'Es necesario apostar ya por cambios radicales que ayuden a que nuestro mercado de trabajo resuelva de una vez por todas sus problemas estructurales'

Inmaculada Cebrián López, profesora del Departamento de Economía de la Facultad de Ciencias Económicas, Empresariales y Turismo en la Universidad de Alcalá, explica en uah.esnoticia cómo ha afectado la pandemia del COVID-19 en el mercado laboral español y qué mecanismos o soluciones son más viables para reforzarlo.

- ¿Cuáles crees que son las características principales del mercado laboral en la actualidad?

La situación actual de nuestro mercado de trabajo no es ni más ni menos que una muestra más de su identidad. La gran recesión que se inició en 2008 hundió nuestra economía y dejó a nuestro mercado de trabajo literalmente en los huesos. Cuando estábamos consiguiendo salir de ella, empezamos a sentir la ralentización del crecimiento y en eso estábamos cuando a finales de 2019 llegó el coronavirus y dio al traste con todas nuestras esperanzas.

Algunos indicadores globales básicos sobre el mercado de trabajo en el tercer trimestre de 2020, según datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), son: la tasa de paro está situada en el 16,3 por ciento, aunque es del 18,4 para las mujeres y del 14,4 para los hombres. Hay casi 700 mil personas ocupadas menos, con respecto al mismo trimestre del año pasado. La tasa de empleo ha caído al 48,4 por ciento, aunque es del 54,3 para los hombres y sólo del 42,9 por ciento para las mujeres. La tasa de inactividad, que mide la proporción de personas con 16 años o más que no están en el mercado de trabajo, está en el 42,2 por ciento.

- En tu opinión, ¿Cuáles son los problemas estructurales de nuestro sistema de trabajo?

La llegada de la pandemia nos ha vuelto a enfrentar al preocupante escenario en el que se desarrolla nuestro modelo productivo y, por consiguiente, de nuestro mercado de trabajo, poniendo de manifiesto una vez más sus deficiencias estructurales. Históricamente, nuestra tasa de empleo ha sido baja, mostrando dificultades para alcanzar los niveles previstos en las sucesivas agendas europeas, al mismo tiempo que nuestra tasa de desempleo y el porcentaje de parados de larga duración han estado situados siempre en niveles altos, por encima de los de nuestros países vecinos.

Además, hay otros datos preocupantes como son la elevada tasa de temporalidad, la baja estabilidad de la contratación en general, la precaria e incierta situación laboral de la población más joven, las brechas laborales entre mujeres y hombres, o la vulnerabilidad laboral de determinados grupos de trabajadores, sobre todo de los más mayores y con niveles bajos de cualificación. Todo ello unido al hecho de que nuestra productividad no consigue remontar.

- En primer lugar, ¿Puedes hablarnos cómo crees que está respondiendo el mercado laboral ante la crisis del coronavirus?

La situación actual, como consecuencia del impacto de la pandemia, añade a todo lo anterior que muchas personas han dejado de estar ocupadas para pasar a estar desempleadas y que una proporción elevada de estas ha pasado a la inactividad. Este último detalle, que aparentemente podría no ser más que un fenómeno estadístico de carácter temporal porque el estado actual imposibilita que las personas busquen activamente empleo, puede originar un aumento del número de personas que quedan fuera de nuestro mercado de trabajo, lo que empeora el riesgo de exclusión. Mayoritariamente se trata de mujeres, pero también son muchos los hombres que se han clasificado como inactivos. El impacto de esta situación agravará sin duda los niveles de desigualdad y pobreza.

Por otra parte, los niveles de desempleo, que siguen siendo altos, pero no tanto como lo previsto, están siendo contenidos porque muchas empresas han podido acogerse a expedientes de regulación temporal de empleo (ERTES) que ayudan a mantener a la población trabajadora dentro del colectivo de ocupados. Ahora bien, esta situación se está alargando en el tiempo, poniendo en peligro la continuidad del sistema y haciendo muy probable que sean muchas las empresas que finalmente procedan a despedir a sus trabajadores. De esta manera, si no se puede buscar, ni mantener, ni crear empleo, no cabe duda de que la perspectiva económica es realmente alarmante para nuestros sectores productivos y el mercado de trabajo.

Un elemento positivo es el acuerdo entre los agentes sociales que ha dado lugar a la ley sobre el teletrabajo, protegiendo los derechos y obligaciones de las partes afectadas y ayudando a la adaptación de los diferentes sectores productivos ante la avalancha de necesidades derivadas de las medidas de impuestas por la crisis sanitaria de la COVID-19.

- ¿Cómo crees que se puede revertir la elevada tasa de paro y empleabilidad? ¿Por qué es necesario?

La situación de excepcionalidad generada por COVID-19 y las medidas adoptadas para contrarrestar sus efectos tratando de proteger los ingresos de los grupos más desfavorecidos (como el nacimiento del Ingreso Mínimo Vital o la extensión de prestaciones para grupos con determinadas características, como los autónomos), unido a los instrumentos como los ERTES, que dotan de flexibilidad al sistema, no pueden ser mantenidos en el tiempo y tenderán a agotarse, por lo que es necesario apostar ya por cambios radicales que ayuden a que nuestro mercado de trabajo resuelva de una vez por todas sus problemas estructurales e incorpore los nuevos métodos que obligatoriamente vienen de la mano de la digitalización y el reto de la transformación medioambiental.

En este sentido hay que recuperar el papel que siempre han debido tener las políticas activas de empleo. Hay que ir más allá en el proceso de ajuste e incorporar medidas que, con nuevos planes bien diseñados y coordinados entre los diferentes ámbitos de la intermediación laboral, se adapten más rápidamente y mejor a las necesidades del sistema productivo. Es imprescindible disponer de un modelo de orientación adecuado para los desempleados y los empleados, aportándoles toda la ayuda necesaria y dotándoles de la formación para el empleo que les permita adaptarse a las nuevas necesidades a lo largo de toda su vida laboral. En este sentido, resulta igualmente imprescindible ayudar a las empresas para que inviertan en nuevos sistemas productivos en los que se incorporen las transformaciones requeridas por los cambios tecnológicos de la era digital y la defensa del medio ambiente. 

Inmaculada Cebrian
Inmaculada Cebrián

- ¿Qué recomiendas a los/las estudiantes y a los/las jóvenes que se están enfrentando a estos desafíos en sus primeras experiencias laborales?

Nuestros estudiantes deben saber que su inversión en formación es una buena elección porque su formación es un bien muy preciado que, a pesar de no ser una garantía para el éxito absoluto, les abre una vía para alcanzar una mejor posición en el mercado de trabajo.

No cabe duda de que la situación que vivimos añade desasosiego e incertidumbre al futuro. El mercado de trabajo se ha vuelto todavía más complejo y aleatorio desde que se inicia la transición del sistema educativo al productivo. La 'cultura de la temporalidad tan extendida en España, deja lejos del éxito a las medidas encaminadas a dotar de estabilidad, seguridad y garantías al empleo. El elevado nivel de desempleo juvenil constituye un preocupante caldo de cultivo para que aparezcan situaciones abusivas. Por muy difícil que resulte, deben evitar caer en el desánimo y en la pasividad, procurando mantenerse muy atentos y combativos para luchar contra los posibles abusos de los que pueden ser objeto, no resignándose a ofertas y situaciones inaceptables, por mucho que les parezcan que son un mal menor.

A pesar de todo, se han producido avances, ligeros, pero avances, a fin de cuentas. Poco a poco se va reduciendo la tasa de jóvenes que ni estudian ni trabajan. Cada vez son más lo que permanecen en el sistema formativo. Las tasas de desempleo son menores entre los más formados, así como se reducen notablemente las diferencias entre los y las jóvenes, y finalmente los salarios alcanzan a ser más altos.

Un ejemplo, la EPA estima que en el grupo de personas que tienen entre 25 y 29 años, la tasa de desempleo es del 25 por ciento, pero sube hasta el 33 por ciento si no tienen estudios superiores y baja al 20 por ciento si los tienen. No cabe duda de que tener estudios superiores no es la panacea, pero sí reduce en 13 puntos la probabilidad bruta de estar desempleado, incluso en estos momentos. Lleva tiempo, pero en algún momento ha de llegar la recompensa. Hoy por hoy, la formación es la mejor garantía para seguir activos.

Publicado en: Entrevista