Envejecimiento y duración de la vida humana, ¿se pueden controlar mediante la manipulación genética?



Recientemente la revista ‘Nature’ ha publicado un estudio demográfico global que sugiere que existe un límite máximo natural para la vida humana, fijado entre los 115 y los 125 años, que difícilmente podrá ser superado.

El profesor de Medicina de la UAH, especialista en Medicina Interna y responsable de la Unidad de Genética Clínica del Hospital Universitario Príncipe de Asturias, Juan de Dios García Díaz, habla en esta entrevista sobre este controvertido asunto.

Juan de Dios García en la consulta.



-Profesor, ¿estamos en condiciones de decir que la edad del ser humano tiene una frontera natural, como señala el estudio publicado en ‘Nature’, o es solo un estudio más?

-Antes de nada, me gustaría precisar dos conceptos que, aunque están relacionados, no son lo mismo. No es lo mismo la esperanza de vida de un ser humano -que es una estimación promedio, basada en los datos estadísticos disponibles para una población y un momento temporal determinado- que la duración máxima de la vida de la especie humana en su conjunto. La esperanza de vida de los individuos está influida, además de por factores biológicos, por otros múltiples de carácter sanitario y socioeconómico; sin embargo, la duración máxima de la vida en los humanos es una característica propia de la especie, que está determinada por su constitución biológica y genética. El estudio de Dong y sus colaboradores que se acaba de publicar en ‘Nature’ se basa en un análisis muy riguroso de los datos demográficos y concluye que la esperanza de vida al nacimiento en los países analizados ha ido subiendo paulatinamente desde principios del siglo XX, con las excepciones de las dos guerras mundiales. Lo que está sucediendo es una reducción de las muertes precoces, tanto infantiles como de adultos jóvenes. Sin embargo, aunque cada vez hay más personas ancianas, la proporción de individuos que superan los 100, o incluso los 110 años (los conocidos como ‘supercentenarios’), se ha mantenido relativamente constante durante el mismo período de tiempo. Es decir, se ha producido un incremento muy importante del número de personas entre los 60 y los 100 años, pero no por encima de esta edad. Todos estos datos, con el adecuado análisis estadístico, apuntan a que la duración máxima de la vida humana puede situarse en entre los 115 y 125 años.
Además, este dato concuerda con la observación general de que la duración máxima en la vida de las distintas especies es relativamente rígida.

-¿A qué está sujeta la duración máxima de la vida?
- A numerosos condicionantes biológicos y genéticos muy poderosos. El ser humano está constituido por millones de células cuya principal misión, tras la vida embrionaria y fetal, no es multiplicarse muy activamente, sino diferenciarse y especializarse en la función propia de cada órgano o tejido. La capacidad de dividirse y multiplicarse es una propiedad fundamental de las llamadas células madre, que son mayoritarias en los embriones, pero representan solo una pequeña minoría en los tejidos de un organismo adulto. El precio de esta especialización de las células embrionarias en células musculares, nerviosas o hepáticas es que su capacidad de división y multiplicación está limitada y se hacen vulnerables a los procesos llamados de senescencia o envejecimiento.

-¿Por qué envejecemos, profesor?
-El envejecimiento es un proceso absolutamente inherente a todos los seres vivos tanto para el conjunto del organismo como para cada una de las células que lo constituyen. Se trata de un fenómeno muy complejo en el que intervienen múltiples factores. Unos de los más importantes son los continuos daños y errores que se van acumulando en la información genética de las células. Frente a estos daños y errores las células se defienden mediante unos sistemas sofisticados de reparación del ADN que van perdiendo eficacia con el tiempo. Por otro lado, los cromosomas están protegidos en sus extremos por unos fragmentos de ADN repetitivo, que se llaman telómeros. En cada división celular estos telómeros se van acortando, hasta hacer imposible que la célula se siga dividiendo más, y se produce su muerte (tras 40-60 ciclos). De forma paralela, todas las células adultas van fallando en muchas otras funciones esenciales, lo que también influye en su envejecimiento y destrucción. Sólo las células madre y las que se transforman en cancerosas mantienen la capacidad de multiplicarse de forma indefinida y no envejecer, aunque en el caso del cáncer pueden tener efectos devastadores para el conjunto del individuo.
Todos estos procesos de envejecimiento están influidos por múltiples genes, algunos todavía no bien conocidos, y no es fácil modificar su función sin alterar otros mecanismos del control de las células. Además, siempre se corre el riesgo de convertirlas en células tumorales.


-En una sociedad cada vez más longeva pero a la vez cada vez más ansiosa de juventud y de lo que la juventud proporciona, ¿usted cree que los esfuerzos investigadores se centran y se centrarán en alargar la vida o en ‘congelar’ la juventud?
-Entre todas las medidas que se han ensayado en modelos animales para retrasar el envejecimiento y sus enfermedades asociadas, la que ha resultado más útil es la restricción calórica de la dieta. Por ello, además de evitar la acción de tóxicos y realizar actividad física moderada, la mejor forma de ralentizar nuestro proceso natural de envejecimiento es mantener una dieta equilibrada y saludable, adecuada en calorías para evitar el sobrepeso. A corto plazo, no parece que vayamos a encontrar fórmulas seguras para alargar la duración máxima de la vida humana. También me parece una fantasía el ansia de ‘congelar’ la juventud, en lugar de perseguir un envejecimiento saludable.

-Que el límite natural sea de 125 años no significa que de forma ‘artificial’, mediante manipulación genética, pueda alargarse la vida, ¿usted qué opina?
-Aunque existe la posibilidad teórica de manipular algunos genes y procesos, no podemos controlar muchas de las consecuencias negativas e imprevistas de esa manipulación. Entre las consecuencias de tratar de ‘inmortalizar’ nuestras células, la más probable sería que se facilitara el desarrollo de tumores.


-Frente a estudios como el publicado en ‘Nature’ surgen otros estudios, como el hecho público por un equipo del CNIO, que han logrado alargar la vida a una cepa de ratones hasta en un 45%, ¿No es una paradoja?
-El trabajo de los investigadores del CNIO no contradice los resultados de la publicación en ‘Nature’. En primer lugar, el grupo del CNIO no trata de modificar los genes, sino de activar el funcionamiento de una enzima, la telomerasa, que favorece el alargamiento de los telómeros de las células madre embrionarias en ratones. Esto parece permitir un mayor número de divisiones a las células adultas derivadas de ellas (algo así como si dispusieran de mayor saldo en su tarjeta de crédito). Aunque no parece que en estos ratones hayan aparecido hasta ahora más tumores, es una preocupación que aún no está despejada. Por otra parte, existen enormes dificultades técnicas y barreras éticas, por los riesgos desconocidos, que van a impedir hacer lo mismo con seres humanos. Quizás la aplicación práctica más inmediata de esta línea de investigación del CNIO pueda ser la obtención de unas células madre ‘inducidas’ mucho más eficaces para las técnicas de medicina regenerativa. Ésta sí es una realidad que está a la vuelta de la esquina.

 

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