¿Por qué las resistencias bacterianas son la gran amenaza del siglo XXI?



El profesor de la UAH Manuel Rodríguez Zapata, explica en esta entrevista por qué las bacterias son cada vez más resistentes a los antibióticos.

El descubrimiento de la penicilina en 1928 revolucionó la medicina: aumentó la supervivencia y la calidad de vida y permitió la cirugía mayor, hasta entonces insospechada. Pero desde entonces los antibióticos han llevado en su mochila un caramelo envenenado en forma de resistencias bacterianas. En pleno siglo

Manuel Rodríguez Zapata.

XXI el desarrollo creciente de esas resistencias bacterianas puede convertirse en una gran amenaza para la humanidad.

Cepas de estafilococo aureus que generan infecciones en la piel y tejidos blandos, endocarditis o neumonías han desarrollado resistencia a meticilina; neumococos que provocan otitis, sinusitis y meningitis son resistentes a la penicilina y otros antibióticos alternativos (macrólidos y quinolonas); e.coli causantes de infecciones urinarias pueden desarrollar resistencia a los antibióticos betalactámicos y enterobacterias y acinetobacter traen de cabeza a los especialistas sanitarios en quirófanos, UCIs y habitaciones de hospital…

Los gérmenes y las bacterias patógenas están en nuestras vidas desde siempre y no parecen dispuestos a marcharse, ni siquiera cuando son atacados por los temidos antibióticos. A lo largo de su existencia han generado resistencias a múltiples sustancias anti-infecciosas y cada día son más fuertes; hasta tal punto es así que los tratamientos antibióticos contra las infecciones más graves se convierten en complejos cócteles difíciles de combinar. Y en este contexto, la OMS no cesa de repetir que la resistencia bacteriana puede convertirse en la gran plaga del siglo XXI, provocando que infecciones banales, como la de orina, generen mortandad.

Ante esta ‘amenaza’ el profesor Manuel Rodríguez Zapata estima que ‘no es irreal plantearse un escenario en el que los antibióticos no sean efectivos o exista un número de gérmenes (bacterias, hongos, parásitos, virus…) para los que no haya respuesta’. Cuando el telón de ese posible escenario se abre, el paisaje es desolador: sus consecuencias afectarían a la cirugía mayor (incluidos trasplantes e implantación de prótesis), a la quimioterapia del cáncer, al tratamiento de enfermedades tan extendidas como la diabetes y otro sinfín de tratamientos que a día de hoy resultan de lo más cotidianos.

La explicación a esa resistencia bacteriana es muy simple: ‘la respuesta del germen frente a los antibióticos es, desde el comienzo, darwiniana. El germen, bajo presión antibiótica, desarrolla resistencia, y permanecen aquellos que se adaptan al medio y sobreviven. Esto es un gran elemento a tener en cuenta desde el descubrimiento de la penicilina’, explica el profesor de la UAH.

Pero también hay otros factores externos que favorecen la resistencia, porque no hay una conciencia social al respecto: se tratan con antibiótico infecciones virales que no requieren su uso, se prescriben dosis ineficaces, se incumplen los tiempos establecidos para el tratamiento… Además, hay otros factores internos al ser humano, relacionado con el microbioma, la flora bacteriana normal, que es fundamental para el buen funcionamiento de muchos órganos. ‘Los antibióticos que estamos tomando atacan a gérmenes que son beneficiosos para nuestra salud; pero, además, nuestra flora microbiana puede estar siendo sustituida por gérmenes patógenos, y la situación en ese caso es mucho más problemática’, explica Rodríguez Zapata.

Otro factor que está influyendo en la resistencia bacteriana es el uso de antibiótico para el engorde de animales de granja, cuya carne se ingiere posteriormente por los seres humanos.

En definitiva, los factores de por qué cada vez las bacterias son más resistentes a los antibióticos son múltiples, pero las soluciones son bastante limitadas. A nivel local Rodríguez Zapata menciona la existencia de guías terapéuticas, promocionadas por las Sociedades Científicas, o la implantación de programas de optimización del uso del antibiótico (PROA) que ya existen en muchos centros hospitalarios, donde los expertos recomiendan los tratamientos más adecuados para cada paciente. A nivel global son necesarias políticas de educación para la salud entre la población. ‘Es nuestra responsabilidad como médicos recetar bien los antibióticos, recomendar las condiciones óptimas de uso y no tratar infecciones virales con antibióticos’. En la parte del paciente también hay una gran responsabilidad, que comienza por abstenerse de presionar al facultativo para que recete antibiótico y continúa por evitar la automedicación y por usar de forma adecuada los antibióticos, cumpliendo de forma exhaustiva con los tratamientos prescritos.

En esta mesa de las soluciones aparece una tercera pata, que se sostiene en la promoción de políticas que generen una mayor y mejor investigación ‘porque no se están produciendo en el ámbito de los antibióticos los avances que cada día vemos en otro tipo de medicamentos, como los antidiabéticos, los antineoplásicos, o los fármacos biológicos, como los anticuerpos monoclonales’.

Y es que no queda más remedio que prevenir, porque en este momento no hay alternativas conocidas al uso de antibióticos para luchar contra las infecciones. ‘Frente a una infección por un germen patógeno la única solución es el tratamiento antibiótico adecuado y nuestros esfuerzos tienen que ir encaminados a la realización de un buen diagnóstico, a conocer exactamente el germen que está provocando la infección, determinar su patrón de resistencia y poner un tratamiento adecuado tanto en dosis como en duración’, explica Rodríguez Zapata.

 

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