Un doctor por la UAH, premio ASELE por su tesis doctoral sobre las competencias profesionales de los profesores de Español como Lengua Extranjera

Iker Erdocia ha ganado el premio de investigación de la Asociación para la Enseñanza del Español como Lengua Extranjera con su tesis ‘De la formación inicial de profesores de ELE (Español como Lengua Extranjera) a la competencia profesional docente', fruto de un doctorado internacional desarrollado en la UAH y por la que obtuvo sobresaliente cum laude por unanimidad.

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Iker Erdocia.

Erdocia trabaja en la actualidad como profesor en la School of Applied Language and Intercultural Studies de Dublin City University. Imparte clases de ELE y de lingüística aplicada, un ámbito en el que sigue investigando, aunque sus proyectos de investigación en la actualidad están dirigidos a analizar la relación entre lengua, sociedad y política para reflexionar sobre la planificación lingüística y el multilingüismo.

-La tesis la leyó en la UAH en 2016 y ahora recibe un gran reconocimiento, porque lo otorga precisamente la ASELE. Imaginamos que muy contento…
-Así es; fueron tres años agotadores, puesto que, además de la tesis, estaba involucrado en varios proyectos de investigación y académicos y, claro, tenía que impartir mis clases. El premio de ASELE ha sido un grato reconocimiento a todo este trabajo y una gran satisfacción personal. Es un pequeño empujón a mi carrera como investigador.  

-Háblenos de su trayectoria académica.
-Mis inicios fueron algo atípicos: estudié Filología Hispánica y un máster de Literatura a distancia, en la UNED. Lo fui haciendo desde lugares diferentes (Argentina, Inglaterra, Escocia, Polonia y Hungría). También hice un máster de ELE en la UIMP. Fui profesor del Instituto Cervantes de Cracovia durante tres años y después conseguí el lectorado AECID y fui profesor invitado en la Universidad de Montreal durante otros tres años. Allí decidí compaginar la docencia con la investigación. Entré en contacto con la catedrática de la UAH María Ángeles Álvarez y fue ella quien me abrió la puerta para realizar el doctorado. Le estoy profundamente agradecido por todo su apoyo y confianza. Después, se sumó a co-dirigir mi tesis Rafael Rodríguez-Ponga, del Instituto Cervantes. Desde 2016, soy Assistant Professor en Dublin City University.  

-Explíquenos en qué consiste su tesis, ‘De la formación inicial de profesores de ELE a la competencia profesional docente’
La tesis pertenece al área de la lingüística aplicada y a la psicología educativa y, en concreto, se centra en el proceso de formación de profesores de español. Elegí este tema por dos razones: por una parte, ha recibido relativamente poca atención en la investigación a nivel internacional y, prácticamente, ninguna en el caso del español; por otra parte, traté de buscar respuestas a cuestiones con las que me encontraba en mi práctica docente en la Universidad de Montreal. Allí me ocupaba de, entre otras, las asignaturas de lingüística aplicada y formación de profesores de español del grado y máster de Estudios Hispánicos. Utilicé mis propias clases en el máster para hacer la investigación.
Muy resumidamente, se trata de una investigación longitudinal y etnográfica que describe el proceso de aprendizaje desde que los profesores en formación empiezan las clases y prácticas del máster hasta cuando, supuestamente, son ya competentes y están capacitados para dar clases.

-Es evidente que no es lo mismo formarse como profesor que ser un buen profesor ¿Cómo se consigue atravesar ese trayecto entre lo uno y lo otro en el caso del ELE?
-Pues yo diría que como cualquier otro profesor, aunque el de lenguas extranjeras tiene sus peculiaridades. Sin embargo, antes de nada, habría que ponerse de acuerdo en qué significa eso de ser un buen profesor. Sí podemos hablar, en cambio, de un profesor competente, aunque tampoco es una medida completamente satisfactoria, puesto que competencia es un constructo teórico muy poco consistente. Es una consecuencia del afán actual por cuantificarlo todo.
La docencia es muy vocacional, pero la formación es imprescindible. Cuando digo formación, no me refiero solamente a la formal, sino que incluyo también la no formal o incluso la informal, que pueden ser más efectivas que la primera. No obstante, la formación formal no asegura un buen desempeño de la profesión docente. Por ejemplo, el sistema de creencias del profesor en su etapa de aprendiente de idiomas tienen una influencia muy notable en su concepción sobre cómo se aprende una segunda lengua y, por lo tanto, en sus propias clases. Hay estudios que muestran que la formación continua, en realidad, tiene efectos muy reducidos en los profesores, es decir, raramente esas nuevas ideas se llegan a implementar de forma continuada en clase. Si se produce algún cambio es, principalmente, a nivel discursivo. Para que se llegue a dar un cambio efectivo se tiene que dar una situación que rompa la estabilidad a la que tiende ese sistema de creencias. Eso no depende solamente de, digamos, la destreza del formador de profesores, del tipo de teoría o práctica que se expone ni del apoyo empírico que las sustenta, sino que también se debe a una cuestión de actitud individual, de disposición al cambio y al autocuestionamiento.
La formación como profesor, como una parte más del aprendizaje, en un proceso complejísimo que admite pocas generalizaciones cuando se observa en detalle. Mi intención con la tesis era arrojar algo de luz a ese proceso.

-Da la impresión que a nivel social preocupa mucho más el reciclaje y la puesta al día en profesiones de ciencias que en las humanidades, como es el caso de la lengua. Pero un profesor de idiomas tiene que estar preocupado y ocupado en el reciclaje permanente…
-No estoy seguro de que la primera afirmación sea así. En cualquier caso, yo puedo hablar de la comunidad de profesores de ELE y de lingüística aplicada, que es la que conozco mejor. En rasgos generales, es una comunidad muy dinámica que se toma la formación permanente muy en serio. Sin embargo, no hay que olvidar que, por desgracia, el reconocimiento académico, laboral e institucional de los profesores de idiomas es todavía muy limitado, a pesar de los réditos económicos que reporta esta actividad. Espero que la creciente investigación en esta área contribuya a ese reconocimiento.

-En los últimos años se ha evolucionado mucho en el ámbito pedagógico y en el aprendizaje autónomo. Usted cree que la figura del profesor sigue teniendo sentido con el escaparate de herramientas y redes sociales que nos proporciona Internet?
-Una de las conceptualizaciones del aprendizaje autónomo consiste, precisamente, en distinguirlo del aprendizaje independiente. Desde luego, la figura del profesor no va a desaparecer, al menos, en lo que se entiende por una enseñanza de calidad. Ha cambiado, y cambiará todavía más, su papel en el proceso de aprendizaje. Más allá de la jerga pedagógica, como profesor-facilitador o posibilitador, a mi parecer, el modelo hacia el que se debería tender a nivel universitario es al del profesor-mentor. Este modelo no supone ninguna novedad, claro está, pero sigue siendo el que mejor recoge el binomio agencia-aprendizaje mediado. El problema para implantar este modelo es la falta de recursos. Quizás, la pregunta no se deba dirigir tanto al sentido de la figura del profesor como a la necesidad de actualización y cambio en el sistema educativo y en sus instituciones.

Publicado en: Entrevista