Julio Álvarez-Builla: ‘la transferencia tecnológica de la universidad a las empresas es fundamental para la economía’

El Centro de Química Aplicada y Biotecnología de la Universidad de Alcalá ha celebrado el vigésimo aniversario de su creación..Durante el acto de conmemoración se descubrieron diferentes placas, una de ellas en reconocimiento a Julio Álvarez-Builla, profesor emérito de Química Orgánica y promotor del centro.

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Julio Álvarez-Builla.

En esta entrevista habla de la importancia de este centro de investigación.

-Uno echa la vista atrás y piensa…20 años, ¿cómo y por qué surge lo que entonces fue la Planta de Química Fina?
-Todo ello parte de un concepto muy general, que voy a expresar como que ‘el conocimiento es la base de la economía’. Desde hace años España es un fenómeno poco habitual entre los países desarrollados: somos un buen productor de conocimiento -con datos de 2017, somos el país número 11 del mundo en producción de artículos científicos- pero somos mucho peores en la aplicación de dicho conocimiento y su conversión en resultados económicamente explotables -en la Oficina Europea de patentes, somo el país número 29 en la producción de patentes por 100.000 habitantes-. Todo esto, ha mejorado desde hace veinte años, pero el desfase entre estos dos aspectos sigue siendo notable. Por ello, todos los observatorios europeos de actividades de I+D recomiendan aumentar en nuestro país las actividades de colaboración entre los investigadores estatales y los de la empresa. El centro -CQAB hoy día- es, desde su fundación, un centro de apoyo para la Universidad de Alcalá pero es, además, un centro de colaboración Universidad-Empresa.

-¿Cómo ve ahora el Centro y, sobre todo, se han cumplido o superado sus expectativas?
-Desde el punto de vista material, cuando en 1998 entramos en el centro, había dos laboratorios montados y funcionando; hoy el CQAB tiene montados más de 30 laboratorios, con equipamientos importantes, financiados con los proyectos que se han desarrollado en estos años. Desde el punto de vista técnico, sin embargo, lo más importante es el hecho de que el centro ha colaborado, a lo largo de estos veinte años, con empresas tanto nacionales -muchas del entorno- como internacionales, todas ellas del sector de la química y la biotecnología. Nosotros no pretendemos sustituir a la investigación empresarial, ni competir con ella, sino colaborar con la empresa, aprendiendo y transfiriendo nuestra experiencia en cada proyecto.
El momento peor ha sido el periodo de los años de la crisis. En esos años, nuestro país -tanto gobierno como empresas- redujo la inversión en I+D, haciendo lo contrario de lo que hicieron nuestros socios europeos, y esto afectó a la financiación del centro, especialmente durante los años 2011-2012; desde 2013 se han ido produciendo recuperaciones sostenidas.
He de añadir que el CQAB ha logrado salir adelante desde sus comienzos porque la Universidad de Alcalá se encuentra en un entorno empresarial muy activo. Esto es una ventaja para esta universidad que no debería ser desaprovechada por la institución. Por suerte, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades está empezando a generar normas para valorar las actividades de transferencia tecnológica por parte de investigadores estatales. A mí me pilla tarde, pero estoy seguro que tendrá un efecto positivo para nuestros investigadores y para nuestra economía, claro.

-Es fundamental que el conocimiento se transfiera y comparta con la empresa. En ese sentido, este Centro cumple una función esencial para la sociedad y para el cumplimiento de los objetivos de la Universidad.
-Desde dos aspectos, uno el atraer proyectos y colaboraciones hacia la Universidad de Alcalá y mejorar sus relaciones con el entorno empresarial. Otro, como aspecto humano, radica en el hecho de que la gente formada con estancias en el CQAB, entrenada para los desafíos que suponen los proyectos de I+D empresariales, y acostumbrada al uso de técnicas especiales -por ejemplo, nuestros especialistas en síntesis orgánica están acostumbrados al uso de reactores de química, algo que se aprende en pocos centros- se colocan fácilmente en empresas de los sectores que trabajan con nosotros. Y estos dos objetivos, hacer investigación y apoyar con ella a empresas, formando al mismo tiempo personal con capacidades no disponibles fácilmente, son sin duda importantes para la Universidad como institución.

-¿Qué le ha parecido ese pequeño homenaje que le ha hecho la comunidad universitaria?
-Bueno, sin duda el homenaje no me lo atribuyo a mí personalmente, sino a todo un equipo que ha desarrollado este dentro desde su fundación -esto nunca es mérito de una sola persona- y así, por ser breve, personas como Eloy García Calvo, Antonio Rodríguez, Elena Domínguez, Antonio Crego, J. Luis Novella, y Juan J. Vaquero, que colaboró también desde los primeros momentos y me sustituyó como director científico a partir de 2009 forman parte de ese homenaje. A todos ellos habría que incluir, por su esfuerzo para mantener el CQAB como un centro avanzado y competitivo de investigación. Pero, al final, solo puedo decir que me siento muy honrado y agradecido. Siempre he trabajado para beneficio de la Universidad, aportando la línea de la colaboración Universidad-Empresa, que había aprendido en mi estancia postdoctoral en la Universidad de East Anglia, con el profesor A. R. Katrizky.

-El científico, profesor, no se jubila nunca, y usted tiene la suerte de pertenecer a un sector en plena actividad y plena innovación, además….
-Yo siempre pongo el ejemplo del pianista ¿Cuándo se jubila un pianista? Pues cuando el organismo le impide cumplir con su trabajo y su vocación con la mínima dignidad. Yo espero seguir dando guerra unos cuantos años.

 

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