Ictus, ¿qué hacer si sospechamos que lo estamos padeciendo?

El Jefe de Servicio de Neurología del hospital Ramón y Cajal y profesor asociado de la UAH, Jaime Masjuan, nos ayuda a entender qué ocurre cuando sufrimos un ictus.

 

masjuanden
Jaime Masjuan.

Un ictus es un trastorno brusco del riego sanguíneo que altera la función de una determinada región del cerebro. Si se produce un trombo (obstrucción de una arteria), lo denominamos infarto cerebral. En este caso, si ese trombo proviene del corazón, es una embolia cerebral y si el trombo se produce en el propio cerebro es una trombosis cerebral. Si el trastorno es tan brusco que rompe la arteria en el cerebro, entonces estamos ante una hemorragia cerebral y se denomina derrame cerebral.


Actualmente, más de 300.000 españoles presentan alguna limitación en su capacidad funcional tras haber sufrido un ictus. En los últimos 20 años, la mortalidad ha decrecido gracias a las mejoras en la detección precoz de los síntomas y al control de los principales factores de riesgo, así como a la introducción de medidas terapéuticas muy efectivas, como son los cuidados proporcionados por las Unidades de Ictus y la trombolisis. Sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) prevé un incremento en su incidencia de un 27% entre 2000 y 2025.

Pero, ¿cómo sabemos si lo que estamos sufriendo es un ictus? Las alertas tienen que encenderse cuando notamos algunos de estos síntomas: pérdida de fuerza repentina de la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo; trastorno repentino de la sensibilidad, sensación de ‘acorchamiento u hormigueo’ de la cara, brazo y/o pierna de un lado del cuerpo; pérdida súbita de visión parcial o total en uno o ambos ojos, alteración repentina del habla, dificultad para expresarse y ser entendido por quien nos escucha; dolor de cabeza súbito de intensidad inhabitual y sin causa aparente…(aunque en la mayoría de los ictus no duele la cabeza) y sensación de vértigo y desequilibrio, si se acompaña de cualquier síntoma anterior.

¿Qué tenemos que hacer, entonces? Masjuan es contundente ante la pregunta: Las posibilidades de tratar con éxito un ictus dependen de la rapidez de actuación en el momento en el que aparecen los
primeros síntomas’, porque es la mejor forma de reducir posibilidades de que nos deje secuelas. ‘En el momento en que aparecen los síntomas es importante llamar al 112 o acudir al hospital más cercano con Unidad de Ictus. Además, aunque los síntomas desaparezcan a los pocos minutos, es importante ponerse en manos de neurólogos ya que puede ser la última oportunidad de prevenir un infarto cerebral mayor’, agrega el experto.

La edad no es un criterio a tener en cuenta. Es cierto que, según las estadísticas, pueden ser más frecuentes a partir de los 65 años pero ‘en personas entre 40 y 60 años, ha aumentado muchísimo la incidencia de ictus debido a que este grupo de la población comienza a presentar factores de riesgo que muchas ocasiones desconoce: el tabaco, la mala alimentación, el sedentarismo, la obesidad, el colesterol elevado y lo que es más importante, la hipertensión arterial, hacen que estén ocurriendo ictus en personas muy jóvenes. A partir de los 65 años, además de todos los factores mencionados anteriormente, también intervienen las enfermedades del corazón, especialmente un tipo de arritmia denominado Fibrilación Auricular, en la que una de las partes del corazón deja de contraerse y por ello, la sangre queda estancada formándose trombos que pueden desprenderse y viajar hasta el cerebro, produciendo la embolia cerebral’, explica el doctor.

Poco margen para actuar. La recomendación primordial es actuar con toda rapidez porque en el peor de los casos los neurólogos sólo tiene 4 horas y media y en el mejor de los casos 8 horas desde el inicio de los síntomas. Con un TAC craneal el neurólogo determina si es un derrame o un infarto cerebral y qué arteria y qué partes del cerebro están afectadas. ‘En el caso de los infartos cerebrales, podemos administrar un medicamento por la vena del paciente antes de las 4.5 horas desde el inicio de los síntomas para disolver el trombo (trombolisis) y salvar el cerebro. En los casos más graves, en los que el tamaño del trombo es muy grande o cuando el paciente lleva más de 4.5 horas de evolución, llevamos al paciente a la sala de Neurorradiología para intentar extraer el trombo del centro del cerebro con un tubo muy flexible (catéter) que se introduce por una arteria en la ingle. En el caso de las hemorragias cerebrales, el tratamiento consiste en un buen control de la presión arterial y solo en los casos más graves una intervención quirúrgica que evacue el hematoma cerebral. En cualquier caso, todos los afectados por un ictus deben ingresar en Unidad de Ictus para recibir atención neurológica e iniciar la rehabilitación. Además, una vez que el paciente está estabilizado es muy importante que el neurólogo realice un estudio diagnóstico para averiguar la causa del ictus, con objeto de poder iniciar las medidas preventivas para que no vuelva a ocurrir’.

¿Se pueden prevenir los ictus? Hay casos (Alberto Contador) que se deben a enfermedades congénitas, pero en el resto de los casos, sobre todo entre la población más joven, las recomendaciones son las propias de llevar una vida saludable: realizar ejercicio moderado, mantener una dieta sana y equilibrada baja en sal y grasas, realizar controles periódicos de peso, presión arterial, nivel de colesterol y azúcar, importantes para controlar los factores de riesgo como es la fibrilación auricular -la arritmia cardiaca más común en los adultos y una de las principales causas de ictus-, mantener una tensión arterial inferior a 135 de máxima y 85 de mínima, no fumar tabaco  y acudir rápidamente a un centro hospitalario con Unidad de Ictus en el caso de presentar síntomas sugestivos de un ictus.

El valor de las Unidades de Ictus: según Masjuan, las posibilidades de recuperación o curación se incrementan cuando los pacientes son atendidos por un neurólogo en una Unidad de Ictus. ‘Si ingresa en una de las 43 que hay en España, el 65% de los pacientes a los 3 meses harán una vida casi normal. En cambio, si tienen la mala suerte de no disponer de una de ellas, las posibilidades de hacer una vida normal serán sólo del 30% y muchos de ellos quedarán confinados a una silla de ruedas’, concluye el doctor.
Y es que las secuelas que deja esta patología son muy importantes: hemiplejias, afasias (dificultad para hablar o entender lo que se les dice), alteraciones del equilibrio… Además, en muchas ocasiones también viene acompañada de depresión, debido a la situación de dependencia que provoca el ictus, y también se pueden producir alteraciones de memoria y del carácter que hacen muy difícil la convivencia familiar con el paciente.

 

Publicado en: Entrevista