativos en niveles previos, sino trabajar para construir unos nuevos marcos de relación en una sociedad híbrida (en constante interacción entre el mundo digital y real), donde la tecnología esté al servicio de la mayoría, mejorando el nivel de vida de las personas, de una manera más justa y sostenible.

Publicado en: Entrevista