Elecciones europeas: ¿qué nos jugamos?

Elecciones generales, elecciones municipales, elecciones autonómicas, elecciones europeas… Los ciudadanos españoles con derecho a voto están atravesando una primavera plagada de comicios y eso, dada la coincidencia de las citas electorales, puede desdibujar perfiles. Los más perjudicados en la batalla por hacerse hueco en los espacios electorales son, sin duda, los comicios al Parlamento europeo. Pero, ¿qué nos jugamos?, ¿estamos concienciados de la importancia de estas elecciones, que son las que más lejos están de nuestra casa? El director académico del Centro de Documentación Europea de la UAH, el profesor Fernando Lozano Contreras, nos lo cuenta.

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Fernando Lozano.

-Profesor, ¿cómo ve la implicación de la población española en estas elecciones?
-Los ciudadanos españoles somos, en términos generales, de los más ‘eurosatisfechos’ de la Unión Europea, tal y como lo demuestran los últimos resultados publicados en el Eurobarómetro de esta primavera. En esta serie específica de encuestas que se realizan con miras a las elecciones europeas, nuestro país aparece situado, una vez más, en la zona alta de la tabla.  Mientras que la media europea de satisfacción se sitúa en torno al 61%, en nuestro caso, un 69% de los españoles perciben el proyecto europeo como algo positivo y tan solo un 6% muestra su abierto rechazo al mismo. Medido en términos de beneficio, el 68% de los encuestados en toda la UE creen que les beneficia que su país forme parte de Europa. En el caso de España, nos situamos también por encima de la media, con un 75% de encuestados que consideran que nuestro país se ha beneficiado de esta membresía.
A pesar de estos resultados, que muestran un continuado y firme apoyo a la Unión Europea, hay otros dos datos, no tan positivos, que merecen igualmente ser destacados. Primero, el creciente sentimiento de incertidumbre. Esto es, que más europeos (un 27% del total de encuestados en toda la UE) dudan y consideran que la UE no es ni buena ni mala, lo que supone un incremento del 2% en términos absolutos y del 3% en el caso de España (que repunta del 21% al 24%). Segundo, que ese elevado nivel de ‘eurosatisfacción’ -más fuerte entre los encuestados más jóvenes y con un nivel educativo más alto- no se traslada, a la postre, a los índices de participación de las elecciones a la Eurocámara en las que, de manera general, se aprecia una clara tendencia a la baja, no solo en España sino en general en toda la UE. Desde 1979 y hasta los últimos comicios de 2014 (8 en total), el índice general europeo marca una tendencia claramente decreciente (61,99%, 58,98%, 58,41%, 56,67%, 49,51%, 45,47%, 42,97% y 42,61%). En el caso de España (donde participamos en estas elecciones desde 1987), esta cadencia decreciente también se aprecia con algún que otro altibajo (68,52%, 54,71%, 59,14%, 63,05%, 45,14%, 44,87 y 43,81%).


-El hecho de que coincidan con las municipales y algunas autonómicas puede ser positivo para la participación ¿no cree?
-En términos estadísticos creo que sí. El hecho de que las elecciones europeas coincidan con las municipales y algunas autonómicas puede ayudar a repuntar el índice de participación y posiblemente elevarlo a cuotas históricas, rompiéndose así esa tendencia a la baja de los últimos años. Al menos en España.
Ahora bien, esta coincidencia no está exenta de riesgos, porque se puede convertir en un arma de doble filo. Uno de los mayores peligros que esta apuesta conlleva es la de que no se vote en clave europea. La coincidencia y superposición de mítines y debates electorales, el hecho de que hayamos acudido a las urnas hace poco, o la tan temida mezcolanza de discursos y promesas políticas, son factores que pueden terminar desvirtuando los resultados.
Para evitarlo, los ciudadanos europeos y en particular, en esta ocasión, los españoles, hemos de procurar ejercer nuestra responsabilidad y deber cívico manteniendo la cabeza fría; tratando, en la medida de lo posible, de no dejarnos arrastrar por el insaciable agujero negro de los asuntos nacionales, autonómicos o locales. Hay que tener muy claro que no es lo mismo votar en clave local o autonómica que hacerlo en clave europea. Los problemas y retos son distintos, por lo que las soluciones también deben de serlo. El deslinde es esencial. En este sentido me permito la licencia de lanzar una recomendación: antes de depositar el voto en la urna europea, los ciudadanos debemos procurar repasar cuidadosamente el programa específico que las distintas formaciones políticas han elaborado para estas elecciones. Yo ya lo he hecho y me he encontrado con alguna que otra sorpresa. Es importante realizar este pequeño esfuerzo, dado lo mucho que nos jugamos en Europa.

-¿Por qué votar en estos comicios, qué nos jugamos?
-Nos jugamos mucho, por la sencilla razón de que el Parlamento Europeo manda y decide cada vez más. Se trata de una institución que no ha parado de incrementar su poder e influencia en el marco de los asuntos europeos, tanto desde el punto de vista institucional (el Parlamento es quien, por ejemplo, elige a los miembros de la Comisión Europea y quien fiscaliza su labor diaria), como desde el punto de vista político (en el proceso de toma de las decisiones más relevantes la cámara europea ejerce a las veces el papel de colegislador). Algo del todo lógico, habida cuenta de que es la única institución cuya composición es íntegramente elegida por los ciudadanos europeos mediante sufragio directo, siendo el órgano que mejor encarna los ideales y el principio de la democracia.
Desde la perspectiva coyuntural, también hay mucho en juego. En los próximos años la UE deberá tomar muchas e importantes decisiones. Algunas de ellas marcarán nuestro futuro a corto, medio y largo plazo y en buena parte de ellas, el Parlamento Europeo tendrá la última palabra.
Son numerosos y variados los riesgos y retos a los que, como europeos, deberemos enfrentarnos, amén de los que ya afrontamos. En este sentido, un Parlamento fuerte, unido, suficientemente legitimado por los europeos y dotado de una adecuada composición, sin duda ayudará a gestionarlos y resolverlos mejor. La lista es muy larga: el Brexit, el creciente movimiento nacional-populista (contrario al proyecto europeo), los rescoldos de la pasada crisis económica y social, el terrorismo, la crisis demográfica, los flujos migratorios descontrolados, el debilitamiento de la alianza euro atlántica, las rivalidades comerciales, las nuevas amenazas estratégicas de carácter tecnológico y militar, la lucha contra la pobreza, la degradación ambiental y la desinformación o la elaboración y gestión del próximo presupuesto plurianual son tan solo algunos ejemplos.

-¿Qué decisiones de la UE serán cruciales para nosotros en los próximos años?
-La lista es interminable. En mi opinión, el proyecto que puede resultar más interesante y atractivo es el de la Europa social. Si algo hemos aprendido de la pasada crisis económica, es que la integración europea no garantiza una prosperidad compartida y que sin prosperidad compartida la desafección aflora y se contagia, se extiende como un virus letal entre la ciudadanía generando problemas todavía mayores. Para combatir y evitar este fenómeno, Europa debe ‘reconciliarse’ con sus ciudadanos. Nuestros líderes y representantes deben volver sus ojos hacia la ciudadanía y poner en marcha y potenciar nuevas políticas e instrumentos que garanticen y velen por nuestro bienestar (y de los que están por llegar). Europa debe volver a ser ejemplo en este sentido y demostrarle al mundo que a través del comercio y la economía puede también lograrse cotas elevadas de bienestar social general. Las políticas de lucha contra el cambio climático, la pobreza y la desigualdad, la garantía juvenil de empleo o aquellas que no paran de incrementar nuestros derechos como consumidores van en la buena dirección. No obstante, son necesarios nuevos y renovados esfuerzos. Proyectos y decisiones más ambiciosos que ya se encuentran sobre la mesa de las principales instituciones de la UE (también en la del Parlamento Europeo): la fijación, por ley, de un salario mínimo interprofesional a nivel europeo (el SMI solo existe en 22 de los 28 Estados miembros); ayudas para elevar las tasas de natalidad, incrementar las políticas de empleo (invirtiendo más en educación, I+D+I), la creación de una unión fiscal o la dotación de un fondo europeo de contingencia para hacer frente, en caso de crisis, al pago de pensiones o a prestaciones de desempleo en la eurozona son algunas de estas medidas. En nuestras manos y votos está implementarlas y hacerlas llegar a buen puerto.

 

Publicado en: Entrevista